Oncología

Los supervivientes del cáncer infantil envejecen más rápido

Un nuevo estudio revela que los organismos de las personas que han sufrido un tumor cuando eran niños pueden ser hasta una década más viejos que la edad que tienen realmente

El reto de entender el cáncer infantil
30/06/2024
4 min

El principal factor de riesgo del cáncer es la edad: en general, cuanto más años vivimos, más probabilidades tenemos de desarrollar uno. Los cánceres suelen empezar a verse a partir de los 50, con un pico máximo de incidencia en torno a los 80, momento a partir del cual se convierten en menos frecuentes por motivos que no están del todo claros. Pero los cánceres infantiles se salen de estas estadísticas y lo cierto es que siguen unas reglas que todavía no entendemos bien. Aunque representan sólo un 1% del total y que los porcentajes de curación a menudo se acercan al 90%, su impacto social y emocional es muy elevado. Y, sin embargo, es una enfermedad muy poco estudiada. Ahora se acaba de publicar un artículo en la revista Nature Cancer donde se revela que en los supervivientes en el cáncer infantil se ve una aceleración del envejecimiento, hasta el punto de que sus organismos pueden ser hasta una década más viejos que la edad que tienen realmente.

El cáncer es una enfermedad que progresa lentamente porque necesita que una célula y sus descendientes acumulen una serie de mutaciones que les permitan adquirir las características que las hacen tan peligrosas. Todo esto mientras luchan por sobrevivir contra las defensas del cuerpo, que quieren eliminarlas. Es un proceso que suele durar dos o tres décadas. Pero esto no encaja con el concepto del cáncer infantil, de aparición mucho más rápida. La razón es que, aunque les demos el mismo nombre, el cáncer que vemos en niños es posiblemente una enfermedad diferente, relacionada más bien con un trastorno del desarrollo, según algunos expertos: en lugar de madurar, una célula embrionaria elegiría el camino equivocado, por motivos desconocidos, y se volvería maligna.

Sea como fuere, el tratamiento del cáncer infantil es similar al que se ha realizado siempre en adultos: cirugía, quimioterapia y radioterapia tienen unos resultados muy buenos en la mayoría de casos. Pero estas intervenciones son agresivas porque también tienen un impacto importante en las células sanas, lo que significa que llevan un coste asociado en forma de efectos secundarios. Esto es especialmente relevante en unos pacientes que todavía tienen la mayor parte de su vida por vivir y que arrastrarán secuelas de diversa intensidad para siempre.

Se reduce la esperanza de vida

El grupo dirigido por la doctora Kirsten K. Ness, del St. Jude Children's Research Hospital de Memphis, en Estados Unidos, analizó un parámetro poco estudiado en estos pacientes: el envejecimiento. Aunque no tenemos ninguna medida cien por cien exacta para calcular la edad real de los tejidos de una persona, podemos aproximarnos a ellos con los llamados relojes epigenéticos, que utilizan como marcadores las modificaciones químicas que sufre el ADN con el paso del tiempo. El equipo de la doctora Ness aplicó a más de 4.000 pacientes que promediaban más de 26 años que habían superado un cáncer infantil hasta siete métodos diferentes, que incluían estos relojes y otros test relacionados con el funcionamiento de los órganos. Así pudieron observar que habían envejecido entre cinco y 16 años más de lo que les tocaba, una media de un 5% más por cada año adicional de vida después de superar la enfermedad. Esto se relacionaba con un aumento de la fragilidad cuando llegaban a edades avanzadas y una reducción de la esperanza de vida, puesto que los que morían antes normalmente eran los que habían tenido resultados más altos en los marcadores de envejecimiento.

Los científicos descubrieron que algunos tratamientos tenían peores efectos que otros. Por ejemplo, los niños que habían recibido un trasplante de tuétano o quimioterapia con alcaloides envejecían más rápidamente. De la misma forma, ciertos tipos de cáncer, como los linfomas, los cánceres del cerebro y los tumores de Wilms, también tenían peores resultados. Cabe pensar que éstos suelen ser los que reciben tratamientos más agresivos.

Aún está por investigar más para entender el porqué de ese envejecimiento precoz, que debe ser multifactorial. Los mismos cánceres seguramente tienen algo que ver, quizás porque agotan las reservas de células madre, que son esenciales para ir reparando el daño de los tejidos. Pero parece que una parte importante del problema serían los tratamientos, que estropean el ADN de las células sanas, no lo suficiente para matarlas pero sí para provocarles un deterioro más rápido. También es cierto que se necesitarían métodos más fiables para medir el envejecimiento, porque algunos de los actuales son susceptibles a la acción de los mismos tratamientos, por lo que no se sabe si realmente están dando falsos positivos.

En cualquier caso, estos resultados hacen que sea aún más urgente que se destinen recursos suficientes a estudiar una enfermedad todavía muy desconocida. No es suficiente con tener tratamientos efectivos si, por otra parte, acortan la esperanza de vida de los supervivientes. De la misma forma que se ha hecho en el cáncer de adultos, es necesario encontrar soluciones dirigidas y específicas con menos efectos secundarios para los tumores pediátricos. Y la forma de conseguirlo es la de siempre: invertir más en investigación.

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