Alvise Pérez: el punitivismo trol

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Alvise Pérez vota en Sevilla el día de las elecciones europeas.

Se Acabó la Fiesta de Alvise Pérez ha conseguido el 4,59% de los votos (2,81% en Catalunya), es decir, más de 800.000 votos, que se traducen en tres escaños, prácticamente igualando a Sumar (4,65%). Este resultado frenó el ascenso de Vox sobre todo en la Comunidad de Madrid, donde el partido de Abascal apenas subió unas décimas respecto a las últimas elecciones europeas (del 9,89% al 10,72%), mientras que Alvise Pérez sacó el 5,06% de los votos. Sumando los dos partidos ultras tenemos un 14,2%, unos números similares a los de Alternativa para Alemania (16,1%), lo que muestra la consolidación de un espacio ultra que solo hace unos meses parecía que iba a ser fagocitado por el PP.

Alvise Pérez podría ser visto como un populista heterodoxo, conspiracionista y justiciero. Un Ruiz Mateos (3,84% de los votos en las elecciones europeas de 1989) de red social que se ha aprovechado de la circunscripción única para conseguir el aforo que proporciona el escaño frente a los muchos casos que tiene abiertos por difamación por su actividad como "periodista agitador" ultra. Sin embargo, Alvise Pérez representa algo muy contemporáneo: es la unión entre el hecho ultramoderno en el campo de la comunicación en las redes y la reacción clásica de la derecha ultramontana española con un barniz conspiranoico trumpista.

Alvise es el político trol constituido dentro del mundo digital que encarna una cultura de la polarización que emplea el insulto, la agresividad y la mentira propia de las redes sociales pero que, a diferencia de Vox, no como medio para conseguir crecer sino como un fin en sí mismo. Un nihilismo reaccionario, constituido en una colección de exabruptos y memes vestidos de antiestablishment (el retorno del término casta) que no buscan la movilización a través de la persuasión y la dialéctica sino que la movilización se genera en torno a la burla, el insulto, la amenaza y el ensañamiento para conjurar el resentimiento existente en torno a una promesa etérea: la lucha contra la corrupción. Una estrategia que tiene un ejército de seguidores, llamados ardillas (simbolizados por una ardilla que lleva una máscara de Guy Fawkes) y que actúan en una guerra de desinformación y difamación. Una guerra en la que el escarnio y las palabras gruesas se transmiten a través de una estética mainstream más propia del marketing del mundo influencer donde la estética de protesta y del consumismo se fusionan. Un discurso marcado por la glorificación del individualismo y la exacerbada competitividad que legitima los principios más dogmáticos del neoliberalismo y que ofrece a una juventud sobre todo masculina un modelo de masculinización reaccionario bajo una apariencia rompedora para escapar de la precariedad existencial.

Los mítines de Se Acabó la Fiesta hacen uso de la estética de la protesta. Son encuentros en plazas donde Pérez, altavoz en mano, como si se tratara de un líder sindical, berrea que enviará a todos los políticos a la cárcel por corruptos, insulta a Irene Montero y Puigdemont, demoniza al inmigrante y pide penas de prisión más altas. Un discurso que sobre todo es punitivista, que dice ser antiestablishment, pero que tiene a la judicialización como elemento rector, algo sorprendente teniendo en cuenta el currículum del personaje, que siempre ha hecho política a golpe de denuncia. La estrategia judicializadora paradójicamente acaba por glorificar el poder judicial, una de las patas políticamente más activas y poderosas del sistema político español. La glorificación de una élite judicial que no deja de excederse en sus funciones, es decir, moralmente corrupta, significa la oda a un poder crudo que actúa sin miramientos contra los enemigos de España y los delincuentes. Alvise Pérez activa la adulación de un poder esencial encarnado en la judicatura y en las fuerzas de seguridad del estado. La activación de un deseo primario de poder es una característica propia del fascismo que acaba siendo no solo un arma para movilizar a las masas y para destruir a los enemigos políticos sino también un medio que, al estar acompañado de teorías conspiranoicas, acaba alimentando la desconfianza al conciudadano y hacia cualquier estructura cívica.

Alvise Pérez es un ectoplasma político de nuestro presente: un asesor sin escrúpulos de UPyD y Ciudadanos que ha nadado durante años en el alcantarillado de las mentiras digitales y que muta ahora a político justiciero. Un trol que cabalga sobre las fuerzas desreguladoras de la jungla digital y que flirtea sin problemas con las fuerzas vivas de Villa y Corte que "milagrosamente" escapan de su ira de anticorrupción punitivista.

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