Los soldados de Putin ya no pasean por Siria

La caída del régimen de Al Asad compromete el futuro de Moscú en el país de Oriente Próximo, clave para la geopolítica rusa

Un soldado ruso mira a la cámara siendo fotografiando en una de las bases militares que Rusia tiene en Siria.
5 min

Enviado especial a Alepo (Siria)El mundo es como un péndulo de Newton: un impacto se transmite por bolas metálicas hasta disparar la última.

Si no hubiera sido por la guerra en Ucrania, probablemente Bashar el Asad seguiría en su palacio de Damasco bebiendo café con tazas de exquisita porcelana francesa. Rusia, que sostenía el régimen sirio, era el más antiguo y más fiel aliado del clan Al Asad. Pero estamos en 2024, Moscú tiene la guerra instalada en Europa y para Vladimir Putin la gran prioridad es el campo de batalla ucraniano. Muchos analistas han concluido que el esfuerzo bélico que supone para Rusia la guerra ucraniana ha sido clave para abandonar Al Asad ante el ofensiva relámpago que llevó a los rebeldes de Hayat Tahrir al Sham (HTS) a controlar Damasco en sólo once días.

El martes, milicianos del HTS rebuscaban artículos de interés entre las habitaciones y despachos de un cuartel militar de Alepo, ciudad sitiada por la guerra. Son escenas habituales estos días en Siria. Los rebeldes han tomado el control de los edificios del régimen y ahora los cachean en busca de documentos y pistas. Se nota que la fuga fue precipitada, porque parece que los militares de Alepo no tuvieron tiempo de destruir nada. Abundaban carpetas de todo tipo. Y tazas de té y de café a medio terminar. También carteras, fotos de familiares o pastillas para el dolor de cabeza.

En un pasillo del cuartel había unas cuantas cajas amontonadas. Eran de color verde militar. Habían llegado al puerto de Latakia, ciudad portuaria de la costa siria. Venían de Rusia. Cargadas de armamento. El apoyo de Moscú al régimen de los Asad viene de los tiempos de la Unión Soviética y, por tanto, ya era palpable en el 2011, cuando la guerra civil estalló en Siria. Pero 2015 fue un punto de inflexión. Ese septiembre, ya petición de Bashar el Asad, Putin decidió intervenir directamente en la guerra: el cielo sirio se llenó de aviones militares rusos que bombardeaban con bastantes ciudades controladas por grupos armados contrarios al régimen.

"Casi todas las armas que nos han matado eran rusas", decía Tambee Shagsoh, un hombre sirio. Lo decía desde un escenario relevante en la cronología de guerra: el distrito de Ghouta, en las afueras de la capital y escenario de uno de los peores asedios del régimen de Al Assad contra la población civil. El paisaje de destrucción que se ve hoy en las afueras de Damasco es apocalíptico: barrios completamente arrasados, en los que sólo quedan esqueletos de edificios. El paisaje de destrucción que se ve hoy en Siria es también apocalíptico: es prácticamente imposible encontrar a alguna persona que no tenga al menos un muerto o un desaparecido entre su familia más cercana. La posguerra, cuando llegue, será dura.

–¿Qué piensas de Putin? –le preguntaba a Tambee Shasoh.

–Es un asesino como Al Asad. Es igual de responsable de toda esa destrucción. Pero no es lo único.

–¿Qué quieres decir?

–El mundo ha utilizado Siria. Estados Unidos, Israel, Irán, Turquía, Rusia, Europa... todo el mundo tenía intereses en esta guerra. Lo único que no les interesaba era la vida y la muerte de las personas.

Éste es un pensamiento compartido por muchos sirios. Consideran que las potencias internacionales han utilizado su país para jugar en la guerra.

Retirada a gran escala

En un punto de la carretera que une la frontera libanesa con Damasco existe un cartel en peligro de extinción. Los rostros enormes de Bashar el Asad y Vladimir Putin anuncian el culto que la antigua Siria debía rendir a estas dos personalidades. Los rebeldes –o la población– aún no han tenido tiempo de hacer con este cartel lo que ya han hecho con la mayoría de estampas del régimen: destrozarlos y quemarlos.

Rusia, sin los Al Asad en el poder, está de salida de Siria. En los últimos días abundan las informaciones de tropas y convoyes militares rusos abandonando el país. La CNN, citando fondos de la inteligencia de Estados Unidos, hablaba este martes de "retirada a gran escala". Pero la gran pregunta es si la retirada será total o si Moscú llegará a algún acuerdo con el nuevo gobierno para mantener la presencia militar, sobre todo en sus dos bases: la base aérea de Khmeimim, cerca de Latakia, y la base naval de Tartús, en la costa mediterránea. Es lo que está intentando Putin. Son bases importantes para el Kremlin. Siria es un país importante para el Kremlin. Garantiza en Moscú acceso directo al mar Mediterráneo y también una posición estratégica frente al flanco sur de la OTAN. Por el momento, el nuevo gobierno de los rebeldes ya ha pedido a Rusia que reconsidere su presencia en territorio sirio. No les hará mucha gracia que Putin, amigo personal de Al Asad, le haya acogido por todo lo alto en Moscú. Putin todavía no ha hablado en público sobre la caída del régimen. El silencio subraya que el fin de los Asad es un tema doloroso en Moscú.

Putin y Bashar el Asad en Moscú, en una imagen de archivo.

El martes, en el consulado de Rusia en Alepo no había nadie. Un hombre sirio tocaba el timbre del edificio: una especie de sofisticado palacio rodeado de jardines. "Aquí no hay nadie", decía. El personal diplomático de Moscú también ha desaparecido de Siria. Hace unas semanas no era así.

Por las calles de Alepo, y de otras grandes ciudades sirias del régimen, era habitual ver soldados rusos paseando. Vivían en comunión con las tropas del régimen sirio, que estaban bien presentes en todos los ámbitos de la vida de la población civil. Entre los objetos que los milicianos lanzaban a un camión de la basura aparcado en la entrada había unas cuantas cosas rusas. Placas celebrando la amistad de Damasco y Moscú, una libreta con elskyline de San Petersburgo o una insignia de la televisión rusa. Los periodistas de Moscú podían trabajar con facilidad en la Siria de los Al Asad. Todo esto es ahora otra época. El mundo cambia y la geopolítica también es el identificativo de un periodista ruso abandonado en un cuartel militar sirio.

'Whatsapp' en Donetsk

La principal radio siria repetía el martes una noticia, que encabezaba parte de los informativos: un atentado bomba reivindicado por Kiiv había matado a Ígor Kirílov, teniente general de las Fuerzas de Defensa Nuclear de Rusia. Ucrania parece ahora un país amigo de la nueva Siria. Los rebeldes y el ejército de Volodímir Zelenski compartían enemigo común y esto une mucho. En los días posteriores a la caída del régimen, trascendió que Kiiv había enviado a los milicianos de HTS un pequeño lote de drones ucranianos para ayudarles en la ofensiva.

–Salutaciones desde Siria –escribí por WhatsApp a un comandado ucraniano que lucha en el frente de Donetsk.

–¿Estás en Siria? Oh, yo viví en Alepo tres años, antes de la guerra. Mis padres eran arqueólogos y acudieron a trabajar.

–¿Y qué recuerdas de Alepo?

–Nada, yo tenía tres años.

–Dicen que sin Ucrania Al Asad no habría caído.

–Qué bien.

Efectivamente, el mundo es como un péndulo de Newton.

stats