Los imanes en Cataluña: quiénes son, qué hacen, de dónde vienen
Cataluña está a la cola de Europa en saber quién trabaja en las mezquitas y en fomentar el conocimiento del idioma y el contexto del país
BarcelonaUna gruesa cortina divide en dos la sala enmoquetada. En la parte más pequeña, un par de mujeres hacen clase a un grupo de niñas. La más grande, en cambio, está reservada para los niños, y son el imam y su asistente quienes se encargan de enseñarles el Corán y el árabe. Hay un cierto alboroto, nada que ver con el silencio que reina en la mezquita durante el rezo.
El imam, Mohammed Ijaz, de 49 años, necesita que un adolescente le haga de intérprete porque no sabe ni una palabra de catalán ni castellano. “Hace menos de un año que llegué a Barcelona”, se justifica en un inglés también macarrónico. Antes trabajó en Dinamarca y Corea del Sur, aunque es de Pakistán y es allí donde siguen su mujer y su hijo de 7 años. En la actualidad, por ser imam en el oratorio del Centro Cultural Islámico Camí de la Pau, en el barrio del Raval de Barcelona, cobra 1.200 euros al mes y vive en una habitación de alquiler por la que paga 300 euros. Los viernes, el día sagrado de los musulmanes, unos 2.000 hombres van a rezar a ese lugar de culto. Lo hacen en cuatro turnos porque no hay suficiente espacio para todos. Durante el rezo, no se permite el acceso a las mujeres.
“Las mujeres en el islam no están obligadas a cubrirse la cara. Si el marido pide a la esposa que se la tape, es porque solo quiere verla él por amor”, explica el imam. También dice que en el islam “la música no es pecado si no habla de cosas malas”. “En la práctica podemos disfrutar de poca música que no sea islámica”, añade.
En cambio, El Hachmi Meftah, de 47 años y de Marruecos, es imam de la mezquita Badr de Terrassa, un bonito edificio de dos plantas con puertas en forma de arco al que los viernes van a rezar unas 1.500 personas. Él sí que habla castellano, aunque dirige la oración en árabe. Hace casi dos décadas que llegó a Cataluña. Durante un año y medio trabajó en la construcción, y después ya se hizo imam. Está casado y tiene dos hijos. “Trabajamos para que los musulmanes sean buenas personas”, asegura.
Cataluña es la comunidad autónoma donde viven más musulmanes, unos 694.000, según el estudio demográfico del 2024 del Observatorio Andalusí. La mayoría (el 85%) asegura que la religión tiene influencia en su vida cotidiana y más de la mitad va a la mezquita al menos una vez a la semana, según una encuesta realizada por el Centre d’Estudis d’Opinió y recogida en el Barómetro sobre la religiosidad 2023.
Desconocimiento total
En Cataluña existen 319 oratorios islámicos, según la Dirección General de Asuntos Religiosos de la Generalitat, pero se desconoce cuántos imanes hay, de qué país son o cuál es su trayectoria o ideología. Es decir, no se sabe absolutamente nada de ellos, de la misma manera que tampoco hay datos de curas, pastores o rabinos en aras del derecho a la libertad religiosa. Lo mismo ocurre con la enseñanza religiosa que se imparte en estos lugares de culto: tampoco se sabe qué se enseña exactamente, ni quién lo hace.
En otros países europeos también existe este desconocimiento pero, a diferencia de aquí, muchos gobiernos han empezado a dar pasos para formar a los imanes en el marco social y legal del país o para garantizar que sus prédicas respeten derechos fundamentales como las libertades individuales o la igualdad de género. Lo que sorprende es que en España y en Cataluña ese tema ni tan siquiera se haya puesto todavía encima de la mesa.
El acuerdo de cooperación del Estado con la Comisión Islámica de España firmado en 1992 define de forma muy vaga quién puede ser imam en España. Dice literalmente que lo puede ser cualquier persona que sea reconocida como tal por la propia comunidad islámica, y que se encargue de forma estable de dirigir la oración y de impartir formación y asistencia religiosa.
Simples trabajadores
Las mezquitas en España son gestionadas por asociaciones islámicas que, a su vez, contratan al imam y se encargan de pagarle un sueldo. En otras palabras, el imam es un simple trabajador y solo tiene que rendir cuentas ante quien lo contrata. Las asociaciones sí que suelen estar inscritas en el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia, pero los imanes no tienen ninguna obligación de darse de alta como ministros de culto.
