Fauna

'El efecto mariposa' que protege los parques y las playas urbanas

La sequía ha reducido en un 30% la presencia de al menos dos especies de este insecto, un bioindicador clave de los ecosistemas metropolitanos

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La azulada común (Polyommatus icarus) es una de las especies que más ha disminuido su presencia a causa de la sequía.

Santa Coloma de GramanetEl voleteo de una mariposa puede cambiar por completo la forma en que se gestiona un ecosistema. Pequeñas y llamativas, su belleza las convierte en el insecto más tolerado por la población, pero su presencia en un determinado espacio natural va más allá, puesto que es principalmente un indicador de buena o mala salud medioambiental. La máxima es sencilla: cuanto mayor diversidad de especies de lepidópteros haya, mejor será el estado de su hábitat. En Cataluña hay algo más de doscientos tipos de mariposa y, de éstos, entre 40 y 50 habitan los parques y playas del área de Barcelona. Es por eso que mayoritariamente se las llama mariposas metropolitanas o urbanas, si bien de vez en cuando también aparecen especies inéditas que se instalan temporalmente desde otros lugares. Pero la sequía de los últimos tres años ha puesto en riesgo su supervivencia: el número de ejemplares observados ha disminuido un 32,8% a causa de la falta de agua, que deshidrató la vegetación, una tendencia que la lluvia de los últimos meses parece que ha empezado a revertir.

Las mariposas forman parte de la base de la cadena trófica, son las centinelas de muchos otros insectos y artrópodos que las siguen allá donde van y desempeñan un papel importante en el control de plagas y patógenos. Además, su rol en la conservación de la biodiversidad es comportarse como un indicador que aporta información en directo del impacto de importantes fenómenos para el planeta. El motivo: tienen una capacidad inherente de reaccionar a los cambios repentinos del entorno y adaptarse a ellos. Observarlas permite identificar la evolución de los espacios naturales y que las administraciones puedan tomar decisiones para protegerlos.

“La base de la actuación en el área de Barcelona debe ser huir de la idea de vegetación verde, monótona y regada continuamente, como ocurre en el resto de Europa, y centrarnos en la vegetación mediterránea, dejándola crecer sin riego y con siega puntual para que mariposas y otras especies puedan sobrevivir”, explica Núria Machuca, técnica de los Servicios de Gestión de Parques y Playas del Área Metropolitana de Barcelona (AMB). En los últimos años el ente supramunicipal ha puesto en marcha un proceso de renaturalización de la cincuentena de lagos de los parques naturales. Esto supone eliminar los elementos ornamentales y los tratamientos clorados de estas masas de agua y sustituirlos por islas de vegetación, que no sólo generan un efecto llamada para los pájaros para que nidifiquen, sino que favorecen la polinización de insectos . Además, han proliferado recursos como los jardines de mariposas, con flores y plantas que las atraen para poder observarlas de cerca.

Un 30% menos de ejemplares

Pero, ¿por qué son tan importantes los lepidópteros? Más allá de su papel fundamental en el equilibrio donde viven, las mariposas actúan como bioindicadores. “Las estudiamos porque nos llaman el estado de salud de un ecosistema. Hay que imaginar a las mariposas como la punta del iceberg de la biodiversidad: cuando las vemos en ellas, podemos saber dónde están sus depredadores o las plantas que polinizan”, afirma Pau Guzmán, técnico del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF). Lo explica en el ARA desde el aula ambiental Isabel Muñoz, en el parque de Can Zam, un espacio de once hectáreas que se extiende entre la sierra de la Marina y el río Besòs y que sirve de corredor de la biodiversidad en el extremo suroeste de Santa Coloma de Gramenet. Ver mariposas no es de extrañar, pero tampoco lo es en el resto de municipios del AMB. La mayoría sobrevuelan el parque del Pi Gros en Sant Vicenç dels Horts y el de la Fontsanta, entre Sant Joan Despí y Esplugues, pero también las hay entre las dunas que se extienden entre Castelldefels y Montgat.

La margenera común (Lasiommata megera) ha visto reducida su población un 50%.

Sin embargo, la sequía supuso un grave golpe a su existencia. Así lo constata el quinto informe elaborado por el Observatorio Metropolitano de Mariposas (mBMS), un proyecto de ciencia ciudadana impulsado a partir del trabajo altruista de una cuarentena de voluntarios en el área de Barcelona. “Si las mariposas se marchan de un espacio o disminuye la probabilidad de verlas en lugares donde suelen vivir es un toque de alerta: algo pasa. Perderlas es señal de que la biodiversidad de un ecosistema sufre”, añade Guzmán.

