Orbán, el caballo de Troya de Putin

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Orban saluda a Putin, durante la visita del primero al Kremlin

BarcelonaJoaquín Manso, director deEl Mundo, califica de "Internacional Putinesca" el grupo Patriotas por Europa creado por los ultras Le Pen, Salvini, Orbán y Vox. El calificativo es ingenioso, aunque el grupo ultra de Estrasburgo no está articulado como una internacional ideológica. Y atravesando umbrales mitológico-oliterarios, no sería impropio decir que estamos ante el caballo de Troya de Putin transitando por el corazón mismo de la Unión Europea. Un caballo de Troya conducido por Viktor Orbán, desde donde podrían emitirse las frecuencias que Putin –y muy pronto Donald Trump– necesitan para saber de forma documentada y detallada qué rentabilidad pueden generar las fragilidades que atrapan a la Unión Europea.

No es nada banal decir que Viktor Orbán es un claro enemigo de Europa que aprovecha la presidencia de turno de la UE. Basta con observar los apretones de manos en Putin y Xi Jinping, y los halagos en Trump en diferido –y después en vivo– los mismos días que los electores franceses se movilizaban para cerrar los paso a los ultras de Marine Le Pen. Y resulta inevitable preguntarse: ¿cómo le permitieron? Por qué la Comisión o el Consejo no organizaron un encuentro de excepción del Veintisiete para proponer la suspensión de la presidencia itinerante de Orbán, acompañada de medidas disuasivas, como la posibilidad de suspender la llegada de los fondos comunitarios a Hungría?

En momentos así reemerge el miedo al núcleo duro de la UE, que se siente incapaz de incautar los 191.000 millones de euros de titularidad rusa bloqueados en bancos europeos. Sí, ya sabemos que los intereses han sido transferidos a Ucrania, pero tanto miedo da impulso a la temeridad de otros: ahora Arabia Saudí amenaza con deshacerse de miles de millones de activos europeos si Bruselas se atreve a confiscar a los activos rusos.

Con todo, el momento confuso que estamos viviendo no es, ni mucho menos, tan sombrío como deseaban y preveían los núcleos de los grupos ultras esparcidos por Europa. El 4 de julio, la victoria laborista en Reino Unido fue un buen presagio para que el domingo 8 no se cumplieran las previsiones en Francia. Pero al día siguiente, el 9 de julio, Putin enviaba un misil a Kiiv contra un hospital infantil. ¿Un ataque de rabia porque las cosas no están saliendo como estaba previsto? Mientras se recuperan cuerpos de criaturas, el mismo día se pone en marcha la puesta en escena del grupo Patriotes por Europa. En medio de la coreografía, Marine Le Pen parece haber olvidado que hace cuatro días contados tuvo que saltarse su lealtad a Putin cuando el dueño del Kremlin le afianzó su apoyo. Una injerencia, dice Le Pen; y no se equivoca. Intentaba evitar que algunos de sus electores antirusos se quedaran en casa o cambiaran de papeleta.

El miedo sigue planeando

Los aliados ven irreversible la entrada de Ucrania en la OTAN y señalan a China como “facilitadora” de la guerra y de apoyo a Rusia. Pero la OTAN no las tiene todas. Se basta con retomar Orbán abiertamente –cuando va a la cumbre atlantista de Washington–, ni cuando propone acabar la guerra al precio de ceder territorios a Putin y humillar a Ucrania. El malestar se esconde y los reproches se quedan en casa. Por el momento. ¿Existe alguna otra iniciativa para acabar la guerra más allá de la de Viktor Orbán? Un último sondeo europeo dice que el 59% de los ucranianos están seguros de poder derrotar a los rusos y un 45% está dispuesto a realizar cesiones territoriales. ¿Y Ucrania en la UE y en la OTAN? La mayoría de europeos creen que antes habría que negociarlo con Putin. El miedo a Putin sigue planeando.

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