La Comisión Islámica actúa de interlocutor con la administración estatal, pero su principal labor es garantizar los derechos religiosos de los musulmanes según el acuerdo de 1992. Es decir, no tiene ninguna responsabilidad sobre los imanes. A pesar de eso, se encarga de acreditarlos para que puedan celebrar matrimonios con validez civil u ofrecer asistencia religiosa en centros penitenciarios. Para ello, les exigen “certificaciones de estudios religiosos que acrediten su formación teológica, dominio del español y capacidad para desempeñar su labor pastoral en un contexto de minoría religiosa”, detalla el secretario de la Comisión, Mohamed Ajana El Ouafi. De momento la Comisión solo ha acreditado a 30 imanes para celebrar matrimonios y a veinte para trabajar en las cárceles de los 1.766 que se calcula que hay en toda España.
Más allá de la Comisión, existen toda una serie de federaciones a las que las asociaciones islámicas se pueden afiliar, pero siempre de forma voluntaria. En Cataluña la federación con más afiliados es la Unió de Comunitats Islàmiques de Catalunya (UCIDCAT): reúne a 290 de las 399 comunidades islámicas catalanas, según su presidente, Momahed El Ghaidouni. Para afiliarse, deben demostrar que están inscritas en el registro de entidades religiosas, y que tienen unos estatutos y una junta que se renueva de forma periódica. La UCIDCAT les ofrece apoyo en trámites administrativos pero, como la Comisión, también se lava las manos en cuanto a los imanes. “Nosotros no intervenimos para cambiar la línea religiosa de las comunidades”, aclara El Ghaidouni.
Por último, desde 2017 también existe un Consejo de Imanes de Cataluña, pero sólo lo integran una treintena de personas. Por tanto, su capacidad de influencia es mínima. "Nuestro objetivo es tener un lugar de encuentro, de intercambio de ideas y poner nuestro granito de arena en favor de la convivencia religiosa", explica el imán Yassin Laghmich, que llegó a Barcelona desde Marruecos en 2002 con 21 años, y habla perfectamente castellano. Él es uno de los cuatro representantes del Consejo que han aceptado entrevistarse con el ARA, pero con la condición de saber antes las preguntas. Otro es el presidente, el también marroquí Mustafá El Gharib, de 55 años e imán de la Asociación Cultural Islámica Attauba de Santa Coloma de Gramanet, que no interviene durante todo el encuentro, y necesita que le traduzcan porque no habla catalán ni castellano.
Entonces, si las asociaciones islámicas son las únicas responsables de los imanes, ¿en qué se basan para escogerlos? Para esta pregunta, tampoco hay una respuesta clara, más allá de que sepan el Corán de memoria.
Youssef Dermouh Oukhouya, secretario del Centro Cultural Islámico Al-Tauba, que gestiona una mezquita en Cornellá de Llobregat que es una de las más grandes de Cataluña y a menudo se presenta como ejemplo a seguir por sus actividades e integración, explica que lo que tuvieron en cuenta para escoger al imam es que era un amigo suyo de la infancia en Marruecos, que lo conocía de toda la vida y que, por lo tanto, era de fiar. Le pagan 1.400 euros netos al mes por trabajar seis días a la semana, pero lo tienen contratado como profesor porque si lo tuvieran como imam no tendría derecho al paro, como ocurre con los sacerdotes u otros ministros de culto en España.
Por otra parte, una vez al mes, otro imán hace el sermón de los viernes en esta mezquita. Se trata de Ahmed Bermejo, que nació en Granada, vive en Sabadell y habla perfectamente español. Con su presencia, intentan atraer a los jóvenes. Porque éste es uno de los problemas que tienen muchas mezquitas actualmente: los jóvenes musulmanes que han nacido o se han criado aquí no acaban de entender a los imanes, ni conectan con ellos.
