¿Medicina o educación social? La elección de carrera también depende de la clase social
Un informe constata que existe una distribución desigual de graduados catalanes en función del origen social

BarcelonaSer de clase social alta, media o baja influye a la hora de escoger el grado universitario. Es una de las principales conclusiones del informe que ha presentado este jueves la Agencia para la Calidad del Sistema Universitario de Cataluña (AQU) a partir de 21.000 encuestas, realizadas a graduados universitarios tres años después de haber terminado el grado en una universidad catalana.
Según el estudio Equidad en la inserción laboral y movilidad social de los graduados y graduadas de las universidades presenciales catalanas –uno de los informes más destacados a escala europea en este ámbito–, la elección de la titulación puede verse afectada por el origen social de los estudiantes y sus familias, ya sea por las dificultades que puede acarrear la situación vital del alumno a la hora de poder completar unos estudios que necesiten un grado importante de dedicación o por las notas de acceso a los grados universitarios.
El informe, realizado con datos de 2023, muestra cómo las carreras del ámbito de la medicina y las ciencias biomédicas son las que tienen una mayor proporción de graduados de clase alta (58,5%) y más baja de universitarios considerados de clase baja (11,8%). En cambio, en el otro plato de la balanza se encuentran los grados del ámbito de la intervención social, que son los únicos que proporcionalmente tienen más graduados de clase baja (32,5%) que de clase alta (28,3%).
En este caso, el estudio de la AQU considera de clase alta al estudiante que tiene progenitores con estudios medios o superiores y realizan trabajos no manuales y ocupan cargos directivos y de responsabilidad, y de clase baja el estudiante con padres que tienen estudios primarios o medios y realizan trabajos manuales que requieren poca calificación.
De esta forma, los grados de artes y diseño, tecnologías industriales, comunicación y documentación o arquitectura y construcción civil rondan el 50% de los graduados de clase alta, mientras que los de clase baja no llegan al 20%. En cuanto a los estudiantes de clase media, los grados en los que representan una mayor proporción son los de enfermería y salud (40%), lenguas y literaturas (41%), filosofía e historia e intervención social (39,2%) y educación (39%). Por último, más allá de los grados de intervención social, los ámbitos con carreras que tienen más alumnos de clase baja en Cataluña son educación (25,3%), lenguas y literaturas (24,5%) y psicología y terapia (23,6%).
¿El ascensor social funciona?
Pese al impacto del origen social de los estudiantes a la hora de escoger grado, el informe también evidencia cómo la universidad catalana sigue siendo un factor determinante dentro del ascensor social. "Los datos sugieren que la mejora ocupacional entre la población titulada en la universidad es superior a la de la población en general", afirma el estudio. De hecho, desde la AQU se destaca el hecho de que siete de cada diez graduados en el sistema universitario catalán ocupan trabajos de técnico superior –que requieren una titulación universitaria–, mientras que sólo un tercio de los progenitores de estos graduados tenían esta calificación ocupacional.
Ahora bien, aunque no existe una gran diferencia entre clases en la cantidad de estudiantes que tienen trabajo tres años después de dejar la universidad, sí que hay una diferencia evidente en el sueldo que reciben. Una diferencia que es causada por el tipo de grados universitarios que eligen los de clases más bajas –carreras con menos salidas laborales y unas condiciones más precarias– y por el hecho de que los estudiantes de clase alta siguen teniendo más oportunidades de seguir estudiando después del grado universitario. Por todo ello, el informe muestra cómo en 2023 las diferencias salariales entre graduados de clase alta y de clase baja era de 206 euros brutos mensuales. Una cifra que se ha ido reduciendo en los últimos ocho años pasando de los 260 euros a los 206 actuales, pero que sigue siendo el doble de la diferencia salarial que se registraba en el 2011.