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El estudio en la sombra que transforma Barcelona

Arquitectos, urbanistas y programadores trabajan juntos para convertir las ciudades en lugares más habitables

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Un mapa de datos de Barcelona

BarcelonaHay calles en Ciutat Vella que acumulan más denuncias que otras. Son más conflictivos. La pregunta lleva años siendo la misma: ¿por qué? En los despachos del Ayuntamiento y en las comisarías del distrito tienen respuestas, que buscan aproximarse a la realidad. En un luminoso estudio de un sexto piso, cerca de la calle Marina, tienen un generador de respuestas, precisas, que combina decenas de variables. Es el umbral de peligro que lleva tiempo fiscalizando las calles de Ciutat Vella.

Hablamos de un algoritmo que ha servido de base para elaborar el planeamiento urbanístico que regula los usos empresariales, comerciales y de servicios en el distrito de Ciutat Vella. Este plan de ordenación del suelo ha sido premiado a nivel nacional, estatal e internacional. "El Instituto Municipal de Informática utiliza una versión de este algoritmo", explica en elEmprendemos Pablo Martínez, fundador del estudio de urbanismo barcelonés 300.000 km/s.

"Teníamos las denuncias de la policía y podíamos ver qué condicionaba la aparición de la denuncia a la policía: el número de bares, los decibelios, la actividad económica... Todas las condiciones del entorno", añade. Y eso implica cruzarlas todas: ¿tiene que ver la cantidad de bares en la redonda? Qué relación existe con los edificios: ¿y si es porque son más viejos? ¿Qué renta media tienen? Quizás sólo es cosa de los vecinos, que se quejan mucho.

Esta herramienta está nutrida con decenas de variables, como datos catastrales y demográficos, licencias de actividad, consumos de tarjetas de crédito, precios de alquiler, denuncias de la Guardia Urbana, quejas ciudadanas e incluso recorridos de visitantes a través del uso del wifi.

La combinación de todas ellas ha permitido a este estudio barcelonés construir estos umbrales de peligro, ahora en manos del Instituto Municipal de Informática, que utiliza una versión para detectar si se superan o no, y que, por ejemplo, pueden ser la concentración excesiva de actividades económicas concretas. La clave es que la mezcla de determinadas actividades puede generar tensiones. Entonces la denuncia sólo es cuestión de tiempo.

Es probablemente el proyecto más conocido de esta agencia barcelonesa, nacida hace una década aunque constituida años más tarde, que se dedica a convertir las ciudades en los lugares más habitables del planeta . Arquitectos, urbanistas, científicos de datos y programadores buscan mejorar el análisis urbano y la planificación estratégica a través de las potencialidades de los datos masivos. Llevan años dejando huella en muchos barrios de Barcelona. "Nos gusta trabajar mucho por Barcelona porque es nuestra ciudad, tienes la sensación de que eres urbanista para la ciudad en la que vives. Tienes tu ciudad en la cabeza", explica Pablo.

Esto no ha evitado que hayan salido a fuera: han trabajado ya en 12 ciudades extranjeras y ahora mismo tienen proyectos en marcha con cuatro organizaciones internacionales. La mitad de la facturación de este estudio barcelonés procede ya del extranjero. Sin embargo, su experiencia se ha forjado sobre las calles y planos de Barcelona, ​​que a la vez es donde han sido más disruptivos: el mismo plan de usos de Ciutat Vella fue premiado por innovar en dos elementos clave: el trabajo por zonas y la salud del ciudadano.

Por un lado, dejaron de plantear los planes de forma estática: en vez de dejar hacer un hotel o no a partir de la línea que separa un polígono de un barrio residencial, se basan en un modelo dinámico que suma muchas variables. Con el plano, todos los elementos de una calle y su combinación es lo que determina si se puede abrir un bar más. El otro cambio importante es que todo lo justificaron en la salud del ciudadano: se bloquean actividades para evitar, por ejemplo, que generen un clúster que derive en molestias vecinales.

El proyecto nació hace 10 años casi de forma involuntaria: sus dos fundadores, Mar Santamaria y Pablo Martínez, jugaban con los datos como hobby. "La cosa arrancó con el proyecto de búsqueda de la noche con el objetivo de experimentar. Nos preguntábamos qué le ocurre a la ciudad de noche, justo en un momento en el que no había datos, sólo en las redes", explica Mar. Elaboraron un mapa a partir de los comentarios que la gente dejaba en las redes sociales. "No había privacidad, era una fiesta. Hacíamos análisis semánticos para ver cuántos mensajes expresaban una emoción de buen rollo o de mal rollo y, por tanto, veíamos cómo estaba la gente de humor en cada lugar de la ciudad", añade el Pablo.

