En Perú, la música que suena viene de Corea del Sur

Es el país más marcado por la oleada coreana –y asiática– que se consolida en América Latina

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Actuación de uno de los famosos grupos de K-pop surcoreanos.

LimaDecenas de adolescentes sentadas en círculo celebran el aniversario de sus ídolos. Son Kim Seok-jin y Kim Tae-hyung, dos de los siete integrantes de la archifamosa boy band de pop surcoreano BTS. Tienen un pastel en el centro con dos fotografías de los cantantes y comparten snacks y bebidas con envoltorios de grafías coreanas. Están en el centro histórico de Lima, en Perú, donde los sábados se orquesta el popularizado como Bulevar K-pop. Este encuentro semanal nació espontáneamente hace unos años. Fanáticos de este estilo de música –que llega del otro lado del mundo– se empezaron a organizar en las redes sociales para intercambiarse merchandising de las bandas. Ese día, de hecho, los hashtags #SuperTunaByJin y #HappyBirthdayJin ocuparon las primeras posiciones de las tendencias en Twitter en Perú.

La Hallyu (oleada coreana) llegó al país a finales de los 90, de la mano de series como Todo sobre Eva, que retransmitía el canal estatal TV Perú. Durante la primera década del 2000 se fue introduciendo de la mano de la cultura pop japonesa, que ya estaba consolidada y había familiarizado a la audiencia con el universo que les llegaba de Asia. "No es grosero, como el reggaeton", explica Gina Pinal, la madre de una adolescente de 12 años a la que acompaña al Bulevar K-pop. "Le gusta ver los vídeos (de los grupos) donde preparan postres, y a mí me gusta porque son saludables", añade la madre, contenta de que su hija crezca bajo esta influencia.

La Hallyu empezó siendo una política económica del gobierno de Corea del Sur para salir de la crisis de 1997. Apostaron por la industria electrónica, la informática y la cultural. A través de la Ley de Promoción de las Industrias Culturales, de 1999, destinaban el 1% del presupuesto anual a esta “industria sin chimeneas”, como se refirió a ella el presidente de la época, Kim Dae-jung. Fue durante la primera década de los 2000 cuando las tres grandes agencias de producción del país –SM Entertainment, JYP Entertainment y YG Entertainment– crearon la fórmula K-pop, que los haría llegar a buena parte del planeta.

A través de castings masivos, los jóvenes seleccionados para integrar las bandas se sometían a un riguroso entrenamiento en técnica vocal, danza e idiomas. A cada uno se le asignaba un rol determinado dentro del grupo y se les exigía un comportamiento ético irreprochable. Esta moral conservadora confuciana contribuyó a que las series coreanas fueran tan seguidas en Perú, porque eran aptas para toda la familia, sin escenas de sexo explícito o excesivamente violentas.

Así, la oleada coreana ha acabado convirtiéndose en un estilo de vida y un poderoso instrumento de soft power. "El gobierno buscó potenciar una imagen de Corea como un socio de confianza y desarrollado con el que los países avanzados aspiraran a hacer negocios", asegura un artículo titulado "Política cultural de la oleada coreana: un análisis de la diplomacia cultural en los discursos presidenciales", publicado por el International Journal of Communication en 2016.

El lado Pacífico del Perú

El Bulevar K-pop se identifica a la legua por la cantidad de grupos de adolescentes y jóvenes que bailan al ritmo de las canciones coreanas, algunos con el pelo teñido de colores no biológicos y vestidos con moda asiática. En algunos casos se ve un cartel en el que pone “Casting”, donde se hacen pruebas para integrar un grupo de imitación de las bandas del momento, como Black Pink. Se conocen como grupos “cover”. 

Las letras, de empoderamiento personal y autoestima, han sido un factor clave del éxito de este estilo. Y esto, aunque muchos seguidores no las entiendan al cien por cien: el traductor en línea y las pocas (o muchas) clases que algunos dicen que han tomado son suficientes. Según el informe de la aplicación lingüística Duolingo sobre las tendencias del 2021, el coreano ha sido la séptima lengua más popular y de las que más crecimiento de estudiantes tienen a escala mundial. "El mundo está sintonizando cada vez más con el entretenimiento coreano y japonés, escuchando más K-pop, y resignificando el estudio del lenguaje como una forma de complementar y reforzar sus intereses en otras actividades", asegura el informe.

"Antes era muy complicado conseguir álbumes y merchandising, así que nos conformábamos con cosas hechas a mano", explica Lizany, una joven de 22 años que tiene una parada en la que vende cromos de los ídolos a 15 soles (unos 3,35 euros), ordenados en un álbum de fotografías de los de antes. Sigue el K-pop desde los 13 años y dice que gracias a internet ahora ya importan productos originales de las bandas surcoreanas.

También en la gastronomía

Con la Hallyu, Perú mantiene la tradición histórica de influencia desde el Pacífico. Ahí, la comunidad nikkei, la japonesa, es la segunda más grande del mundo, con representantes destacados como el expresidente Alberto Fujimori, actualmente cumpliendo condena de prisión. La gastronomía peruana está tan influenciada por la japonesa que ya se la llama gastronomía nikkei. Lo mismo pasa con la chifa, que mezcla la de Perú con la china.

China es, de hecho, el principal socio comercial del país, con el que tiene un tratado de libre comercio. Además, la pandemia del covid ha abierto la puerta al gigante asiático para desplegar la conocida como diplomacia de las vacunas. En Perú se aplican las dosis chinas, la Sinopharm y Sinovac. Y cada vez son más las empresas asiáticas con proyectos prominentes en el país. Un consorcio liderado por la Korea Airports Corporation, por ejemplo, se encarga actualmente de la gestión de la construcción del Aeropuerto Internacional Chinchero-Cusco, el primer concurso de esta magnitud que gana una surcoreana fuera de su país.

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