FARMACIA

El hombre que derrotó la resaca

El descubridor del ibuprofeno muere a los 95 años y deja el legado de una píldora mítica que creó todo un imperio farmacéutico

Albert Martín
4 min
El hombre que derrotó la resaca

Si el periodista Hunter S. Thompson tuviera que explicar quién fue el doctor Stewart Adams, descubridor del ibuprofeno, es posible que optara por hacer lo que mejor sabía hacer: el periodismo gonzo, que él mismo se inventó, y que consistía en acercarse a la noticia todo lo posible y, llevándola al extremo, vivirla en su propia piel.

Así, el célebre periodista habría tenido claro que no era posible explicar quién fue el farmacéutico británico sin: a) consumir una importante dosis de alcohol, que bien podría consistir en una inopinada mezcla de diferentes cervezas e insensatas series de vasitos de vodka polaco; b) acostarse tarde en la cama para levantarse temprano; c) empezar el día honrando el compromiso profesional a pesar del inevitable, persistente e incluso agudo dolor de cabeza; yd) comprobar qué puede hacer el ibuprofeno contra la encefalitis.

Desafortunadamente, Hunter S. Thompson traspasó en 2005, pero esta aproximación a Adams todavía es posible optando por el plan gonzo expuesto anteriormente. Y así, con un cierto espesor y escasa fluidez verbal, aspectos que quedarán enmascarados por los procesos de edición y de corrección, este malogrado periodista deberá apresurarse a explicar que el químico murió el 30 de enero a los 95 años, y lo hizo esquivando las primeras páginas de los periódicos. ¿Por qué debería estar? La respuesta es clara: ha pasado a la historia como el descubridor del ibuprofeno, uno de los medicamentos más populares y del que más se abusa, probablemente, en todo el planeta.

Mientras espera que la milagrosa pastilla de 600 miligramos y un leve regusto metálico surta efecto, el redactor podrá recuperar los detalles, de apariencia casi legendaria, que rodearon el descubrimiento del ácido propano -(4-isobutylphenyl).

La historia nos sitúa en el comedor de una casa en los suburbios de Nottingham, en el centro de Inglaterra. Un licenciado en farmacia que aún no ha cumplido 30 años trabaja para la empresa farmacéutica Boots. Se incorpora al departamento de investigación de la compañía y tiene una misión: encontrar un tratamiento para la artritis reumatoide. El reto pasa por descubrir una alternativa más potente que la aspirina, el analgésico que había reinado desde su descubrimiento, a finales del siglo XIX.

Su fichaje se produjo en 1952, y la investigación científica se alargó durante una década. Por el camino, Adams fichó para su equipo al químico John Nicholson y el técnico Colin Burrows, y se dedicaron a probar cerca de 600 compuestos, buscando lo que fuera más tolerable para el cuerpo humano.

Pero, ay, la industria farmacéutica no contaba entonces con los rígidos y laberínticos protocolos vigentes hoy en día, y que han convertido la investigación en un reto a la altura de Sísifo. En efecto, como puede verse en la foto que acompaña a este artículo, aquel pequeño equipo probaba sus compuestos en su propia piel, por lo que Hunter S. Thompson habría aplaudido. [Quizá sea el momento de explicar que el periodista ya ha abandonado la fase de las punzadas en la cabeza para entrar en una especie de zumbido incómodo, una fase del dolor claramente preferible pero alejada de la normalidad que requeriría la actividad profesional.] ~ BK_SALTO_LINEA~

“Creía que con el tiempo tendríamos éxito, siempre sentí que lo conseguiríamos”, manifestó Adams posteriormente. “Era importante probarlas y estaba emocionado de ser el primero en probar una dosis de ibuprofeno”, añadía el esforzado farmacéutico.

La larga vida del héroe de esta historia tiene un momento culminante que llega, atención, después de una noche de excesos etílicos. Al día siguiente, Adams debía pronunciar un importante discurso con el lógico malestar que arrastraba. “Era el primero en hablar y me dolía la cabeza después de haber salido la noche antes con los amigos”, rememoraba mucho después. Y así, después de una década de esfuerzos en el humilde laboratorio situado en una casa a las afueras de Nottingham, Adams tragó una dosis de la creación que acabaría siendo su legado vital.

El efecto no fue inmediato. Pero lo que su organismo sintió en las siguientes horas acabaría siendo el prólogo de una de las más impresionantes creaciones farmacéuticas de toda la historia.

El ibuprofeno salvó a Boots de la comprometida situación en la que se encontraba y ayudó a la empresa a convertirse en todo un gigante británico, aún hoy la cadena líder en belleza y farmacia en su país de origen, con más de 56.000 trabajadores y 2.500 tiendas. La magnitud de la empresa se entiende mejor recordando que, todavía hoy, multitud de empresas de todo el mundo fabrican 20.000 toneladas anuales del remedio que Adams descubrió en 1961 y que rápidamente se convirtió en la medicina perfecta para el dolor, la fiebre, la inflamación, el reuma, la migraña y el dolor menstrual.

En su viaje al ibuprofeno, el periodista comprueba que a las pocas horas el dolor se convierte en un incómodo recuerdo. Vuelve el silencio interior, es el momento de honrar íntimamente la memoria del hombre que descubrió el ibuprofeno y ganó una batalla épica: la que libramos contra la resaca.

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