La próxima filtración
Escenario: la sede de Ferraz del Partido Socialista. Puesta en escena: rictus de tristeza, una sucesión de giros retóricos para expresar el dolor por la traición de una persona –Santos Cerdán– a la que había dado larga confianza. Pedro Sánchez quería dejar claro que el problema era de partido, no de gobierno. Y que estaba dolorido por la traición de una persona que consideraba amiga. Trasladando la responsabilidad al PSOE, era evidente que no pensaba tomar ninguna medida que afectara al gobierno, pero, sin embargo, él es también la máxima autoridad del partido. ¿Dónde estamos?
Haciendo del problema una traición personal, parecía dar a entender que con la expulsión de Santos Cerdán queda cerrado el episodio. Y que si se ha llegado hasta aquí es porque el presidente desconocía por completo las operaciones de esa banda. ¿Significa esto que el presidente está seguro de que no puede salir ninguna información más que lo comprometa? Desde el 2015, cuando empezó en Navarra, Santos Cerdán hacía y deshacía en el espacio socialista, con una eficacia que hizo que se ganara el respeto del presidente, que lo fue incorporando a su grupo más cercano. ¿Nunca le llegó ningún indicio? ¿Nunca sospechó de nada? Si es así, algo falla en los sistemas de control de los socialistas, sea en el partido o en el gobierno. ¿Habrá venganza?
El mensaje que dio Sánchez está claro: una traición de una persona que consideraba amiga. Por su parte no hay nada que esconder, refuerzo, pues, de los sistemas de control, auditoría, y adelante. ¿Hasta la próxima filtración? Cierto, Sánchez sabe que tiene margen porque la oposición no tiene fuerza para obligarlo a nada. Un PP con empuje, con un líder al alza, habría podido dar el golpe necesario para pasar página. Pero Feijóo hace tiempo que parece que a la hora de pasar del bla, bla, bla al acto es consciente de sus limitaciones. Una moción de censura rebotaría sobre su cabeza, solo serviría para abrir vía a Sánchez hasta el final de la legislatura. Con Abascal y Ayuso como compañeros de viaje, Feijóo lo tiene muy difícil para sacar rendimiento de la coyuntura.
Sánchez gana tiempo manteniendo el horizonte electoral en el 2027. Su apuesta requiere una certeza: la convicción de que no saldrá nada que lo salpique directamente. Y una determinación: dos años para hacer limpieza. Su autoridad sale tocada de ese episodio. Los enemigos internos y la vieja guardia socialista, con Felipe González, que hace tiempo que desertó seducido por las músicas autoritarias que se propagan en Europa, esperan su resbalón con ganas. Y, sin embargo, si cumple sus promesas de limpieza y regeneración, podría acabar manteniendo a la derecha acorralada. En buena parte, todo dependerá de la próxima filtración.