Bermejo argumenta que la mayoría de las mezquitas están gestionadas por la primera generación de musulmanes que llegaron a Cataluña y que, con esfuerzo, consiguieron habilitar un lugar para rezar en el que sentirse identificados con la realidad de sus países de origen. Eso explica, añade, que la mayoría de los imanes “no hablan castellano”, “desconocen el contexto que les rodea” o “siguen costumbres que a veces que no están vinculadas al islam sino a la cultura de origen”. Y que no tienen ninguna necesidad de integrarse: “¿Para qué, si tienen sus necesidades cubiertas y son respetados por la comunidad?”. Aun así aclara que las cosas no son tan fáciles como parecen: “Hay un problema económico. Si quieres un imam que hable castellano y conozca el contexto, cuesta mucho más que uno recién llegado de Marruecos”. Y las asociaciones que los contratan se financian en teoría con las aportaciones de sus propios miembros.
Ninguna relación con mujeres
"El imán dice que no podemos tener relación con ninguna mujer, ni siquiera chatear con ellas, salvo que sean nuestra madre o nuestras hermanas", explican dos adolescentes de 15 años y de origen bangladesí, que prefieren mantener el anonimato. Frecuentan el oratorio del Centro Islámico del Raval de Barcelona y también han estudiado allí árabe y el Corán desde pequeños. El imán, Mujib Rahman, se niega a hablar con el ARA sin el permiso de la junta directiva de la asociación islámica que le ha contratado. Y la junta directiva nunca aclaró si le daba permiso.
De hecho, ése es uno de los obstáculos con los que se ha encontrado este diario. El imam de la mezquita de la Associació Cultural dels Musulmans de Reus i Comarca es el único que ha declinado claramente una entrevista. Otras entidades islámicas, en cambio, no se han negado pero se han dedicado a dar largas, o a dejar de contestar las llamadas telefónicas o los mensajes de WhatsApp de esta periodista. Es el caso, por ejemplo, del Centro Islámico Imam Malik de Salt o el Centro Cultural Islámico Catalán de Barcelona.
“En Marruecos, para ser imam, tienes que hacer un examen y tener un certificado”, asegura Hassan El Aissaouy, de 48 años e imam de la mezquita de la Comunidad Islámica Al Fath de Vilafranca del Penedès, que sí que ha atendido solícito al ARA. La mezquita, un bonito edificio con minaretes, cúpula y ventanas de estilo mozárabe, es otra de las más grandes de Cataluña y se sitúa en el descampado de un polígono industrial, apartada del municipio. Tiene capacidad para 1.500 personas e imparte clases de árabe y religión islámica a unos 120 menores. “En el islam, no se puede obligar, hay que enseñar”, destaca el imam que hace dos décadas que vive en Cataluña y habla un castellano bastante fluido. También reconoce que el islam permite la poligamia, pero que hoy en día las mujeres no la aceptan y piden el divorcio.
El imam Mohammad Abdul Qadir, de 35 años y originario de Bangladesh, insiste que el islam no obliga a nadie a hacer nada pero que, si él tiene que escoger, prefiere que las mujeres vayan con la cara tapada con una masacrilla. Habla un poco catalán porque, dice, ya ha hecho dos cursos, y es imam de la mezquita Tariq Bin Ziyad de Barcelona, donde cada viernes rezan unas 1.200 personas. En la entrada un cartel indica que está prohibido el acceso con pantalones cortos y algunos hombres se cambien y se ponen pantalones largos allí mismo, en la puerta.
Abdul Mujib, de 60 años y de Pakistán, es imam de la mezquita Madani, también en Barcelona pero mucho más pequeña, con capacidad para solo unas 150 personas. “La mujer es como un diamante en el islam. Y un diamante tú no lo dejas en la calle. Tiene que estar en casa”, declara. También dice que chicos y chicas no deberían estudiar juntos en una misma aula y que en su oratorio las mujeres tienen prohibido entrar durante el rezo del viernes.
Sin instrumentos legales
“Los Ayuntamientos no tienen instrumentos legales para impedirlo [la prohibición de acceso a las mujeres en algunas mezquitas]. Forma parte de la organización interna de la religión”, afirma el director general de Asuntos Religiosos del Gobierno, Ramon Bassas. También declara que la Generalitat no tiene “un conocimiento de los imanes en sentido estricto” porque es una competencia del Estado, pero que de todas maneras “el papel de un imam no es como el rector de una parroquia, no es tan determinante como parece”. Y añade: “Los indicios de radicalización están perfectamente estudiados. En el momento que la policía tiene un pequeño indicio, se activan los protocolos”. Tras los atentados de 2017, las comunidades islámicas colaboran con los Mossos de Esquadra en el Plan de Prevención de la Radicalización, asegura. Sin embargo, los Mossos han declinado hacer declaraciones sobre este tema.
