Gestionar el multilingüismo para hacer crecer el catalán

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Gente en el barrio de Fondo de Barcelona

No vivimos momentos dulces en lo que respecta al estado de salud del catalán. El último informe, encargado por el Govern, aglutinaba hace pocos días los datos ya conocidos sobre el retroceso en el uso social del catalán en todos los ámbitos (desde la calle hasta la escuela, la salud o el mundo audiovisual) y hacía pone de manifiesto, una vez más, la urgencia para revertir esta deriva. La salvación del catalán requiere mucho más que la voluntad y tozudez de quienes lo tienen como lengua propia de nacimiento. En la Catalunya de los ocho millones, que ha crecido y sigue haciéndolo sobre todo a base de oleadas migratorias —ahora de todo el mundo—, sumar hablantes es una obligación para garantizar el futuro. También es un objetivo que debe ser bien posible si se tiene en cuenta la distancia que existe entre el 80% de los ciudadanos que dicen que saben catalán y el 40% que, en realidad, lo utilizan habitualmente.

Se podría decir que Cataluña hoy necesita más a los nuevos hablantes que a los recién llegados necesitan hablar catalán, y eso debe cambiar, pero justamente la pluralidad de estos potenciales hablantes puede ser una oportunidad (“El bilingüismo mata al catalán y el multilingüismo lo salva”, repetía la lingüista Carme Junyent). La gestión de la diversidad lingüística puede hacer del catalán una lengua común y útil, pero para ello es necesario garantizar que se encuentre en la vida cotidiana. Los catalanes somos los primeros que tenemos la clave para abrir la puerta de la lengua a todos los recién llegados y futuros hablantes y hace falta aparcar prejuicios y tics discriminatorios. En el dossier incluimos un decálogo de buenas prácticas para afrontar con éxito la labor.

Tal y como señalan los expertos, tan importante es el interés o la motivación personal para el aprendizaje como un entorno propicio para que cada vez más personas adopten el catalán como lengua propia. Algunos de los testigos que acompañan al dossier recalcan lo vital que es este punto. Al mismo tiempo, la lengua debe ser un elemento central en el proceso de integración de todo el mundo que llega a Cataluña, como el trabajo o el hogar. Por eso, las políticas contra la segregación no pueden obviarla, sino que deben potenciarla como un eje primordial.

La estrategia que desde el Gobierno se adopte en los próximos años será decisiva para conseguir un cambio de rumbo en la curva de hablantes y hacer que vuelva a crecer con fuerza en todos los ámbitos. Y una primera prueba de fuego será el consenso que se alcance con el Pacto Nacional por la Lengua, que debe rubricarse en noviembre y que ya va tarde. El resultado de este pacto definirá como ambiciosa y efectiva será la política lingüística que debe desplegarse en las próximas décadas.

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