“Siempre hay motivados, pero muchos docentes el 30 de junio ya no están”
Las portavoces de dos entidades de maestros reflexionan sobre el papel de la escuela a raíz de la pandemia
BarcelonaEl curso 2020-21 será para siempre jamás el curso de la pandemia. Para analizar la crisis educativa y abordar los retos del nuevo departamento, el ARA reúne las presidentas de dos asociaciones de docentes: la de la Associació de Mestres Rosa Sensat, Francina Martí, y la de la Associació de Mestres Rosa Sensat, Pilar Gargallo.
¿Cómo valoráis el curso?
— Francina Martí: Nos tenemos que felicitar porque la escuela ha estado a la altura. Contra los pronósticos de caos y calamidad, hemos salido adelante gracias a la cooperación de docentes, equipos directivos y ayuntamientos. Nosotros tuvimos mucho debate sobre si teníamos que preservar el gremio de maestros o abocarnos en el derecho de los niños a ir a la escuela, que no se había tenido en cuenta.
— Pilar Gargallo: Fuimos unos firmes defensores de la presencialidad de la escuela. Teníamos que estar: igual que los sanitarios salieron adelante con un zapato y una alpargata, nosotros también lo teníamos que hacer. Nos tenemos que felicitar por cómo ha ido el curso, pero tenemos que tener claro que lo hicimos muy mal: en junio del año pasado podíamos haber vuelto y no lo hicimos, porque teníamos miedo, porque no sabíamos como hacerlo, porque escuchamos solo al sector que decía que todos moriríamos. Si lo que hicimos los docentes en junio lo hubieran hecho los sanitarios nos habríamos echado las manos a la cabeza.
— F.M.: No podemos estar tanto a la expectativa y esperar a que nos digan qué tenemos que hacer. Tenemos que ser proactivos.
— P.G.: Llamamos a Tv3 para decir que pedíamos ir a la escuela presencialmente, pero salimos solo una vez de las 50 que salieron los sindicatos. Los sindicatos tienen que defender los derechos laborales, pero no tienen que pasar por encima de la pedagogía. Tiene que haber un equilibrio entre el derecho laboral y el derecho a la educación. No he visto ningún sindicato retractándose de lo que dijeron.
¿Se ha revalorizado al maestro?
— F.M.: Creo que tenemos más autoestima y que, socialmente, se ha reconocido el papel de la escuela. Es un papel diverso: se va a aprender lengua y matemáticas, a socializarse y a vivir, y también hace una función de conciliación familiar. A los maestros nos cuesta reconocerlo porque ponemos por delante la pedagogía.
— P.G.: Hay más respeto y confianza. Antes se juzgaba más a la escuela.
— F.M.: Cuando perdemos algo nos damos cuenta de cuán importante era. Creíamos que la escuela era un derecho adquirido, pero cuando nos quedamos sin ella le dimos valor.
¿Cosas buenas del covid?
— F.M.: Cortar las calles para que los niños entren o dar clases fuera.
— P.G.: A pesar de que las clases en exteriores se han hecho menos de lo que nos esperábamos, porque donde están seguros los maestros es dentro de la escuela. Las entradas escalonadas y los grupos pequeños y mezclados por edades han sido un éxito. Son medidas transformadoras que pueden haber llegado para quedarse.
— F.M.: El grupo burbuja tiene carencias, pero también ha fomentado la cohesión de grupo.
— P.G.: Los grupos estables han servido para potenciar la acción tutorial, pero los niños nos dicen que quieren jugar con más gente. Los patios sectorizados han ido bien y los niños se han adaptado, como con la mascarilla. Lo que está claro es que no podemos pensar en cómo era la escuela antes, porque ya no existirá y tampoco nos serviría.
¿Cómo tiene que ser la escuela ahora?
— P.G.: Tiene que estar más centrada en los niños. Decimos que nos centramos en ellos y que somos competenciales, pero hay mucho camino por hacer, como con la inclusión. No existe de verdad.
