Un ciclo electoral de infarto

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El presidente español, Pedro Sánchez, en su gira internacional en Oriente Medio

MadridLa conversación en los cenáculos madrileños gira ahora invariablemente en torno al maratón electoral en curso y sus consecuencias. Será un ciclo de infarto, porque hay mucho en juego. Se abre una nueva etapa en el País Vasco, por la subida de Bildu, aunque el criterio dominante es que después de los comicios del próximo 21 de abril el PNV seguirá gobernando con el apoyo de los socialistas. Y parece que en las europeas de junio el PP se verá reforzado por seguir alimentando la expectativa de llegar a la Moncloa cuando se convoquen las generales.

He dejado aparte a las catalanas del 12 de mayo porque siguen siendo las que generan más atención. Todo el mundo cree que pueden tener muchas repercusiones para permitir la continuidad de la legislatura y la pervivencia del gobierno de Pedro Sánchez o, en sentido contrario, por hacerlo muy difícil o incluso por impedirlo. En estos momentos, los partidos y sus líderes han subido al trapecio y la emoción de la escena consiste en ver quién sale bien parado de la curva y quién cae al suelo con estruendo. Se ha vuelto a abrir el juego de equilibrios imposibles, con un Puigdemont que se ha sumado a la exhibición colectiva trasladándose al Vallespir y un Supremo vigilante –¿o anhelando?– por si se atreve a atravesar los Pirineos.

Hay mucha expectación puesta en torno a una idea principal. Quienes te preguntan lo enfocan generalmente así: "¿Tú crees –te dicen– que en Catalunya seguirán gobernando los independentistas?" "¿Juntos y ERC sumarán lo suficiente?" "¿Y si gana Salvador Illa, como dicen las encuestas, con las que podrá pactar?" Esto último es lo que más preocupa a los socialistas. Querrían que los quebraderos de cabeza que les ha provocado el impulso a la ley de amnistía fueran compensados ​​con un gran resultado del PSC, para demostrar que es compatible hacer concesiones al independentismo y obtener buenos réditos electorales. En definitiva, que no sean Puigdemont y Aragonès quienes puedan sacar provecho de haber hecho arrodillar a Pedro Sánchez, sino que sean los propios socialistas los que recojan los frutos del diálogo.

Pero esa moneda tiene otra cara. Y es que en el PSOE también se preguntan qué hará Junts si queda por detrás de ERC. Y aquí los interrogantes se mezclan con el miedo. Te preguntan si crees que Junts dejaría de colaborar en el Congreso y si Sánchez puede verse tentado de convocar nuevamente elecciones generales en unos meses, o incluso estar obligado a convocar, para intentar un nuevo triple salto mortal ante las urnas.

La posibilidad de que Junts deje de apoyar al PSOE debe contar con un factor esencial desde el inicio de la legislatura. Me refiero a la ley de amnistía. Esta ley tardará todavía en entrar en vigor, y esto, contradictoriamente, puede favorecer la estabilidad. Sobre todo Junts, pero no solo el partido de Puigdemont, necesita que la amnistía se apruebe y aplique. Mientras mantenga esa expectativa, la posibilidad de jugar contra Sánchez es una alternativa poco rentable. Por tanto, la voluntad del PP de retrasar en lo posible la aprobación de la ley de amnistía puede llegar a ser un factor no tan negativo como se pensaba para los intereses de los socialistas.

Y la cosa aún puede complicarse más. Sigo pensando que esta ley tardará más tiempo de lo previsto en tener efectividad. El motivo es que, una vez aprobada, habrá movimientos desde el ámbito judicial para dificultar su aplicación, por ejemplo, planteando consultas o cuestiones prejudiciales frente a la justicia europea. Y en relación a esta hipótesis, el comisario de Justicia de la UE, Didier Reynders, ya ha dicho que se abriría un paréntesis durante el cual la ley de amnistía no podría aplicarse, hasta que el Tribunal de Luxemburgo hubiera resuelto las dudas de la justicia española.

Planteo todo esto para sostener la tesis de que el futuro de la legislatura estatal y el curso de la vida política en Cataluña no serán exclusivamente consecuencia de los resultados de las próximas citas electorales, porque pueden influir muchos otros factores, ahora mismo difíciles de pronosticar. Si todas las variables posibles tuvieran que analizarse a través de la inteligencia artificial, quizá sacaríamos conclusiones acertadas. Pero si debemos repasarlo haciendo cálculos mentales de probabilidades, la operación se complica. Los expertos en sondeos dicen, por ejemplo, que las expectativas del PSC obedecen sobre todo al deseo de abrir una etapa más serena de la vida política en Catalunya. Si es así, ¿qué puede sacar Pere Aragonès, de volver a insistir en un referéndum sobre la independencia, cuando el gobierno acaba de cortar el paso a la iniciativa legislativa popular admitida a trámite en el Parlament con el mismo objetivo?

Una jugada que se repite

En los mencionados cenáculos madrileños la gente se pregunta si vamos hacia una repetición de la jugada o si propuestas de este tipo no tienen otra finalidad que recuperar el voto que fue independentista en otros momentos pero que ahora se ha enfriado. Y el comentario más frecuente es considerar que ERC no puede quedarse atrás escuchando las propuestas de Junts. Pero suele añadirse que unos y otros son conscientes de que no se puede comparar el debate sobre la amnistía con el relativo al derecho a la autodeterminación, inviable con el actual texto de la Constitución, en especial con el artículo segundo, que proclama la "indisoluble unidad" de España.

Es para demostrar el afán de salir de ese bucle que Salvador Illa repite tantas veces que ha llegado el momento de pasar página al Proceso. Y también implican un mensaje al electorado progresista en general y al catalán en particular el conjunto de decisiones que está tomando el gobierno en distintas áreas. Por ejemplo, cuando Pedro Sánchez plantea en Europa el rechazo a las iniciativas del PP y Vox de derogar normas en materia de memoria histórica, o cuando habla de reconocer el estado de Palestina, una idea contra la que el expresidente José María Aznar (PP) ha salido a hablar en términos de dura descalificación. No me sorprende la posición de Aznar, aunque recuerdo un viaje del expresidente que seguí como enviado especial a Jerusalén y Gaza en el que dio una rueda de prensa con Netanyahu y pronunció muchas veces la palabra “paz ”, para repetirla después con el líder palestino Yasser Arafat, mientras paseaban mirando el mar cogidos de la mano. Repito, cogidos de la mano. ¡Qué insincera es a veces la política!

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