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Nunca en un solo día se había perdido tanto dinero en bolsa. La start-up china DeepSeek ha aparecido en el mercado esta semana y ha revolucionado un ecosistema, el de la inteligencia artificial (IA), dominado hasta ahora por Estados Unidos. La primera gran afectada ha sido Nvidia, que no solo tenía la hegemonía dentro de los algoritmos, sino que se había posicionado como la empresa internacional con mayor valor. Desde EE.UU. se había prohibido vender a China los chips más potentes, intentando evitar así la competencia dentro de los chats inteligentes o la carrera militar. Pero, como en tantas otras regulaciones, el efecto ha sido el contrario a lo esperado: en vez de desmoralizarse con los chips de segunda generación con los que tenían que trabajar, los creadores chinos se motivaron aún más: ahora veréis de lo que somos capaces. Y, al menos a simple vista, desde el continente asiático parece haberse ganado no solo en capacidad, sino también en eficiencia. Con una inversión drásticamente menor, DeepSeek ha conseguido competir en la misma liga que ChatGPT y, sorprendentemente, con mayor transparencia, al ser de código abierto. Cambian las reglas del juego y la competencia tecnológica a nivel global. ¿Pero qué papel puede jugar Europa en este escenario?
DeepSeek no solo desafía a Nvidia, sino que cuestiona el modelo que hasta ahora había sostenido la burbuja de la IA: la necesidad de grandes infraestructuras e inversiones multimillonarias. No es la primera vez que una innovación de este tipo modifica el tablero de juego, ni que empresas tecnológicas consolidadas, como por ejemplo IBM, Kodak, Netscape o BlackBerry, pierden su poder por no saber adaptarse los cambios de nuevos competidores. Pero aquí no se trata solo de una carrera entre empresas. Aquí hay también una competición entre grandes bloques económicos, con China emergiendo como el gran competidor. Desde principios de siglo ha pasado de ser una economía basada en la manufactura a convertirse en un centro de investigación y desarrollo tecnológico. Aquí existe una lucha entre gigantes geopolíticos. Y algunos equiparan la irrupción de DeepSeek con el sorprendente lanzamiento del satélite Sputnik en 1957 por parte de la Unión Soviética, que descolocó a unos americanos que se creían tecnológicamente mucho más avanzados.
En ese combate, a Europa le queda un rol secundario, con poca capacidad inversora y un papel centrado en la regulación del mercado. Ahora, la llegada de una IA de código abierto no solo reduce la dependencia del monopolio americano de los chips, sino que podría también abrir una brecha en el mercado. En el Viejo Continente contamos con talento científico para competir al más alto nivel, pero no hay una estrategia clara. La receta la daban recientemente los informes Draghi y Letta: aumentar la inversión en innovación y tecnología (ahora por debajo de EE.UU. y China); unificar el mercado tecnológico eliminando barreras internas y permitiendo la creación de empresas competitivas, y adoptar una política industrial activa que impulse a grandes empresas tecnológicas europeas en lugar de solo regular las foráneas.