La llamada de Trump y Putin: el último baño de realidad de Europa
La Unión Europea recuerda quién es Trump y queda relegada en un segundo plano en la resolución de la guerra de Ucrania


BruselasLa Unión Europea ha hecho saltar por los aires a muchos de sus tabúes durante la guerra de Ucrania. Por primera vez en su historia, el blog comunitario ha entregado apoyo armamentístico a un país tercero, Ucrania, para defenderse de la invasión del régimen de Vladimir Putin. Se ha gastado más dinero incluso que Estados Unidos y ya ha destinado más de 88.000 millones de euros, según datos de la propia UE. Pero más allá de estas ayudas multimillonarias, el expansionismo ruso y el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca le han recordado al club europeo por qué ha cambiado completamente de mentalidad, y quiere recuperar su autonomía militar y ser un actor determinante en el tablero geopolítico.
El último baño de realidad en este sentido es la resolución del conflicto de Ucrania. De nuevo, a pesar de todos sus esfuerzos, en Europa nadie la tiene demasiado en cuenta. Da igual que haya sido la región del mundo que ha sufrido más directamente las consecuencias de la invasión —crisis energética, inflación y recesión económica— o que todo el mundo dé por hecho que será el gran financiador de la reconstrucción del país ucraniano. Trump, sin previo aviso ni en Kiiv ni en Bruselas, anuncia de repente este miércoles que ya había acordado con Putin que las negociaciones empiecen de forma "inminente", y los líderes europeos apenas han levantado la voz.
El presidente de Estados Unidos se dignó a llamar después a Zelenski para anunciarle personalmente la nueva. Sin embargo, en la UE nadie recibió ninguna llamada ni notificación de la Casa Blanca. Entonces, varios ministros de Exteriores europeos -Alemania, Francia y, entre otros, España- firmaron una carta en la que reivindicaban tener voz y voto en la resolución del conflicto. Y, en la misma línea, algún ministro de Defensa cargaba en la cumbre de este jueves de la OTAN contra la administración Trump por el hecho de que ha aceptado algunas de las principales condiciones de máximos de Putin antes de empezar las negociaciones: renunciar a Crimea y una parte del este del país ucraniano, y la adhesión de Ucrania a la UTAN. "Hubiera sido mejor hablar primero en la mesa de negociación sobre la posible adhesión de Ucrania a la OTAN o las posibles pérdidas territoriales", evidenció el titular de Defensa germánico, Boris Pistorius.
Más allá de estas quejas, la Unión Europea sabe que no tiene mucha fuerza para exigir una silla de negociación y que, en todo caso, depende de la buena voluntad de EEUU, que está en manos de Trump, o de la insistencia de Zelenski, que también se ve en una posición cada vez más debilitada al encontrarse en medio del encuentro. De hecho, este viernes, en la Conferencia de Múnich, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, no hizo ni explícita esta petición ni tampoco criticó todas las cesiones de la Casa Blanca al Kremlin antes de sentarse a negociar, aunque Zelenski aseguró tras reunirse con ella que sólo negociaría con Putin.
La última vez
Por eso Von der Leyen ha centrado una parte importante de su discurso mirando el futuro. Quiere que sea la última vez que Estados Unidos haga y deshaga sin siquiera consultarlo en la UE. Ahora bien, ¿cómo evitarlo? Abandonando el lenguaje del poder blando y recuperando el duro. Es decir, dejando de jugar un papel de influencia mundial con sólo relaciones comerciales, como ha hecho Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial, y alcanzar la ansiada autonomía militar. "El mensaje que quiero trasladarles es éste: Europa se está adaptando y está dando un paso adelante", apuntó la presidenta de la Comisión Europea, quien remarcó que los estados miembros "necesitan incrementar considerablemente" el gasto militar.
De hecho, la Unión Europea, al igual que con la guerra arancelaria de Trump, tenía la esperanza de que la nueva administración no hiciera realidad todo lo que prometía en campaña electoral. Por eso, fuentes comunitarias apuntaban apenas la semana pasada que respiraban más aligerados ante los primeros movimientos del magnate neoyorquino sobre Ucrania. Pero la realidad es tozuda.
En este contexto, tal y como insistía el exjefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, la Unión Europea quiere aprender "a hablar el lenguaje del poder" y evitar que se vuelva a encontrar en situaciones de debilidad ante unos poderosos Estados Unidos y Rusia o, incluso, China. "Si no estás en el tablero geopolítico, estás en el menú", alertó el exdirigente socialista en su última cumbre europea.