Balzac decía que el amor no es sólo un sentimiento, también es un arte. Stendhal decía que la persona que no ha vivido una gran pasión desconoce la mitad más hermosa de la vida. Oscar Wilde decía que deberíamos estar siempre enamorados. Por eso nunca deberíamos casarnos.
Nunca nos cansaremos de escribir ni de leer sobre el amor. Todo el mundo significa la suya. Todos los escritores del mundo han querido hablar de ello, fuera para desahogarse o para intentar, por enésima vez, inventar una historia de amor nueva, que nadie hubiera escrito antes.
He leído, uno tras otro, tres libros que hablan de amor y sólo de amor. Han sido escritos por dos mujeres y un hombre en épocas distintas, en lenguajes diversos, con intenciones quizás contrapuestas y, sin embargo, tienen mucho en común porque, como diría Emily Dickinson, lo único que sabemos del amor es que amor es todo lo que hay.
El accidente, de la autora madrileña Blanca Lacasa, describe los primeros pasos –dando tentines– de un enamoramiento. Un hombre y una mujer se conocen y gustan. Él es gay. La narración de este "accidente" es breve e intencionadamente aséptica, como si fuera el informe de un entomólogo sobre el comportamiento de unos bichos. Breve, original, rabiblemente moderna, la ha publicado Libros del Asteroide.
También es breve la novela Viaje al pasado, de Stefan Zweig, que ha publicado Viena en la colección Pequeños Placeres con traducción de Clara Formosa. También nos cuenta una historia de amor interrumpida por el estallido de la Gran Guerra. Al reencontrarse después de nueve años, Zweig nos plantea si un gran amor habrá podido resistir el paso del tiempo, la distancia y la traición. Lejos de la frialdad de la narradora de Blanca Lacasa, Zweig se deja arrastrar por las palabras más apasionadas: "Dios mío, ¡qué largos, qué inmensidad aquellos nueve años, cuatro mil días, cuatro mil noches hasta hoy, hasta esta noche!"
La tercera lectura sobre el amor ha sido la singular novela Lisa Cohen, de Ada Klein Fortuny, publicada por La Otra Editorial. La protagonista escribe una larga carta a su amante, con quien está a punto de encontrarse, donde habla de los hombres que ha amado y la han amado antes que él. A modo de un manual de instrucciones, dice Lisa Cohen.
Esta mujer ha vivido amores diversos, todos ellos intensos, y ha entendido que el amor te hace vulnerable y te desgasta, te exige concesiones y te pone a prueba. "El amor es tan difícil como hacer una tortilla a la francesa –dice– pero que igualmente vale la pena".
Una aseveración que –me atrevería a decir– probablemente comparten los protagonistas deEl accidente, de Lacasa, y de Viaje al pasado, de Zweig.
Ha sido una buena experiencia, leer tan seguidas estas tres historias de amor. Y es un placer saber que habrá tantas más que leer, tantas que todavía no han sido escritas o vividas.
Empiezo Cartas de amor, de Virginia Woolf y Vita Sackville-West, que ha traducido Mireia Vidal-Conte y ha publicado Ediciones de la Ela Geminada. En la nota introductoria, las editoras huyen de buscar una etiqueta para la relación de estas dos mujeres. "Amantes son dos personas que aman", dicen. No puedo estar más de acuerdo. Como los protagonistas deEl accidente y los de Viaje al pasado, como Lisa Cohen y sus amores del pasado y del presente. Como Virginia y Vita.