Veinticinco científicos han publicado una carta en la revista Nature alertando del riesgo que suponen las distintas variantes del coronavirus para los demás homínidos o grandes simios (Gillespie y Leendertz 2020). Hay que tener en cuenta que los demás homínidos son muy vulnerables a patógenos respiratorios humanos en general (Gibbons 2020) y que los chimpancés de Tai, en Costa de Marfil, ya se contagiaron de otro coronavirus humano menos peligroso, el OC43, en 2016 (Patrono et al. 2018; Carrington 2020). Los gorilas de San Diego han logrado sobrevivir al Covid-19 pero algunas mutaciones de este virus podrían ser mortales para otros gorilas u otros grandes simios (Brunette 2020; UNESCO 2020).
Desde el Proyecto Gran Simio hemos enviado fondos, por ejemplo, al centro de rehabilitación de orangutanes de Biruté Galdikas en Borneo, para comprar tests y mascarillas. Pero hacen falta más fondos, y hace falta también una respuesta institucional y un esfuerzo de cooperación internacional porque, además del peligro que suponen las nuevas cepas, la pandemia ha traído de la mano a la crisis, el desempleo, la pobreza, la ausencia de los lugares de trabajo habituales, y la falta de medios públicos. Todo ello intensifica la tentación de adentrarse en los territorios simios y ganar dinero extrayendo sus recursos o vendiendo bebés simios, manos disecadas, o carne de homínido para comer. Y aunque los homínidos libres benefician mucho económicamente a los países en los que se encuentran, por ejemplo, atrayendo científicos, turistas, equipos de filmación, y fondos internacionales para la conservación, la gente no piensa en el bien común y el largo plazo cuando hay crisis y poco control. Además, con menor presencia internacional, hay menos fondos y menos ojos observando la zona, y es más fácil que recuperen el control los grupos armados a los que no interesa, por ejemplo, que la salvación del gorila interfiera con la explotación del coltán.
Numerosos científicos han señalado el tráfico de especies y la pérdida de la biodiversidad como las condiciones que han facilitado la propagación del Covid-19 (Platto et al. 2020). Esto debería hacernos reflexionar sobre cómo convergen los distintos problemas. El tráfico de especies salvajes y la pérdida de la biodiversidad nos han llevado a la pandemia que estamos padeciendo, la cual puede llevar a su vez a la extinción de los grandes simios. Además de la tragedia que ya todo esto entraña, la extinción será también un desastre desde el punto de vista del tráfico de especies y la biodiversidad, no solo por los distintos efectos que tienen los simios sobre su medio --por ejemplo, mediante la expansión de semillas-- sino porque su presencia atrae a profesionales, como primatólogos, y fotógrafos, que a su vez atraen fondos y vigilancia a las comunidades locales, que protegen indirectamente a otras especies. Sin los simios, habrá menos fondos y vigilancia y más furtivismo, y se intensificará el tráfico y la reducción de la biodiversidad que han dado lugar a la pandemia, aumentando el peligro de nuevas pandemias, y nuevas extinciones. Se trata de un círculo vicioso que es necesario romper.
En algunos lugares, incluyendo España, algunos estados norteamericanos y algunos países árabes, todavía no se ha prohibido la tenencia privada de grandes simios. Mientras esto se permita, seguiremos encontrando anuncios en internet, como encontramos ahora, que ofrecen bebes homínidos como mascotas. Como para robar un bebé suele ser necesario matar a su familia, mientras continúe el tráfico continuarán las matanzas de grandes simios y de los guardas forestales que intentan protegerlos.
Compartiendo las preocupaciones del Proyecto Gran Simio, Francisco Garrido, diputado del PSOE-Los verdes, presentó una Proposición no de Ley en 2006, que fue aprobada por el Parlamento Balear en 2007, solicitando reformas legales que permitiesen proteger a los grandes simios y terminar con el tráfico y la explotación de homínidos-mascota en nuestro país. También Joan Herrera, diputado de Iniciativa per Catalunya-Verts, presentó una Proposición no de ley en apoyo del Proyecto Gran Simio, alertando, ya en 2008, del peligro que presentaban las pandemias zoonóticas para los humanos y los demás homínidos. José Luís Rodriguez Zapatero no la ratificó pese a que fue aprobada en parte por una amplia mayoría y en parte por unanimidad, y que su partido había defendido un año antes una propuesta semejante. Uno se pregunta qué más tiene que ocurrir para que alguien recoja esta antorcha y pida, como mínimo, el tipo penal agravado para la tenencia y tráfico ilegal de homínidos que Herrera propuso.
Los países donde residen los grandes simios libres no son los únicos que han participado en el tráfico de especies, ni los únicos que tienen viajeros frecuentes que han participado en la expansión del virus por el mundo. La pandemia, y sus consecuencias, incluido el peligro de extinción de los simios, son responsabilidad de todos, y la cooperación internacional es fundamental para que nuestros hermanos evolutivos, puedan conservar sus familias, sus culturas y su futuro.
Paula Casal es investigadora ICREA en el departamento de derecho de la UPF