Hoy hablamos de

Trump, el mejor vendedor del peor producto

Erasmo de Rotterdam
12/04/2025
Director adjunto en el ARA
3 min
Regala este articulo

El perdón, la compasión, el respeto al prójimo, la ética del trabajo, la humildad, el amor... Son valores que, quieras o no, nos han regado durante siglos. Y que, pese a la muerte de Dios y el triunfo de la IA despersonalizada, se resisten a desaparecer. ¿Nostalgia de la fe? No. Quizás nostalgia de la vida buena. El president Salvador Illa, como un Pujol de izquierdas, proclama sin vergüenza estos valores. El presidente Donald Trump en la práctica los niega ruidosamente cada día. Por acción o por omisión, uno y otro nos recuerdan esta corriente de fondo de la historia de Occidente que bebe del mundo clásico grecolatino y de la figura redentora de Jesús. Humanismo cristiano: la persona, con sus contradicciones y debilidades, en el centro.

La posmodernidad relativizó estos valores, rompió las certezas: sobre todo la idea de progreso. Dejó a la persona más libre pero a la intemperie. En tiempos desconcertantes y desesperanzados como los actuales, de forma consciente o no, buscamos alguna seguridad a la que agarrarnos, alguna verdad sencilla y esencial. Ante la impotencia de un mundo a la deriva, son muchos los que se reconcentran en sí mismos, mirando a su interior: a través del yoga, del arte, de la literatura, de la reconexión con la naturaleza... La huida hacia adelante de la mano del consumo material solo produce una insatisfacción adictiva.

Las ideologías y la política han quebrado. La democracia vuelve a estar en la cuerda floja. El ruido populista ultra se ha apoderado del debate público, como una especie de milenarismo apocalíptico, como una religión sectaria y antirrevolucionaria. Esto es lo que representa Trump, antítesis del humanismo cristiano. Si un personaje relevante le hace de contrafigura, es el papa Francisco. El hecho de que el pontífice se esté apagando no hace más que acentuar el contraste: la vitalidad del mal contra la fragilidad del bien. Malos tiempos para la bondad. El atractivo de Trump es precisamente el del abismo demoníaco, el de la transgresión total, la fuerza de quien tiene la idea de tirarlo todo por la borda, de romper el juguete. ¿Verdad que el mundo no funciona? Pues empecemos de cero. Esta es la retórica y la gestualidad nihilistas que lo hacen triunfar.

"Somos los peores vendedores del mejor producto", dice sor Lucía Caram de la Iglesia en relación al mensaje cristiano. Un día Caram le dijo al Papa: "En la Iglesia católica es muy difícil ser cristiano". Y el pontífice le respondió: "¿Me lo dices o me lo cuentas?" Con Trump es al revés: es el mejor vendedor del peor producto. ¿Qué producto?: el fuerte tiene derecho a comerse al débil, el pobre lo es porque se lo ha buscado, la cooperación es una trampa, la compasión una estupidez. Juega con la aporofobia, el miedo a los pobres, a los inmigrantes. Juega con el espejismo de la riqueza. El suyo es un mundo de buenos y malos esquemáticos. No de personas singulares, estimables. Como decía de los gobernantes el humanista cristiano Maquiavelo, Trump quiere ser a la vez temido y amado, y si tiene que escoger, más temido que amado. Pero está lejos de parecerse al Príncipe, al astuto y culto a César Borja. Eso sí, como a él, le gusta hacer la guerra. Por el momento, la comercial.

Decía Pascal, otro humanista cristiano: "El hombre no es ni ángel ni bestia, y quien quiere hacer de ángel hace de bestia". Trump no disimula. Directamente quiere hacer de bestia. Es transparente en su voracidad de poder y gloria. Es como si estuviera jugando a cambiar el destino del mundo, como un loco. Erasmo de Rotterdam, padre del humanismo e hijo ilegítimo de un cura católico, en su satírico Elogio de la locura ya advertía de que los individuos suelen moverse por el inútil deseo de fama y que la imprevisible Locura, antítesis de la razón, es la responsable de causar las guerras. No, razonable no es, el codicioso Trump. Ni pretende serlo. ¿Tiene algún sentido del bien y del mal? El actor Robert de Niro cree que no, que es peor que un villano, cree que es un ser amoral. Diría que tiene razón. Trump es una prueba palmaria y llamativa de la necesidad de insuflar nueva vida al humanismo cristiano, un buen producto clásico para el comercio mundial de las ideas.

stats