Elecciones generales

¿Por qué fallaron tanto las encuestas del 23-J?

Infravalorar la movilización de la izquierda y sobrerrepresentar al PP explican el desacierto de los sondeos

4 min
El presidente del CIS, José Félix Tezanos

BarcelonaUno de los grandes titulares de la noche electoral del 23-J es el error casi generalizado de las encuestas que se realizaron para predecir los resultados. La mayor parte de los sondeos auguraban una amplia victoria del PP, por encima de los 140 escaños, con un PSOE en descenso, y la suma de PP y Vox por encima de los 176 escaños. En sentido opuesto, la del CIS era la única que pronosticaba que PSOE y Sumar conseguían la ansiada mayoría absoluta. La realidad es que la foto final del Congreso queda muy lejos de estas previsiones, aunque la mayoría acertó en el orden en el que quedaron los partidos. Pero, ¿cómo se explica que las encuestas fallaran tanto?

Miguel Díaz, codirector de Electomanía, lo tiene claro: "No se ha sabido leer el efecto movilizador de la izquierda, principalmente porque algunas de las encuestadoras se han guiado demasiado por lo que marcaban las encuestadoras de referencia a la hora de ajustar los datos". Así, remarca que la mayor desviación ha sido la sobrerrepresentación del PP, "el partido peor medido de todos", al que algunos sondeos otorgaban hasta 5 puntos más del resultado que acabó obteniendo. La politóloga Berta Barbet considera que existen dos motivos que explican los desaciertos de las encuestas. El primero es que no logran contactar "con los menos propensos a votar o los que votan por opciones que el ciudadano asume que no son las preferidas del encuestador", lo que hace que la muestra no sea representativa. El segundo es que los encuestados quizás no saben todavía a quién votarán o que no responden con sinceridad: "La gente que tiene previsto abstenerse suele no querer reconocerlo porque está mal visto y cuesta medir bien cuál será la participación", afirma a modo de ejemplo.

Para Barbet, la mayor desviación es consecuencia de no tener datos fiables sobre la distribución de voto en cada una de las 52 circunscripciones, porque ganar o perder un escaño va de pocos votos: "Se necesitan muestras suficientes para cada provincia, que es muy difícil, o bien partir de ciertas asunciones sobre el comportamiento electoral que se pueden demostrar incorrectas". "En España sería necesaria una muestra de más de 30.000 encuestas, que solo está al alcance del CIS", alerta el director de Opinòmetre, Josep Ribó. Lo que se suele hacer es preguntar a escala estatal con una muestra muy pequeña por provincia y después realizar una proyección en estas circunscripciones. "Y el margen de error se dispara", razona Díaz.

¿Son, por lo tanto, fiables las encuestas? Díaz considera que son "una herramienta fiable para observar tendencias", pero avisa de que "no deben tomarse como oráculos mágicos que marcan el resultado exacto", aunque la suya fue una de las que más se aproximó al resultado final. La que mejor calculó el número de escaños fue la que elaboró el instituto Opinòmetre para el ARA. Ribó advierte, sin embargo, que "la opinión es cambiante" y que muestra "un estado de opinión" en la fecha en la que ha sido realizada. En la misma línea se expresa Barbet, que defiende que dan "una fotografía de un momento concreto", pero al mismo tiempo subraya que no permiten saber a ciencia cierta "cómo evolucionará el voto".

La prohibición de publicar la última semana

Que la ley electoral establezca que no se pueden publicar sondeos desde el último lunes de campaña y no se pueda ver la evolución de los votos en unos días cruciales para la movilización del electorado también complica dibujar el escenario más plausible. Lo ve así la politóloga. "No queremos saber cómo actuaría la gente a una semana del voto, sino cómo lo haría el día de la votación, y nos perdemos una parte del movimiento", deja claro. Sin embargo, recuerda que los sondeos que se publicaron al cerrarse los colegios electorales también tuvieron problemas para "captar bien el comportamiento" de los electores. La de GAD3 para Telecinco, por ejemplo, pronosticaba una amplia mayoría absoluta de la derecha y la empresa terminó reconociendo su error.

Ribó cree que no poder publicar encuestas en la última semana es una anomalía democrática e insta a reformar la ley electoral: "Los votantes tienen derecho a saber cómo van las encuestas y tener toda la información para votar con igualdad de condiciones, porque los partidos políticos sí disponen de estos datos". Desde Electomanía, en cambio, lo minimizan. "No debería ser un obstáculo muy grande a la hora de realizar estimaciones si no se producen fenómenos abruptos que pueden cambiar el escenario electoral por completo, lo que se conoce como cisnes negros", destaca. "En general, las tendencias se suelen apreciar días antes de la prohibición", añade.

En cualquier caso, cada vez es más alta la proporción de electores que decide su voto en la última semana, y la prohibición de publicar encuestas y el hecho de que los tracking diarios se congelen en una foto fija que queda anticuada y no captura los movimientos de última hora dificultan la tarea de predecir el resultado final. Ribó asegura que los tracking diarios apuntan realmente cambios de tendencia básicamente en la última semana de la campaña: "Son útiles para percibir hacia qué lado se está movilizando el voto indeciso y cómo está influyendo la campaña". Barbet concluye que dejan vislumbrar los cambios que se dan en la opinión pública, pero alerta de que no siempre van en una misma dirección, porque pueden "movilizar o desmovilizar a un determinado tipo de electorado". Los efectos más conocidos son el bandwagon (el ciudadano vota al partido que las encuestas apuntan como ganador) y el contrario, el efecto underdog (el ciudadano vota para ayudar al partido que va perdiendo en las encuestas). Todos estos condicionantes, como se ha visto en estas últimas elecciones, han sido determinantes para desmentir a buena parte de las encuestas.

stats