El contador de basura
17/06/2025
Directora del ARA
4 min

Aterrizaron en un espacio oscuro, húmedo y lleno de desechos: el compactador de basura. El agua sucia cubría el suelo y el aire olía a metal oxidado. Trozos de trastos, circuitos rotos, restos orgánicos... Ahí acababan las cosas olvidadas por el Imperio. Y quizás también las personas. Con un ruido seco y mecánico, una de las paredes del compartimento empezó a moverse inexorablemente. Luego la otra. El compactador se activaba. Las paredes empezaban a juntarse. No había salida. La sala se convertiría en una tumba de metal.

Quizá algún lector ha recordado también esta semana La guerra de las galaxias y el compactador de basura que amenaza a los protagonistas, Chewbacca incluido. El caso es que la situación política en Madrid es hoy una de esas películas en las que los personajes quedan atrapados en una sala con paredes que se mueven amenazando inexorablemente con aplastarlos.

Hasta el pasado jueves cinco frentes judiciales afectaban directa o indirectamente al entorno del presidente Sánchez: tres vinculados a sospechas de corrupción, uno a un conflicto de intereses familiar y otro a una investigación institucional relacionada con el fiscal general del Estado. La tormenta judicial y política era compleja, pero parecía gestionable, hasta que salió a relucir que Santos Cerdán, un hombre de su completa confianza y secretario de organización del PSOE, habría cobrado con el exministro Ábalos y el conseguidor Koldo García a cambio de la licitación de obra pública. Si el documento de la investigación de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil es ya demoledor, se ha ido complementando con unos audios berlanguianos que dejan poco espacio a la imaginación o a la duda. Reparto de sobres, desconfianzas mutuas, constructoras que les agradecen los servicios prestados para facilitar contratos de obra pública, elección sexual para el fin de semana... Un espectáculo poco compatible con el discurso regenerador sanchista y con tantos hilos para tirar que no se puede descartar la financiación irregular del partido y que tengan que reabrirse vías como la de Venezuela. En los audios se habla de comisiones millonarias a través de una petrolera venezolana intermediada por el empresario Víctor de Aldama. Una oferta hecha a Ábalos vía Koldo a cambio de una gestión de Sánchez con Juan Guaidó que reportaría medio millón al mes durante tres años. Recordemos que Ábalos se reunió con la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto de Barajas y que la UCO sostuvo que el motivo del viaje era la entrega de 104 lingotes de oro, con un valor de 68,5 millones de dólares, negociados con el empresario Victor de Aldama.

El gran problema de los socialistas es que hoy todo está en cuestión. La credibilidad se ha derrumbado y Pedro Sánchez se ha quedado sin el relato fundacional de lucha contra la corrupción del PP y con el partido desconcertado y desmoralizado, en plena tormenta por el procesamiento del fiscal general del Estado y con un calendario judicial que llevará a juicio a su hermano, cuando se está instruyendo un caso contra su mujer y está a punto de ver a sus colaboradores directos declarar en el Tribunal Supremo.

Sánchez tiene muy difícil no ser tragado por el fango que tanto había denunciado. Cuando en el 2018 se subió a la tribuna del Congreso y prometió limpiar las instituciones contaminadas por la Gürtel, por los sobresueldos y por los silencios cómplices, la moción de censura a Rajoy no era solo una operación aritmética: era una operación simbólica. El PSOE se presentaba como el garante de una nueva ética pública y el caso Cerdán es un golpe directo al corazón del sanchismo, porque Santos Cerdán era el arquitecto orgánico del poder, el eslabón entre Ferraz y la Moncloa. El hombre encargado de las relaciones delicadas, incluyendo a Carles Puigdemont.

La sensación de vértigo es palpable entre los socialistas, y necesitarán una reflexión política colectiva que haga cambios reales dentro de un partido con la vieja guardia felipista rencorosa y crecida, y sin un relevo natural a Sánchez.

Mientras tanto el PP se frota las manos, pero nada más. La impotencia de Feijóo es que no puede dialogar con nadie que no sea Vox y, por lo tanto, no se atreve a presentar una moción de censura. Una vía creativa podría ser la moción para acudir a elecciones, pero eso le exigiría capacidad de diálogo. El PP tiene prisa por derribar a Sánchez porque sigue arrastrando estructuras corruptas como la Gürtel, la Púnica o la operación Kitchen, con condenas firmes, un partido sentenciado y un presidente del gobierno destituido. El calendario judicial indica que en mayo del 2026 llegará a juicio el escandaloso caso Kitchen.

Como la política es una cuestión aritmética, Sánchez solo podrá sobrevivir si presenta una cuestión de confianza. Si los socios la votan, ganará oxígeno. Si no la votan, los socialistas podrán ir a elecciones agónicamente. Si no hace nada, las paredes lo aplastarán, y cada vez las tiene más cerca.

En cuanto a la opinión pública, cuando la sociedad acaba creyendo que "todos somos iguales", el peligro no es solo la desafección, sino el populismo que se alimenta de ella. Veremos si alguien es capaz de detener la asfixia dentro del compactador de basura.

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