Otro proyecto iniciático fue Big Time BCN, un mapa de patrimonio de Barcelona que todavía hoy es inédito: pasan los años y diferentes gobiernos municipales y no se ha hecho este mapa. Ambos arquitectos, urbanistas de formación, provenían de la restauración de monumentos, con vidas profesionales activas, hasta que la cosa cogió forma: "Vas haciendo y te das cuenta de que deberías dedicarte a otra cosa porque el hobby mujer para negocio". Pese a negarles los datos de patrimonio, fueron construyendo el mapa durante tres meses, hasta que se les escapó de las manos: "Lo petó, con la buena y mala noticia que nos va llegar una factura horrible de Amazon. El mapa llegó a Estados Unidos, lo publicó The Atlantic, The Guardian... teníamos un mapa dando vueltas".

No lo sabían y eran pioneros en España y Europa: nadie había planteado como ellos esta manera de hacer urbanismo. La velocidad trepidante con la que avanzaban los datos abrió una oportunidad de negocio que todavía dura, y que con los años les ha llevado también a hacer pedagogía con los clientes públicos y privados.Ahora ya son 8 personas en el equipo y realizan tareas de consultoría para generar conocimiento dentro de la estructura de las administraciones, aparte de licitar concursos públicos de proyectos urbanísticos: Por el camino, los dos fundadores elaboraron un plan de estudios propio para formarse en programación.

"Lo que nosotros queremos es conseguir cambio, debemos conseguir que haya políticas o acciones, debe haber habido una determinación y una diagnosis", concluye Pablo, que es optimista con el nivel de transparencia de las nuestras administraciones. "Tener una buena calidad de datos es fundamental. Esto nos permite hacer planeamiento. Por ejemplo, en Cataluña tenemos un instituto cartográfico y geológico muy potente".

Uno de los concursos que han ganado recientemente es el de los ejes verdes: la agencia ha redactando el texto que evalúa el impacto de su implementación. El Ayuntamiento quería prever los posibles impactos negativos y la receta fue la misma que la de Ciutat Vella: una sopa de datos. Se trata de un proceso habitual: se realiza una actuación urbanística y en este caso debes poder decir que habrá riesgo de gentrificación o de subida de alquileres, y hasta qué punto es admisible este incremento.

Es la otra cara del urbanismo. "Suelemos asociar el urbanismo al diseño del espacio público, cuando más bien es una cuestión regulatoria, de la gestión y de lo que dejo hacer como administración". Este trabajo es a la vez un poco el paradigma de la transición del estudio: ya están invirtiendo más tiempo en ver ejemplos de políticas públicas europeas para ver si se pueden importar aquí.

También han trabajado con la gestión de la última milla: recopilaron los datos registrados con la aplicación móvil de la zona verde, también sobre cómo se aparcaba y con qué frecuencia, y de las tiendas del entorno y su dimensión; a partir de ahí se pusieron a hacer predicciones. "Una vez somos capaces de predecir comportamientos, hacemos modelos de gestión: cómo gestionaríamos una última milla en la ciudad. Y se propuso un modelo de concentración en 16 hubs en Barcelona, ​​donde se concentraban las mercancías", explica Pablo. El actual plan de actuación de Montjuïc lo redactaron ellos y es la guía de acciones prioritarias con las que opera el distrito para convertir la montaña en un parque equipado.

Recientemente, han cerrado un acompañamiento para detectar qué hay en la ciudad de Bolonia que incentive las desigualdades de género y cómo esto está reflejado en los datos para que cuando se hagan políticas públicas se puedan hacer con este sesgo corregido. "Lo importante es que haya un flujo de datos saludable: limpio, periódico, no sesgado y que nos ayude a tomar la decisión, que la política la encuentre reflejada de nuevo en esos datos", explica Pablo.

También han tenido momentos eureka: cruzando datos de rentas y movilidad han llegado a la conclusión de que la cultura es un elemento catalizador que evita la clusterización de la sociedad. Si se reduce la movilidad, la desigualdad aumenta porque cuando la gente se mueve de repente tiene acceso a servicios que no tiene al alcance si no lo hace. A partir de ahí se puede planificar la oferta cultural de la ciudad.

Otra conclusión ha sido descubrir que hombres y mujeres tienen diferentes preferencias a la hora de considerar si una ciudad es habitable. Hicieron un experimento cogiendo segmentos callejeros con más de un centenar de variables, como el número de árboles, coches, tiendas y la altura de los edificios. "Esto nos ayuda a generar un ranking compartido. Hemos hecho elegir al ciudadano entre dos fotos, pidiéndole cuál es más habitable, ya partir de las respuestas hemos ido ordenando cuáles son mejores", explica Pablo. La conclusión fue clara: la calle Finlandia y la rambla de Badal son los mejores lugares de Barcelona para vivir.

También han exportado parte de su conocimiento a Suráfrica. Tras trabajar en las favelas de Brasil, contactaron con la investigadora Angela Abascal, que trabajaba en el país africano, para detectar el estado de los slums –asientos no controlados de población–. Cogerán fotos y las enseñarán a locales para que ayuden a clasificarlos, un elemento clave para cualquier acción de mejora. "Nuestro algoritmo no identificaba si era destartalado o muy destartalado; en el mundo de la barraca hay muchos matices, muchas veces nosotros no podemos apreciarlo porque venimos de Barcelona", añade Martínez.

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