El presidente de la asociación islámica Al Qarawiyyin de Figueres, Fouad Ramdi, muestra los mensajes de WhatsApp que envió a los Mossos de Esquadra cuando este año reclutó a un imam para dar clases de árabe y religión islámica en la comunidad: les hizo llegar una copia del pasaporte y del certificado de antecedentes penales del imam para así garantizar la máxima transparencia. Un centenar de niños y niñas llegaron a ir a las clases, que costaban entre 5 y 15 euros al mes, hasta que algunas familias empezaron a desapuntar a sus hijos porque el imam les pegaba bofetadas o con un palo. “El imam era de Marruecos, pero vivía aquí y me lo habían recomendado porque tenía experiencia en enseñar”, afirma Ramdi, sorprendido con lo ocurrido. Tal vez el imam tenía experiencia, pero es muy diferente enseñar en otros países que hacerlo aquí, donde los castigos físicos son un delito.
Según el acuerdo de cooperación firmado por el Estado en 1992, los alumnos musulmanes tienen derecho a clases de religión islámica en los colegios públicos y concertados. A fecha del pasado 1 de enero, en España había 311 profesores de religión islámica con un certificado de idoneidad de la Comisión Islámica para trabajar en centros docentes. De esos, solo cinco ejercen en escuelas catalanas, según datos del departamento de Educación, a pesar de que se calcula que en Cataluña hay más de 100.000 alumnos musulmanes. Es decir, aquí se deja su formación religiosa en manos de las comunidades islámicas y de imanes sin ningún tipo de certificación.
“Hay imanes que intentan promover entre sus feligreses comportamientos que atienden a una exégesis muy fundamentalista de la fe islámica y no a los principios sociales que rigen la coexistencia en la Cataluña del siglo XXI. Crean mini sociedades dentro de la sociedad”, alerta Sergio Altuna, investigador del programa de extremismo de la Universidad George Washington. En su opinión, “hay que abordar esta cuestión” y “no dejar el debate a quienes quieren politizarlo”, es decir, en la extrema derecha.
Formación de los imanes
Jordi Moreras, profesor del departamento de Antropología de la Universidad Rovira Virgili y uno de los mayores conocedores del islam en Cataluña, corrobora que en Cataluña existe “un islam tradicional” y que los imanes “muchas veces están desubicados”. “Hay que formar a los imanes como se está haciendo en otros países europeos”, propone. Y, en ese sentido, declara que la responsabilidad es tanto de las administraciones como de las comunidades islámicas.
Asimismo lo considera el profesor de la Universidad de Girona y miembro de la cátedra de análisis y acción antirracista Mostafà Shaimi. Lamenta, sin embargo, que "el racismo y la islamofobia" que sufre la población musulmana hacen que algunas personas musulmanas se cierren en sí mismas como medida de protección, y "la polarización" dificulta "abrir un debate sobre el islam que queremos en Cataluña".
Mohamed Halhoul, secretario general de la Federació Consell Islàmic de Catalunya -que reúne a 21 asociaciones-, explica que durante algunos años, entre 2004 y 2008, ellos impartieron cursos para formar a los imanes en la realidad catalana, hasta que se quedaron sin subvención para continuar. La Comisión Islámica y la Unió de Comunitats Islàmiques de Catalunya (UCIDCAT) también aseguran que quieren formar a los imanes, pero que no han recibido apoyo de la administración. Por su parte, el director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat declara que las iniciativas que han intentado llevar a cabo en ese sentido casi no han tenido demanda, se han apuntado pocos imanes.
Sea como sea, el especialista en teoría política y procesos de radicalización Joan Antón-Mellón opina que “es un error abordar la radicalización desde un punto de vista de seguridad”. Es decir, delegar este tema a los Mossos de Esquadra. “En los procesos de radicalización influyen el resentimiento, los problemas de identidad, y factores sistémicos, como la dificultad de tener vivienda o de llegar a final de mes”. Y concluye: “No hacer políticas de integración adecuadas es una bomba de relojería”.