El síndrome Fortunio Bonanova

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Fortunio Bonanova en una imagen promocional de la época.

Se puso otro nombre. De la noche a la mañana. De José Luis Moll (1895, Palma) en Fortunio Bonanova (Woodland Hills, California, 1969). ¿Por qué este travestismo nominal, muchacho? Fortunio porque iba loco para buscar fortuna. Bonanova porque amaba locamente este barrio de Palma. ¿Y qué ocurrió?

El mallorquín saltó (¿con pértiga? ¿Mosquito atómico? ¿Cohete de cacahuetes?) de Mallorca en Hollywood. Bien, siempre todo es más complejo en este valle de lágrimas que nunca tiene sequía y son copiosas las tormentas segregadas por las glándulas lagrimales, y el caso es que lo bueno de Fortunio pasó por Madrid, París, Nueva York, donde va ser un líquido barítono años, pero claro, él buscaba a Fortuna, buena, dorada, visible, pública, de primer plano... el cine.

Contado y debatido Fortunio Bonanova salió, o medio salir, a un centenar de películas. ¿Estrella? Bien, siempre, todo es más complejo en este valle de secreciones... Snif. Claro, en algunas películas, las escenas en las que salía, no salían en la edición final... Fortunio era un secundario. Pero sin embargo se asomó a filmes como Ciudadano Kane, de Orson Welles; El hombre que mató a Liberty Valance, de John Ford; y con Carol Reed, Billy Wilder, Otto Preminger... Sacaba el dedito, las uñas, lo que fuera, por todas partes, pero era eso: un extra, un segundo, circunstancial, subsidiario, marginal... Eso sí: omnipresente . ¿Fortunio tuvo fortuna? Quizás era ser eso: nunca llegar a ser protagonista. Siempre estar ahí. Estar allí. Lo llaman voluntad de ser.

Fortunio Bonanova es como Cataluña, Baleares, la Comunidad Valenciana: somos actores secundarios, terciarios, cuaternarios en nuestro propio país. A pesar de movernos no salimos al plan. Damos los saltos, las piruetas de Fortunio, pero la cámara no nos ama, y ​​sin embargo tenemos, expresamos, exhibimos una voluntad de estar, de estar, de aparecer. Hoy nos ocurre, como siempre, pero también más que nunca: políticamente, con la lengua, la cultura, la gastronomía, la ciudad de Barcelona... con todo. En nuestro país se nos otorga un papel de extras. Y nosotros le adoptamos como una segunda piel que pasa a ser primera. Y ya no sabemos qué piel somos. Pese a dejarnos la piel para salvar la piel... acabamos siendo piel. O no.

Pone la piel de gallina, pero de joya punki, de emoción de libertad asilvestrada, de abrir los ojos, ver el programa del decimonoveno coloquio internacional de la North American Catalan Society (NACS). Lo hacen en la universidad de Minnesota. Tres días: del 18 al 20 de abril. Habrá decenas de profesores, investigadores, expertos. Catalanes y no catalanes. Hablarán, académicamente, de todo: Rodoreda, Apel·les Mestres, Mercè Ibarz, la cocina popular catalana, las series de televisión, la lengua de los sermones en las iglesias, Marx en Cataluña, el cine rural catalán, el vino... Infinit . Esto es ser actor principal. Esto es ser star.

La NACS nace en 1978 durante el Primer Coloquio de Estudios Catalanes de Norteamérica que se celebró en la Universidad de Illinois. Hay profesores, investigadores, estudiantes, especialmente de Estados Unidos y Canadá, que estudian aspectos sobre los países de habla catalana. Pere Pi i Sunyer, exiliado con su familia en 1936-1939, y uno de tantos catalanes que lo han dado todo al mundo por Cataluña, escribió los días del nacimiento de la NACS que “los catalanófilos de todo el mundo forman hoy un pequeño ejército de estudiosos, cuando hace tan sólo cincuenta años debían contarse por individualidades”. Quizás somos protagonistas y no lo sabemos y ni queremos saberlo. También quizás estamos más en el mundo, de lo que creemos, más que en el propio país de lo que queremos. Quizá sea mejor ser cabeza de arenque vivo que cola de león muerto. Quizás más vale ser ningún catalán vivo que ningún catalán muerto. Hay que ser siempre protagonista de la vida. Hace falta siempre dar la cara.

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