Crece el optimismo en la UCI: "Empezamos a ver que el covid tiene un final"

Can Ruti atiende a una veintena de enfermos críticos, la mitad que hace un mes, pero apela a la prudencia social

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La planta cero del modul del Hospital Germanos Trias y Pujol, de Badalona, totalmente vacía.

BadalonaEs una unidad de cuidados intensivos (UCI) fantasma. Las literas, los monitores y los aparatos de apoyo vital apagados descansan detrás sábanas semitransparentes y el silencio reina en todo el aposento. Ya no se oye el ruido de las máquinas que reproducen la respiración ni el ritmo cardíaco de los pacientes, y tampoco hay enfermeras moviéndose arriba y abajo, poniendo boca abajo a los enfermos o ayudándoles a reaprender a coger una cuchara después de semanas en coma. Nada hace pensar que hasta hace unos días décimas de enfermos de covid pasaban por la UCI de la planta 0 del módulo polivalente del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona. Ni siquiera que se haya estrenado. "No hay vida y puede parecer fantasmagórico pero para nosotros es una imagen fantástica", afirma la adjunta de enfermería de enfermos críticos del hospital, Silvia Chopite.

La buena evolución epidemiológica y la reducción de los ingresos ha permitido que uno de los centros sanitarios más grandes del país y con más población asignada (1,4 millones de personas) vaya cerrando áreas de críticos. Como esta sala, que entró en funcionamiento en febrero, en plena tercera oleada, y que consta de 39 camas y un box adicional reservado para los despidos familiares de los pacientes con un final de vida inmediato. Este box, con la litera número 40 en el interior, ahora está cerrado y se ha reconvertido en un almacén de cajas de guantes y material esterilizado. La UCI de esta planta seguirá preparada “para lo que pueda pasar”, pero, de momento, está completamente inoperativa. “Y que dure”, desea Chopite, que aspira a no tener que volverla a abrir. Al menos no debido al covid.

Las predicciones matemáticas auguraban que a 30 de mayo se conseguiría reducir la ocupación en las UCI catalanas por debajo de los 300 enfermos de coronavirus, pero la realidad permite ser algo más optimista: este jueves, 27 de mayo, ya había un total de 272 pacientes, casi la mitad que hace un mes. "Ahora empezamos a ver que el covid tiene un final. O al menos que podremos controlar el número de pacientes con neumonías e integrarlas como hacemos con el resto de patologías", explica la directora del servicio de medicina intensiva del centro badalonés, Pilar Ricart. La especialista sostiene que seguramente no desaparecerán estos enfermos, pero confía que no lleguen aludes como las de hace unos meses, eminentemente gracias a la vacunación.

Solo en la región metropolitana norte, a la que pertenece el Hospital Germans Trias, los ingresos por coronavirus se han reducido casi a la mitad en tres semanas: si el 6 de mayo había 108 pacientes enfermos críticos, ahora hay un total de 63. Y Ricart, de hecho, cree que a priori nada hace presagiar un repunte inmediato, al menos no en forma de entradas al hospital. "Esto nos da todavía más optimismo. Con mucha prudencia y mucha moderación y sin perderle el respeto al virus, pero optimismo al fin y al cabo", resume Silvia Chopite.

Cansados pero motivados

La plantilla de Can Ruti exuda positividad, y no precisamente por los contagios de covid, puesto que todos los trabajadores están vacunados y no hay bajas debido al virus. El motivo es que cada vez se reduce más la cifra de atenciones, también en la UCI, y hoy en día hay menos de una veintena de enfermos de covid críticos. Es una cifra a años luz de las registradas en el pico de la primera oleada (107) o los últimos meses, cuando no se conseguía bajar de los setenta pacientes graves.

Esta tregua ha permitido cerrar la planta cero del módulo polivalente –tiene un total de tres plantas con unas ochenta camas, a pesar de que una no se llegó a abrir– y ahora ya solo una se usa. Los enfermos de covid se distribuyen entre la UCI convencional (donde van los más críticos) y la primera planta de este espacio modular, una área de críticos monotemática que podría transformarse en una de semicríticos a medio plazo.

Enfermeros de la UCI covid en la primera planta del módulo polivalente del Germans Trias i Pujol atendiendo a una paciente sedada.

Según Ricart, la situación actual es bastante aceptable respecto a lo que se temía que pudiera pasar en la tercera y la cuarta oleada –se solaparon en el tiempo– y de acuerdo con la experiencia de los últimos catorce meses. La bajada de la presión hospitalaria, que se traduce en una recuperación de la actividad convencional como las intervenciones quirúrgicas, da optimismo a unos profesionales cansados y agotados pero que vuelven a sonreír bajo la mascarilla . "Al principio teníamos miedo del contagio, pero con el paso del tiempo lo hemos ido perdiendo. Tenemos más pericia y estamos preparados para hacer frente a lo que haga falta", explica Chopite. Lo que no era sostenible, dice, era el gran volumen de ingresos que tenían que asumir.

Efecto limitado de la desescalada

Cada paso en la desescalada y en la flexibilización de las restricciones se ha vivido en las UCI como un golpe. Las profesionales relatan que la sensación era similar a la de vivir siempre al borde del abismo, porque cada vez que se permitían más actividades, quince días después sufrían un nuevo alud de enfermos. La desesperación era una tónica entre el personal. "El paciente que llega a la UCI y está intubado está como mínimo tres semanas aquí, pero algunos están un mes y medio o más. Entonces pensabas: «¡No abráis todavía! ¡Dejadnos respirar y poder dar de alta a los pacientes o no saldremos de esta!»", reconoce Ricart.

Sin embargo, ahora este descalabro no se está produciendo a pesar de la ganancia de vida social de la población desde el 9 de mayo, con el final del estado de alarma. Y buena parte de esta mejora se atribuye a la vacunación. La media de edad de los atendidos en la UCI por neumonías covid suelen tener entre 40 y 70 años y el hecho que un 72% de los mayores de 70 años ya haya recibido las dos dosis de la vacuna ha hecho que disminuya la media de edad de los ingresados. "Esto no significa que nos estemos encontrando sobre todo a personas de 40 años, pero el hecho de vacunar a los extremos más vulnerables sí que nos está reduciendo la presión", afirma Ricart.

La adjunta de enfermería de enfermos críticos, Silvia Chopite, y la directora del servicio de medicina intensiva, Pilar Ricart.

A estas alturas, la mayoría de los casos graves que atienden en Can Ruti corresponden a personas de entre 58 y 62 años, pero buena parte de esta población ya ha iniciado su vacunación, lo que espolea todavía más a los sanitarios. "La percepción de ahora es muy diferente a la que había hace tres semanas, cuando no sabíamos cómo impactaría la desescalada", reconoce la intensivista. Aunque se está observando un retardo en el descenso de la curva de nuevos contagios, sobre todo entre los menores de 50 años que no están vacunados, los indicadores asistenciales continúan bajando a buen ritmo. 

La tendencia se reproduce en el resto de hospitales del país, que de forma mayoritaria empiezan a respirar: las altas son superiores a las entradas y se pueden recuperar cada vez más las actividades ordinarias, de forma que también se descarga a los centros grandes. Por ejemplo, el Hospital Esperit Sant de Santa Coloma de Gramenet recuperará la atención a los partos el 15 de junio. Hasta ahora el departamento de Salut había decidido concentrarlos en Can Ruti para minimizar riesgos en las mujeres embarazadas y sus bebés.

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