'El techo amarillo': Isabel Coixet firma el documental sobre el primer Me Too catalán
La película a partir de la investigación del ARA queda como testimonio y a la vez referente de la fuerza de una denuncia colectiva contra una situación de abuso
- Dirección: Isabel Coixet. Guión: Isabel Coixet y Laura Ferrero
- 94 min
- España (2022)
- Amb Aida Flix, Míriam Fuentes, Cristina Garcia, Goretti Narcís, Sònia Palau, Violeta Porta y Marta Pachón.
Las películas sobre el caso Harvey Weinstein como por ejemplo Untouchable o She said (sobre la investigación periodística del New York Times) no presentan los abusos sexuales del productor de Miramax como unos hechos aislados, circunscritos al ámbito privado y fruto de una mente perturbada, sino como un patrón de comportamiento repetido y consciente que se inscribe dentro de un sistema de poder (industrial, político, cultural, social...) que los tolera.
Miles de kilómetros separan Los Angeles de Lleida, y el cambio de escala de poder entre Hollywood y un centro de enseñanza municipal de artes escénicas es enorme. Pero, como demuestra El techo amarillo, el patrón que caracteriza una situación reiterada de violencia sexual no varía mucha de un lugar a otro. Y las mujeres que la han sufrido son igual de importantes sea donde sea. La película de Isabel Coixet parte del trabajo de investigación sobre los 20 años de abusos al aula de Teatro de Lleida que dirigieron Albert Llimós y Núria Juanico en este diario, para reconstruir el caso y sus repercusiones a través sobre todo de los testimonios en primera persona de las supervivientes y denunciantes. El contexto de la época y el funcionamiento de la escuela se ilustra con una buena cantidad de imágenes de archivo, tanto de los medios de comunicación locales como de vídeos domésticos. Estas son las únicas imágenes en las que aparece Antonio Gómez, el abusador, que se ha negado a participar en el largometraje, como tampoco han querido colaborar las directoras del centro de entonces.
Con los fundamentos del trabajo periodístico ya establecidos, Coixet se centra en dar espacio a las experiencias de las protagonistas, y a articular este retrato general de un caso de abusos, así como el proceso dificultoso para denunciarlos. Violeta, Sonia, Marta, Mireia, Goretti, Aida, Míriam y Cristina, entre otras, hablan sobre todo a través de entrevistas diversas en entornos acogedores. Pero la directora también las acompaña de visita al aula, para transmitir y conjurar el conjunto de sensaciones negativas con las que asocian el centro. Coixet también recurre a algunos elementos más simbólicos o metafóricos. Una secuencia por el desfiladero de Mont-rebei abre y cierra, antes de la coda final, la película. Mientras al principio funciona como el espacio donde resuenan las primeras voces todavía confusas de las jóvenes, al final es el paisaje por donde siguen el rumbo de su vida. El techo amarillo del título forma parte de uno de los relatos más escalofriantes, y deviene la metáfora del bloqueo que genera la violencia sexual, pero también la visualización abstracta de aquello que no se puede concretar en imágenes.
Si los abusos machistas siguen un patrón similar, también lo han acabado haciendo las formas de denuncia y de supervivencia. Lejos de las gestas individuales y épicas, y nutrido con los aprendizajes de las luchas feministas, el Me Too hizo patente que el camino se encontraba en la acción colectiva y el apoyo mutuo. Rigurosa con los hechos y sensible con las protagonistas, El techo amarillo no solo te remueve por dentro. También nos proporciona este referente fílmico que nos faltaba de un Me Too de proximidad.