Animales

¿Son conscientes de que existen los animales?

Reptiles, peces e incluso insectos podrían pertenecer a un club del que pensaba que los humanos éramos los únicos integrantes

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Un chimpancé a la selva

La pregunta del título es muy difícil de responder, porque los animales no pueden explicarnos si saben qué significa estar vivo. Todo lo que seamos capaces de concluir serán suposiciones a partir de una serie de experimentos difíciles de diseñar e interpretar. Por lo menos hasta hace poco, el consenso era que los únicos organismos conscientes éramos los humanos. Ni siquiera a los primates más cercanos evolutivamente se les concedía esta capacidad, lo que nos ponía en una categoría aparte dentro de los habitantes de ese planeta. Recientemente, un grupo de expertos han presentado un documento donde piden que se considere en serio la posibilidad de que haya muchos otros seres con conciencia de estar vivos, incluso fuera del reino de los vertebrados, lo que incluiría también los pulpos y las moscas .

No cabe duda de que lo que hace que los humanos seamos especiales es nuestro cerebro, capaz de hitos que ningún otro animal puede igualar. Pero esto no significa que seamos los únicos inteligentes de este planeta. Un perro, un delfín o incluso una abeja pueden realizar tareas que demuestran una buena capacidad cognitiva, entendida como la habilidad de adquirir, procesar, guardar e interpretar una información, y responder a ella. Es más: algunos cuervos son capaces de resolver retos que son imposibles para un niño de cinco años, por lo que podemos afirmar que, por lo menos durante un tiempo, son más listos que nosotros.

Pero el problema de comparar la inteligencia de los animales con la nuestra es que no tenemos una forma objetiva de cuantificarla. Los tests de inteligencia, que es lo que más se le acerca, sólo miden la capacidad de realizar tests, no la inteligencia real, y la mayoría no se pueden extrapolar fuera de nuestra especie. Por eso las típicas comparaciones que se realizan (“un perro es tan inteligente como un niño de tres años”, por ejemplo) son, en los mejores de los casos, muy inexactos.

En la misma categoría de capacidades cognitivas difíciles de medir en animales debe incluirse la conciencia, o la habilidad de tener experiencias subjetivas, como por ejemplo saber que uno existe. Todos los animales reciben inputs de su entorno, que les generan reacciones como placer o dolor, pero esto no significa necesariamente que sean capaces de reflexionar sobre estos hechos, como nos ocurre a nosotros. Tests como el del espejo, en el que se intenta analizar si un animal se reconoce, son modos indirectos de medir esta capacidad de integrar información con relación a uno mismo. A partir de estos resultados, hace tiempo que se sospecha que cuervos, elefantes, chimpancés y algunos peces podrían ser conscientes de ello. Pero esto podría ser sólo la punta del iceberg.

Declaración sobre la conciencia animal

Un grupo de cuarenta expertos en estudios de conciencia en humanos y animales, que abarca desde biólogos hasta neurocientíficos y filósofos, presentó recientemente en un congreso un documento llamado The New York Declaration on Animal Consciousness, donde reclaman que, basándose en los datos científicos disponibles, se amplíe el rango de especies que es probable que, en cierta medida, sean conscientes de ello. La declaración está disponible online y ya acumula cientos de adhesiones, lo que plantea un debate serio a quienes todavía mantienen el punto de vista clásico.

La declaración tiene sólo tres puntos, y se acompaña de un listado de artículos científicos que apoyan sus afirmaciones. Primero, considera que hay datos suficientes para creer firmemente que el resto de mamíferos, y quizás algunos pájaros, pueden exhibir algún tipo de conciencia. Segundo, dice que las observaciones empíricas hacen pensar que también habría una posibilidad real de que esta calidad se extienda, en mayor o menor grado, a todos los vertebrados y seguramente también a varios invertebrados (incluidos los moluscos, los cefalópodos, algunos crustáceos y los insectos). Por último, la declaración concluye que "es irresponsable ignorar estas posibilidades cuando se toman decisiones que afectan a estos animales".

Posiblemente, esto abrirá un período de discusión que estimulará la investigación en este campo y el desarrollo de nuevas formas de medir la conciencia. Si, al final, la declaración tiene aceptación, podría redefinir la forma en que interaccionamos con los animales. En las últimas décadas ya se ha conseguido que los animales de granja, los que se usan en investigación y las mascotas tengan unos derechos mínimos y sean tratados con respeto y dignidad, teniendo en cuenta que pueden experimentar un dolor, un desconfort y un estrés similares al de los humanos. Asumir que, además, tienen cierto grado de conciencia, quizás implicaría tener que repensar alguna de las normativas actuales.

Aunque la declaración no propone conclusión alguna en firme, sino que presenta una serie de dudas razonables, sí que nos obliga a bajar del pedestal ya plantearnos que, si la conciencia deja de pertenecernos en exclusividad, la distancia entre los humanos y los demás animales tal vez no sea tan grande como nos gustaría pensar. Mientras no se resuelve un debate complejo, lo lógico sería actuar con algo de humildad.

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