Así ha fracasado la operación para intentar desbancar a Junqueras
Al día siguiente del batacazo del 12-M se puso en marcha una estrategia coordinada entre dirigentes de ERC
BarcelonaPere Aragonès abandonó la primera línea política al día siguiente del batacazo de las elecciones catalanas del 12 de mayo –la tercera en un año– y todas las miradas se situaron en el entonces presidente del partido, Oriol Junqueras. ¿Asumiría también la derrota en primera persona? Él tenía en mente otros planes; de hecho, el camino contrario. Lo hizo explícito en una carta dirigida a la militancia el martes después de los comicios en los que se postulaba para seguir liderando el partido. Los partidarios de su relevo vieron en ese movimiento el primer paso en falso de Junqueras, y la prueba es el mensaje de que uno de los colaboradores de la entonces secretaria general del partido, Marta Rovira, envió a los periodistas advirtiendo que el exlíder republicano estaba a un "paso de caer". La operación para desbancar a Junqueras había comenzado.
El 15 de mayo, después de una ejecutiva larga y tensa, Marta Rovira se sumaba al camino de Pere Aragonès y, en una carta, defendía por primera vez una "transición serena" de cara al congreso del 30 de noviembre, convocado ante la anunciada dimisión (temporal) de Junqueras. Una forma velada de pedir al presidente del partido que asumiera esta "transición" y se apartara de la primera línea. De hecho, ambos habían tenido semanas atrás una conversación para hablar del futuro de su tándem. Rovira explicó a Junqueras que daría un paso atrás: consideraba que los malos resultados electorales evidenciaban la necesidad de un relevo en la dirección. Junqueras le respondió que él quería volver a presentarse y que quería hacerlo con ella e incluso le llegó a presentar una lista de nombres para acompañarles a la dirección, que no convenció a su número 2. El divorcio era inevitable.
La distancia entre ambos había ido creciendo a lo largo de los meses anteriores, sobre todo a raíz de los recelos que se habían ido generando entre Junqueras y el equipo de Pere Aragonès en la Generalitat, especialmente con Sergi Sabrià, el máximo responsable de la comunicación del ejecutivo. Junqueras creía que se le intentaba invisibilizar pese a ser el presidente del partido y que se le dejaba al margen de algunas decisiones, por eso consideraba que los últimos batacazos electorales no iban con él. En Palau, en cambio, creían que Junqueras estaba ejerciendo de contrapoder en Aragonés e incluso denunciaban que el dirigente republicano criticaba al gobierno de ERC en sus encuentros con la militancia. Junqueras y Aragonès acabaron acordando que este segundo volviera a ser el candidato de los republicanos a corto plazo –Junqueras está inhabilitado para presentarse– en una reunión promovida por Rovira, en la que quedaron claras las aspiraciones de futuro del entonces todavía presidente de 'Izquierda.
El manifiesto rovirista
Todo fue creando una desconfianza mutua que rápidamente se trasladó a la esfera pública. La primera prueba del divorcio fue el manifiesto que firmaron en un primer momento unos 300 militantes –alcanzó las 1.000 firmas–, que pedía una renovación de la cúpula del partido y, por tanto, que Junqueras se apartara. Un documento claramente inspirado en las tesis de Rovira y, de hecho, promovido por algunos de sus colaboradores. Para los junqueristas ese movimiento fue una declaración de guerra, pero también un gesto que creían que reforzaba su posición. Poco después, respondieron con un acto con unas 500 personas en Sant Vicenç dels Horts.
El episodio de los carteles contra los Maragall, destapado por el ARA a principios de julio, agravó aún más el enfrentamiento. La militancia pedía responsabilidades a la dirección que entonces pilotaba ya en solitario Rovira porque Junqueras había dimitido por forzar la convocatoria de un congreso después de las elecciones europeas. Junqueras, que se desmarcó del escándalo pese a haber presidido el partido mientras la estructura B actuaba, argumentó que las estructuras paralelas auspiciadas a su juicio por Rovira y Sabrià no le informaban de las decisiones relevantes del partido. Hace meses, de hecho, que no para de citar al grupo de Signal Pa con Tomate.
Marta Rovira se volvió en una carta donde aseguraba que la B la habían creado para que Junqueras les había pedido más contundencia en la acción política. Rovira también aseguró haber informado a Junqueras de los carteles, una versión que él negó. En septiembre, en un acto en Olesa de Montserrat, el candidato de Militancia Decidim subió el tono contra los roviristas, desvinculándose de cualquier estructura paralela y afirmando: "No curaremos ninguna herida que previamente no hayamos limpiado".
La alternativa a Junqueras se había anunciado hace poco. Fue a finales de agosto cuando Nueva Izquierda Nacional anunció que presentaría batalla con una lista en la que querían caras nuevas a la cabeza. La incógnita sobre quien se atrevería a dar el paso y ser el rival de Junqueras se resolvió el 19 de septiembre: Xavier Godàs. La candidatura ha contado con el apoyo de Marta Rovira, Pere Aragonès y buena parte de los dirigentes históricos del partido y exconsejeros del Govern. Ahora bien, no ha sido suficiente para conseguir ser la herramienta para apartar a Junqueras de la presidencia. Tampoco lo fueron las palabras de Rovira del 14 de octubre, cuando, en su despedida como secretaria general y tras pronunciar una batería de reproches, pidió a Junqueras "evitar un estropicio" y terminar "juntos" el ciclo. Con Junqueras de nuevo en la presidencia de ERC, la incógnita es saber si alguno de los bandos enterrará el hacha de guerra.