Salud

¿Por qué el estrés nos afecta a la barriga?

Un desequilibrio de la microbiota produce un tóxico que afecta a células protectoras

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Bacterias de la microbiota intestinal.

Siempre se ha dicho que en la barriga tenemos un "segundo cerebro", porque parece que el estómago y el tubo digestivo respondan a las emociones como no lo hace ningún otro órgano. Efectivamente, cuando estamos estresados, enojados, deprimidos o nerviosos los primeros síntomas que aparecen suelen ser de tipo intestinal: náuseas, vómitos, diarrea, etc.

La sabiduría popular no está muy alejada de la realidad: el aparato digestivo no sólo tiene una conexión directa con el sistema nervioso central, a través de una amplia red de neuronas, sino que también responde directamente a varios neurotransmisores liberados por el cerebro. Esto hace que la comunicación entre ambos sea directa y constante.

Un nuevo estudio, publicado en la revista Cell metabolismo, aporta nuevos datos sobre cómo funciona esta coordinación, porque propone que la respuesta nerviosa al estrés crónico tiene un impacto directo en la salud de las células del intestino a través de un mensajero inesperado: una bacteria de la microbiota.

Una de las enfermedades que mejor ejemplifica la relación entre el cerebro y el aparato digestivo es el síndrome del colon irritable. Es un trastorno bastante frecuente, que afecta a entre un 1% y un 10% de la población mundial y se manifiesta sobre todo con dolor abdominal y diarreas frecuentes. El rango de la gravedad de los síntomas es muy amplio y va desde un leve cuadro a un impacto sustancial en la vida de las personas afectadas. Aunque nunca sea mortal ni afectar a la longevidad, puede deteriorar de manera importante la calidad de vida. En algunos casos, puede ser originada por una infección o alergia alimentaria, pero muchas veces no existe una explicación física, sino que la causa son las señales inadecuadas que envía el cerebro.

Desequilibrio

El grupo de Haiping Hao, de la China Pharmaceutical University, en Nanjing, decidió estudiar los cambios celulares en ratones para entender mejor qué causa enfermedades como el colon irritable. Para ello, sometieron a los animales durante un par de semanas a un protocolo que les limitaba los movimientos (se ha visto previamente que esto les induce respuestas fisiológicas típicas del estrés crónico).

Lo primero que observaron los científicos cuando miraron a los intestinos fue que había disminuido el número de las llamadas células secretoras, que normalmente se encargan de proteger el epitelio de los intestinos. Buscando el motivo, se dieron cuenta de que había unos niveles elevados de ácido indolacético (IAA), una sustancia tóxica que afecta a las células madre del intestino: bloquea las mitocondrias (la estructura que genera el energía que necesitan para funcionar) e impide que produzcan estas células protectoras.

Estirando el hilo, acabaron encontrando de dónde salía este IAA: lo producían unas bacterias del tipo Lactobacillus. Los Lactobacillus son parte de la microbiota, el conjunto de microbios que habitan el cuerpo en simbiosis con nosotros. Estos microbios se consideran que son “buenos” porque no causan enfermedades ya menudo ayudan con procesos fisiológicos, como la digestión, pero esto es así mientras se mantenga un equilibrio. En situaciones de estrés como las del experimento, se ve que los Lactobacillus se reproducen mejor y esto hace que fabriquen más IAA de lo habitual, lo que tiene un efecto nocivo sobre ciertas células de los intestinos.

El siguiente paso del experimento fue mirar si en humanos ocurría lo mismo. Los investigadores observaron que en las heces de personas con depresión había un exceso tanto de Lactobacillus como de IAA. Esto hace pensar que, efectivamente, diversas formas de estrés pueden producir un desequilibrio de la microbiota que acaba dañando el intestino porque se pierden las células protectoras, aunque los mecanismos que lo regulan todavía no estarían claros. Esto provocaría las diarreas y otros síntomas. De esta forma se podrían explicar enfermedades como el colon irritable, al menos en parte. Se necesitarán más experimentos para saber si realmente es así.

Nuevas terapias

Este estudio es importante porque demuestra cómo opera la comunicación entre el cerebro y el intestino: las señales nerviosas que van de uno a otro cambian las condiciones del entorno y, con la ayuda de la microbiota, esto desestabiliza las funciones digestivas.

Pero, además, este descubrimiento abre nuevas posibilidades terapéuticas, por ejemplo para restablecer el equilibrio de la microbiota (eliminando el exceso de Lactobacillus) o bloquear el IAA. Los investigadores todavía encontraron una tercera vía: dieron a los ratones α-cetoglutarato, un suplemento que acelera el metabolismo de las células madre y les permite superar el bloqueo de las mitocondrias. Esto las protegió en parte del IAA. Habrá que ver si esta medida funcionaría también con humanos.

Naturalmente, el vínculo encontrado en este estudio es sólo una de las muchas cosas que ocurren en el cuerpo durante el estrés, así que la explicación de los efectos sobre el intestino seguramente es más compleja y multifactorial. Habrá que seguir investigando para entender bien el proceso y, de este modo, encontrar posibles tratamientos que interrumpan la comunicación entre el cerebro y la barriga en situaciones concretas.

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