Bienvenidos a la guerra civil de la derecha española

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Feijóo y Abascal juntos.

BarcelonaEntre los analistas de la prensa de Madrid hay bastante consenso hoy al decir que Vox ha cometido un grave error abandonando a los gobiernos autonómicos y retirando el apoyo al PP. Y la rebelión de algunos consejeros como el de Extremadura y los de Castilla y León que se negaron a dejar los cargos podría apuntar a una grave crisis interna en Vox. Pero todavía es temprano para que el PP cante victoria. Veámoslo.

Es cierto que ahora Vox pierde mucho poder institucional, que significa visibilidad y recursos, pero también refuerza su principal línea política, que consiste en equiparar al PP con el PSOE, y gana autonomía estratégica. No se trata de una decisión improvisada por la dirección, por mucho que haya molestado a los dirigentes territoriales que hasta ayer tenían coche oficial, sino que se enmarca en una lucha más de fondo entre PP y Vox por el voto de la derecha.

Para entender el movimiento es necesario entender la psicología del votante de extrema derecha, que es bastante prepolítico, antisistema, y ​​recela de las prebendas del poder. Vox ya ha demostrado que es capaz de ocupar el poder y arrastrar al PP a sus posiciones en temas clave. Y ahora remacha el clavo mostrándose como un partido que renuncia a los cargos para defender sus principios. En las redes sociales era visible ayer cierta euforia voxista para romper amarras con el PP de Feijóo. Su perímetro electoral quizá no se ensanche, pero seguro que ahora está más cohesionado y taponará los escapes hacia los Alvisas de turno.

El movimiento de Abascal es la consecuencia de otro movimiento previo de Alberto Núñez Feijóo, que es el de pactar la renovación del CGPJ con el PSOE. Para Vox, apoyar a un partido que se abre a acuerdos con Pedro Sánchez, considerado un autócrata por sus electores, empezaba a tener costes demasiado elevados. Era una contradicción criticar ese retorno al bipartidismo y al mismo tiempo pactar con uno de estas dos formaciones. Ahora Abascal volverá a tener las manos libres para entrar en el cuerpo a cuerpo con Feijóo. No tendrá ningún cargo institucional territorial que pueda hacerle sombra y podrá lanzarse sobre el electorado del PP que no comparte el giro hacia la moderación. De hecho, podrá decir que los cargos que se pasarán ahora en el PP son como aquellos "michelinas" que Xabier Arzallus decía en los años 90 que le sobraban en el PNV, en referencia a su sector moderado. No estamos ante una descomposición del partido, sino un reagrupamiento y un rearme ideológico.

La incógnita Ayuso

Es verdad que Núñez Feijóo ahora podrá desmarcarse de la extrema derecha, pero de repente tiene seis gobiernos autonómicos en minoría y sin capacidad de aprobar nada sin el visto bueno de Vox. Y, sobre todo, se visualiza que los gobiernos de coalición de la derecha son muy inestables comparados con los de la izquierda. El gobierno PP-Vox de la Comunidad Valenciana ha durado sólo un año, mientras que el Botánico gobernó sin sobresaltos durante ocho. ¿Con qué argumento podrá criticar ahora a Feijóo las alianzas multipartitas de Sánchez si él no es capaz ni de entenderse con un solo partido?

Y lo que es más importante, habrá que ver cómo reacciona a este nuevo escenario el ala dura del partido, especialmente Isabel Díaz Ayuso y José María Aznar, partidarios de no romper relaciones con Vox. En definitiva, la jugada solo puede salirle bien a Feijóo si le sirve para crecer por el centro todo lo que puede perder por la derecha, algo al estilo del andaluz Juanma Moreno Bonilla. Pero falta ver si todo el partido le acompañará en esta estrategia, ya que a partir de ahora Vox hurgará en la división interna de los populares. Bienvenidos a la guerra civil de la derecha española.

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