Reportaje

‘Drill’, la voz más dura de los barrios

El último subgénero del rap, el 'drill', inunda las redes con letras de violencia explícita y cuchillos, pistolas y caras cubiertas en los videoclips. Detrás de estrellas como Morad y Beny Jr, chicos muy jóvenes y creativos de las periferias han creado un género que levanta pasiones entre los adolescentes, con unos valores basados en la agresividad y la lealtad al barrio

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Germán Aranda
7 min
Jaziel y Reywer, jóvenes cantantes de drill en el barrio de Santo Ildefonso de Cornellà.

Cuando la entrevista acaba y los cantantes amateurs de drill Reywer, Jaiziel y Jordan Cubano se van del barrio de Sant Ildefons de Cornellà (Sanildebronx lo llaman ellos en alguna canción), un grupo de cinco niños de entre nueve y once años se dirigen al periodista. “¿Son famosos?”, “¡Son cantantes?”, “¿Pero cuántas reproducciones tienen?”, “¿Tienes instagram?”, “¿Cuántos seguidores tienes?” Amin, Ayoub, Ayram y Younes alternan el árabe con el castellano. Todos ellos son fans de Morad, el cantante de la Florida que triunfa en internet. ¿Por qué? “Porque somos MDLR”, responde convencido uno de ellos. Tan pequeños y ya intuyen cómo funciona la economía digital de la música y tienen un ídolo indiscutible que de alguna manera los representa.

MDLR son las siglas de mec de la rue, chico del barrio en francés, un término que ha popularizado Morad con su rap de barrio. Cada canción suya es un boom de reproducciones. Su éxito más grande en YouTube suma 30 millones: no hay cantante o banda que suene más en los altavoces portátiles de los jóvenes a quienes les gusta estar en la calle. Morad, aunque con un estilo único que no se puede definir como cien por ciento drill, ha destapado este fenómeno viral, este subgénero del rap, que lleva más de un año volando de los barrios a las redes. Del mismo barrio de la Florida, en l'Hospitalet, y amigo de Morad, Beny Jr sube fuerte como segunda espada. Su disco Samurai lo ha producido El Guincho, uno de los productores más importantes de música en castellano, en el mismo laboratorio sonoro que dio a luz El mal querer, de Rosalía, y a gran parte de los éxitos de Bad Gyal. Es oficial: los grandes productores ya miran al drill, el género surgido de las barriadas, sobre todo, catalanas.

De Chicago a Barcelona vía Londres

El drill es un subgénero del rap que nació en los barrios más duros de Chicago alrededor del año 2010. Presenta diferencias a primera vista con el trap en el ritmo, los graves, más hinchados, la mayoritaria ausencia de autotune, y en las letras, que siguen códigos estéticos más ligados a la violencia -el inicio del género coincidió con una oleada de violencia en la ciudad norteamericana - y menos a las drogas en los videoclips. Los medios generalistas se empezaron a fijar cuando en el Reino Unido, ocho años después, se prohibieron algunas canciones por apología de la violencia, coincidiendo con una serie de homicidios en Londres. Mientras la justicia veía relación, algunos sociólogos en medios como The Guardian apuntaban que había que leer más allá y escuchar el mensaje de los barrios para entender de dónde surgen estas letras y esta violencia, tal como hacen películas francesas como La haine o Los miserables.

Estas películas y las canciones de Morad y de jóvenes que intentan hacerse lugar, como Reywer, coinciden en retratar una persecución y acoso policial con claras connotaciones racistas. Además de enseñar la vida en los barrios, donde se sufre una precariedad especialmente centrada en la periferia. Hasta el punto que algunas familias migrantes se ven abocadas a vivir en una misma habitación. En este sentido, el drill es el primer boom cultural mayoritariamente racializado que hemos vivido en Catalunya y al resto del Estado. El mismo Reywer, cuando llegó con sus padres, provenientes del Perú a los seis años de edad, tuvo que vivir con ellos en una habitación, a pesar de que después las cosas fueron a mejor. Reywer empezó a escribir a los 13 años, “cuando estaba rayado escribía sobre mi vacío, mi tristeza, pensaba mucho”.

“Cualquier inmigrante lo tiene más difícil que quien tiene una red aquí. Como somos de segunda generación, estamos algo mejor, pero sigue siendo complicado”, reflexiona el cantante, que con 13.000 reproducciones mensuales en Spotify todavía está lejos de ganar dinero con la música. Eso sí, ya tiene un nombre hecho en Cornellà y entre los más interesados en el género. En este reportaje lo encontramos en una plaza de la ciudad para grabar algunas imágenes de su próximo videoclip con otros jóvenes del barrio, Jordan Cubano y Jaiziel, que es de Puerto Rico, con los cuales ya ha hecho algunas canciones que destacan Cornellà como la zona “más picante ”.

