Internacional

"Quiero irme con mi madre fuera de Afganistán"

Una peruana no ha podido sacar a su hija del país porque en la partida de nacimiento no escribieron su nombre

La peruana Cecilia Bernala en la Afganistán con su hija Sara, antes de divorciarse y cuando la niña tenía pocos años
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La partida de nacimiento de su hija indica el nombre del padre, pero no el suyo, a pesar de que es la madre. Al principio le pareció extraño pero después no le dio demasiada importancia. En Afganistán es habitual que el nombre de la mujer no aparezca en ninguna parte en los documentos oficiales. “Madre extranjera” es lo único que dice el documento que certifica el nacimiento de la niña. Ni incluye su nombre, ni su apellido, ni tan siquiera su nacionalidad. Cecilia Bernal es peruana, pero se casó con un afgano. Lo que no se imaginaba entonces es que, cuando se divorciara, no tendría manera de demostrar que la niña era su hija. Ni tampoco de sacarla del país. “Me he callado durante todos estos años, pero no puedo callar más”. Ahora más que nunca está desesperada.

Cecilia se casó en junio de 2003. Se puede decir que fue casi un amor a primera vista. Se conocieron por internet, se gustaron y ella viajó desde Perú hasta Pakistán, donde él trabajaba. A los pocos meses la pareja se trasladaba a Kabul para contraer matrimonio según el rito de la religión islámica. Eso sí, Cecilia se tuvo que adaptar a una vida a la que no estaba acostumbrada. En la casa no había ningún mobiliario, tan sólo una alfombra en el suelo y unos cuantos cojines. El lavabo era una simple letrina. Y debía convivir con su suegra.

Sara, la hija, nació el 5 de julio de 2005. Cecilia asegura que intentó registrarla en la embajada de Perú en India –el país sudamericano no tiene legación diplomática en Afganistán-, pero no lo consiguió porque le faltaba un documento que ahora no recuerda. La única prueba que tiene de que Sara salió de su vientre es que, cuando la niña tenía 3 años, la pareja se volvió a casar de forma civil en el Ayuntamiento de Kabul. La partida de matrimonio indica el nombre de los dos conyugues y precisa que tienen una hija que se llama Sara.

Los problemas empezaron en 2010. Cecilia insistía que quería regresar a Perú y su marido empezó a flirtear con una compañera de trabajo. “Mi suegra intentó convencerme para que aceptara que mi marido se casara con una segunda mujer”, recuerda Cecilia, que no podía dar crédito. Su marido siempre había sido un hombre aparentemente progresista, que incluso había trabajado para UNIFEM -la agencia para las mujeres de las Naciones Unidas- o para la unidad de género y derechos humanos de una ONG sueca. La respuesta de Cecilia fue taxativa: pidió el divorcio, pero sin saber lo que eso le acarrearía.

En Afganistán el padre siempre se queda con la custodia de los hijos tras el divorcio. Es así con los talibanes y era así con la presencia de tropas internacionales en el país. Cecilia explica que, en cuanto se divorció, su marido la puso de patas en la calle con lo poco que tenía y no volvió a dirigirle la palabra. Desde entonces solo se puede comunicar con él por correo electrónico. Pudo continuar viendo a su hija pero siempre en casa de su suegra. No podía salir con ella a la calle ni tan siquiera a dar un paseo. La hija, que ahora tiene 16 años, lo corrobora, aunque ella tiene otra versión: “Mi padre no quería que corriera ningún riesgo. Por eso no me dejaba ir con mi madre”, explica por teléfono desde Kabul.

Cecilia confiesa que incluso se le pasó por la cabeza llevarse a la niña de forma ilegal, sacarla de Afganistán. Pero Sara no tenía pasaporte y no hubo manera de conseguirlo. En Afganistán una madre no puede solicitar un pasaporte para sus hijos menores de edad. El trámite lo tiene que hacer siempre el padre.

Ahora, con el regreso de los talibanes, Cecilia teme que Sara sea casada a la fuerza. La hija también quiere irse de Afganistán como sea: “Todos mis sueños se han desvanecido. Quería estudiar informática en la universidad y ya no podré. Quiero irme con mi madre”. Desde que los talibanes llegaron a Kabul, no ha vuelto a ir al instituto, está encerrada en casa. Las clases se han retomado pero solo para los alumnos de hasta 12 años.   

Cecilia vivió en Afganistán hasta 2017. Se fue tras el brutal atentado de un camión cisterna en Kabul en el que murieron casi cien personas. Ella estaba muy cerca y se salvó de milagro. Se trasladó primero a Dubái, pero allí la vida era muy cara, así que después regresó a Perú, donde trabaja como profesora de inglés.

“He pedido ayuda al Ministerio de Relaciones Exteriores y me han dicho que envíe a la embajada de Perú en India un certificado original del hospital donde nació mi hija para que la puedan registrar como peruana”, explica con impotencia. “¿Pero cómo quieren que consiga el certificado y cómo quieren que lo envíe a India si ahora en Afganistán no hay ni mensajería?”. También ha recurrido al ACNUR, pero tampoco le han dado ninguna solución. E incluso ha escrito una carta al Papa Francisco para que le ayude a evacuar de Afganistán a su hija y a la familia de su marido, que tanto le hizo la vida imposible. “Si no salen todos, mi exmarido no dejará que se vaya mi hija”, justifica.

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