El estudio se realiza desde hace seis años y este año se han identificado 44 especies, es decir, una de cada cuatro especies detectadas en Cataluña. El Observatorio está impulsado por el AMB, pero desde el punto de vista técnico y científico cuenta con la colaboración del Instituto Metrópoli y el CREAF. La edición de este año, publicada ayer, señala que la falta de lluvias ha provocado una disminución de la presencia de las mariposas metropolitanas, las que viven en las playas y parques de las ciudades, respecto a los datos de los últimos cinco años . "Si normalmente contamos diecinueve mariposas en cada muestreo, en el 2023 se han contado trece, una tercera parte menos", explica el director del CREAF, catedrático de ecología de la UAB y corresponsable científico del mBMS, Joan Pino.

Diferentes resiliencias

Los datos recogidos y analizados certifican que existen al menos tres especies de mariposas urbanas que han sufrido un grave descenso de ejemplares. Es el caso de las salchichas de solana (Pyronía cecilia), la blaveta común (Polyommatus icarus) y la margenera común (Lasiommata mediara). Estos lepidópteros han visto reducida su presencia un 90%, un 70% y un 50% respectivamente. “Las saltabardinas de solana prácticamente han desaparecido de los parques y las playas metropolitanas. Si antes se veían unos 250 ejemplares cada año, en el 2023 sólo se contaron 30”, afirma Pino.

En cambio, el proyecto de ciencia ciudadana ha detectado tres casos de especies que han aumentado durante la sequía, como la azulada estriada (Leptotas pirithous), la blaveta de los guisantes (Lámparas boeticus) y la zafranera de la alfalfa (Colias crocea), con aumentos de un 60%, un 35% y un 10% respectivamente. "Sin embargo, las ganancias no compensan las pérdidas y, en general, las poblaciones de mariposas han disminuido, lo que evidencia su papel como bioindicadores muy sensibles a las condiciones de sequía", aclara la jefa del área de sostenibilidad de el Instituto Territorio metropolitano y corresponsable científica del mBMS, Elena Domene. La sequía, pues, "puede estar induciendo una selección de especies, ya que algunas pueden soportar mejor que otras estas condiciones tan extremas, o incluso sacarle partido", añade Pino.

La zafranera de la alfalfa ('Colias crocea'), una especie que ha aumentado su presencia en Barcelona.

Según Guzmán, los motivos que explican la diferencia entre las especies más y menos resistentes son, simplificándolo mucho, dos. Por un lado, el tipo de alimento. Hay mariposas generalistas que pueden alimentarse de cualquier planta, y otros especialistas, es decir, que sólo pueden hacerlo (y reproducirse) con determinadas vegetaciones. El otro factor es su capacidad de volar: algunos tienen mayor facilidad para moverse –pueden recorrer la trama urbana y viajar entre parques y sobrevivir a las ciudades–, mientras otros tienen poca dispersión geográfica. "Ambos factores combinados hacen que sólo una de cada cuatro mariposas en Catalunya lleguen a las ciudades", añade. Así, los ejemplares más castigados corresponden a una de las categorías o ambas.

El doble de ejemplares por la lluvia

A pesar de este panorama, el proyecto confirma que la sequía afecta más al número total de mariposas que a la cantidad de especies, porque incluso se han visto seis especies nuevas que son escasas, singulares y propias de ambientes más naturalizados y maduros. En definitiva, que sorprende incluso a los especialistas que hayan podido llegar a los parques metropolitanos. Éstas son la plateada común (Argynnis paphia), la verdeta de ojo blanco (Callophrys rubi), el fauno de zigzag (Hipparchia fidia), el fauno leonado (Hipparchia semele), el angelito común (Leptidea sinapis) y el arlequín (Zerynthia rumina).

Además, hay ciertos brotes verdes: pese a la bajada drástica del número total de mariposas observadas en el 2023, las lluvias de esta primavera han dado la vuelta a la situación. "Si durante estas fechas solíamos ver unas 12 o 13 mariposas de media en cada visita, ahora mismo estamos viendo 29", afirma Domene, que añade que son unas cantidades muy por encima de la media de los últimos cinco años de proyecto. “Como dejamos que la naturaleza siga su curso, estamos vendidos a lo que ella quiera. Han sido meses duros porque la vegetación sufría por el estrés hídrico y esto no ha permitido que sea esplendorosa”, concluye Machuca.

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