— F.M.: El indicador más claro de que una escuela funciona es que los niños van contentos. En la primaria se puede dar por bueno, pero en la ESO hay muchos alumnos que no se sienten acogidos ni interesados, y esto es muy grave. No quiero decir que no se tengan que esforzar, pero tienen que encontrar un interés en lo que están haciendo.
¿Qué nivel docente hay?
— P.G.: La mitad de los aspirantes a maestros no han aprobado las PAP. Hay un choque: pedimos contenidos altamente competenciales a gente que ha aprendido de manera básicamente memorística. Nos demuestra que tenemos que trabajar de manera más transversal. La vida al final es así.
— F.M.: No es solo el nivel de los maestros. Estos alumnos vienen de la ESO y de bachillerato y si las PAP se hicieran a los estudiantes de derecho seguramente pasaría lo mismo. ¿Solo los maestros no leen? No creo, es un tema social. El problema es que estos filtros no aseguran ser un buen maestro. La clave es hacer una buena preparación previa, con una ESO y unas postobligatorias muy hechas.
¿Qué puede hacer Educación?
— P.G.: Hace falta formación docente.
— F.M.: Exacto. Está demostrado que las leyes no cambian las prácticas reales. El currículum de competencias básicas no se ha aplicado. Una prueba es la evaluación: de la ley a la práctica hay un decalaje bestial. Esto se arregla con formación a fuego lento.
— P.G.: La administración pide unos papeles que no tienen que ver con los decretos que hay. Hay que planificar las formaciones en base a los objetivos que se quieran lograr.
— F.M.: Tenemos que dar peso a la formación continuada, ¿pero quién es el responsable? ¿Es una responsabilidad individual? La administración tiene que poner orden.
— P.G.: Ahora recogemos el fruto de la formación a coste cero. Lo primero que se recortó fue la formación docente para hacer lo que llamaron formación entre iguales. Por eso tenemos el nivel que tenemos.
— F.M.: Nos fijamos mucho en la formación individual, cuando todos los estudios dicen que lo más efectivo es la formación de equipo, de centro. Son las escuelas las que saben qué necesidades de formación tienen. No tenemos que ser tan dirigistas ni hacer tantas formaciones en cascada. Queremos hacer una enseñanza que no sea transmisora y la formación de maestras la hacemos de manera transmisora.
¿Se tiene que obligar a formarse?
— F.M.: No hay ningún profesional que diga que no hay que actualizarse.
— P.G.: No hay ningún mecánico que arregle los coches como lo hacía hace 20 años.
— F.M.: Como maestros no podemos eludir esta responsabilidad. No es mentida que los profesores tienen dos meses de vacaciones en verano. Siempre están los profesores motivados que aprovechan el julio para formarse, pero muchos a partir del 30 de junio ya no están. Como mínimo la primera quincena de julio tendría que ser de formación, aunque sea impopular decirlo. Las direcciones trabajan, pero por cuestiones logísticas, no pedagógicas. ¿Qué sentido tiene que el trabajo más importante de los equipos directivos en verano sea hacer los horarios? Fuera del mundo educativo me preguntan: “¿De verdad hacéis los horarios a medida?” Pues sí, y no puede ser que lo más importante sea el horario de los docentes y no el de los alumnos.
— P.G.: Las escuelas de verano de este año han tenido menos participación que nunca, porque la gente necesitaba desconectar del todo.
¿Qué pedís al conseller?
— F.M.: Reducir la burocracia, escuchar más a la base y dar más autogestión y autonomía a los centros.
— P.G.: Y desplegar el decreto de admisiones para revertir la segregación escolar y no dejar pasar la etapa de 0-3 y de 0-6 años. Ahora habrá dinero de Europa para invertir.
— F.M.: Está el tema de la inclusión. El decreto de 2017 no está desplegado.
— P.G.: Y una formación planificada en el tiempo, porque dará frutos. En educación no todo es rápido.