Violencia y machismo, a debate

Reywer, como Jordan y Jaiziel, es consciente de los recelos que suscita el drill fuera de sus seguidores. No es una cosa que preocupe a los millones de fan del género, como demuestran las reproducciones de Beny Jr, Skinny Flex o Patron 970, considerado un precursor en el estado español. La violencia y el machismo, que se refleja en la poca visibilidad de las mujeres y en el hecho de tratarlas como objetos, aparecen a menudo en el drill. En el caso de Reywer, incluso ha recibido una canción con su nombre amenazándole de muerto, un hecho que entra dentro de este juego infinito de saber hasta qué punto hay una intimidación real o es todo un circo. En este juego y en la constante lucha autorreferencial por la autenticidad está una de las grandes claves del drill.

“Yo no asumo la responsabilidad de educar nadie, hago música sobre las cosas que veo. Romantizamos el rambo (como se conocen los cuchillos grandes), sí, pero somos personas normales. Cantamos de cosas que nos pasan, son reales, pero son letras llevadas al extremo. Tú puedes ser muy agresivo pero después vas al supermercado o a ver tu abuela y no vas con un rambo y la cara cubierta”, reflexiona Reywer.

Por otro lado son pocas las chicas que hoy en día hacen drill. Solo encontramos unas decenas de vídeos entre un mar de más de 8.000 bajo el hashtag #spanishdrill en YouTube. Entre ellas, algunas, como Kare, de Barcelona, o Aya Ayat, de Murcia, critican la actitud de los chicos de la escena, que rápidamente les echan la caña cuando hablan de trabajo. Su última canción, justamente, critica que “en esto del drill son todo mentiras / quien dice que hace es quienes menos haría / en el Insta mucho macho y de cara ni te mira…” Apunta, pues, a la masculinidad como uno de los problemas, al mismo tiempo que reivindica la agresividad del género.

Aya grabó su canción en RMX Sound, en Cornellà, en el mismo estudio que Reywer y Jaiziel. Con el boom del drill, han crecido también los estudios de grabación y los realizadores audiovisuales que graban los videoclips. El objetivo de estos jóvenes de Cornellà es llegar tan lejos como los vecinos de la Florida, en Hospitalet. Pero la monetización en internet es exigente y pide centenares de miles de reproducciones para ver algún euro, y millones para ganarse la vida. Tal como describió el sociólogo Forrest Stuart en el libro sobre el género Ballad of the bullet, el drill es “fruto de la convergencia entre la economía digital y la precariedad urbana”. La reactivación de los conciertos, aun así, les puede ayudar a generar ingresos.

En La Florida, en L'Hospitalet, más allá de Morad y Beny Jr (que tampoco concede entrevistas), la cantera de raperos que tratan de vivir del drill es extensa, pero se muestran herméticos con los medios de comunicación. Esto no pasa con el estudio A.C Radio, un pequeño garaje donde consiguieron entrevistar a Morad y donde se dedican a grabar y editar vídeos y entrevistas sobre música urbana y a producir las canciones de algunos de los jóvenes del barrio. Yanko, que produce algunas de las canciones y que aparte es músico de reggaeton celebra que los cantantes del barrio "hayan llegado tan lejos con el drill, a pesar de ser un género a priori menos comercial que el reggaeton". Los youtubers del estudio celebran el éxito de un rapero del barrio que ha tenido vía directa con el éxito desde bien abajo y sin ayudas. La fórmula de su éxito nadie la conoce, pero seguramente tiene que ver con su autenticidad, y eso que sus letras son las menos violentas y menos machistas de la escena del drill y, en cambio, con mucha apología de los valores familiares y un retrato crudo del racismo policial o incluso de la discriminación de los profesores hacia jóvenes como él.

El ‘drill’ en catalán, menos ‘pegao’

Si en el caso del trap y la música urbana, apenas ahora se empieza a consolidar la escena en catalán, de la mano de nombres como Lildami, el drill es un género prácticamente inédito en la lengua del país. El hashtag #catalandrill tiene solo cuatro vídeos, entre ellos Bajo cero, de 94 Rules. El mismo Sergi Mata, de 27 años y vecino de Granada del Penedès, no entiende por qué no hay más género en catalán y reconoce que ha entrado, en parte, por eso. “Alguien me puede decir que tendré más éxito en castellano, pero creo que solo sería uno más, mientras que haciendo drill en catalán me destaco como uno de los primeros o de los únicos”, reflexiona.

Comparte, así pues, esta visión comercial de la música. Pero es claramente diferente de los perfiles clásicos del drill, unos años mayor y procedente de un entorno que tiene poco que ver con los barrios periféricos. “Lo que reivindico es que si fuera de Barcelona las cosas me irían muy diferente, porque allá está toda la burbuja de la música urbana y yo he tenido que trabajar. No he estado en el barrio ni en la calle, trabajo desde los 16 años haciendo carteles, me cuesta invertir tiempo y dinero en la música”, dice por teléfono. “Como con el trap, que fue más atrasado en catalán, es cuestión de tiempo que el drill empiece a sonar en catalán”, añade.

Del éxito de Beny Jr y El Guincho con Samurai -que no hacen entrevistas, pero sí marquesinas publicitarias- y de cómo el género se reinvente y se relacione con los otros de la música urbana dependerá que se quede en los barrios y se agote pronto o que se eleve como están haciendo el reggaeton y el trap, muchas veces de la mano y cada vez con más fusión entre ellos y con el folclore y todo tipo de música popular.

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