ESTHER VERA_ Ni las vísceras de un animal sacrificado, ni la hidromancia. No leemos manos, ni cartas, ni hojas de coca, ni utilizamos piedras, ni agujas, ni conectamos con el oráculo ni el más allá. Ni buscamos la magia de los números, ni confiamos en la ornitomancia o la astrología, ni miramos atentamente los posos del café. Estrenando el 2022 aspiramos a explicar nuestro mundo y, a veces, a conseguir entenderlo. El dosier de hoy es un ejercicio de análisis partiendo de la idea de que el futuro no es completamente incierto sino fruto de muchas capas de decisiones previas. Tenemos delante 363 días nuevos, páginas en blanco pero no completamente inciertas. El año nos sorprenderá, sin embargo también sabemos cuáles son las corrientes de fondo que mueven hoy nuestro mundo. La principal es el miedo, agente de destrucción o de supervivencia, que se apodera cada vez más de las relaciones sociales, políticas y económicas. Covid y crisis económica son una fábrica de incertidumbre y de inseguridad para millones de personas susceptibles de convertir su frustración en ira, de desconfiar de la política como mecanismo menos imperfecto para organizar la convivencia. Tenemos delante un ciclo electoral interesante en Europa, con una extrema derecha que ocupa el debate con el magnetismo de la rabia y una Unión Europea con el núcleo duro en refundación y con tensiones autoritarias al este. Tendremos que proteger la democracia en un mundo donde las autocracias se venden como una falsa fórmula de seguridad ciudadana, ya sea en la China o en Rusia, grandes potencias expansionistas que no dudarán en consolidar su poder con la expansión territorial y la tensión interna.
En el campo económico, la reactivación continuará gripada por los precios altos, pero incentivada por los fondos europeos si se distribuyen con sabiduría y estratégicamente, apostando por la reconversión energética y el largo plazo de la formación. No está claro que sea así ni que el engranaje del Estado sea capaz de distribuirlos eficientemente. Tenemos una pandemia que nos continuará afectando con olas menos mortales pero que requieren inversión en servicios de salud, investigación médica, ciencia y capacidad de adaptación a las nuevas reglas sociales. Continuaremos con inundaciones, sequías e incendios que indican que el cambio climático es el principal de nuestros desafíos y que estamos avanzando muy poco a poco al luchar en contra. Habrá también libros sorpresivos, música que nos transporte, películas que nos hagan pensar y algunos ataques de risa.
Necesitamos pensar en grande, pero nos faltan grandes liderazgos. Es el momento de arremangarse y vivir en coherencia con el mundo que queremos. Sabemos cuáles son los desafíos y aparecerán nuevos, pero se mantiene al aire cuál será nuestra respuesta individual y colectiva a tantos interrogantes. Todavía podemos elegir muchas de nuestras acciones, y de nosotros dependerá, en buena parte, el balance del año que ahora empieza. ¡Buena suerte!
Año de elecciones en el mundo: ¿el populismo beberá de los miedos de la pandemia?
FRANCESC MILLAN_ En 2020, durante los meses más oscuros de la pandemia, varios países europeos experimentaron una caída importante de la natalidad. El sur del continente lideró el ranking: en España, Portugal e Italia el descenso llegó hasta el 11,2%, si se compara con cifras de 2019. No nos tiene que sorprender mucho. La historia -también la teoría política y económica- ya nos había enseñado que, en tiempos de incertidumbres, se tienen menos criaturas. En guerras, por ejemplo. Y el motivo es siempre el miedo. El miedo al presente, pero, especialmente, el miedo a lo que vendrá.
Hace unas semanas, el Cidob presentaba un dossier con los diez temas que, según el think thank, marcarán la agenda internacional este 2022. Uno de ellos es, precisamente, el miedo. El temor al covid-19 continúa muy vivo y se ha consolidado como una arma de doble filo. Ha enfatizado miedos viejos: a los cambios, al control, a las instituciones y, sobre todo, a los otros. Y ha traído otros nuevos: a las vacunas, a la ciencia, al desabastecimiento. Temores que se refuerzan a medida que la pandemia se alarga y la fatiga social se acentúa y desgasta a ciudadanos y gobiernos.
Al principio del covid-19 se auguraba una bajada del populismo, pero la realidad es más terca: como escribía Jan-Werner Müller en The Guardian, “quizás Trump se haya ido, pero el covid no ha acabado con el populismo”. Al contrario, cada vez el riesgo es más grande. ¿Quién mejor que el populismo para capitalizar miedos y alimentarlos para sacar rédito político? Sabemos qué viene después: más leña al fuego de la polarización, de la agitación, del racismo o de la desinformación. Más fuego, en definitiva. Y no es casualidad, evidentemente, que los partidos populistas -especialmente los de extrema derecha- hayan apadrinado los movimientos contrarios a las restricciones y al certificado de vacunación. Como tampoco es casualidad que esto les retroalimente: la frustración y los espacios de confrontación son su combustible. Y saben que muchos votantes escogerán la papeleta pensando exclusivamente en cómo su gobierno ha gestionado la crisis sanitaria.
Las urnas, un termómetro
El 2022 será, justamente, un año plagado de elecciones en el mundo, que servirán de termómetro de todo. Europa será su epicentro. Líderes populistas como Janez Jansa, en Eslovenia, y Aleksandar Vucic, en Serbia, se la jugarán en las urnas. También habrá comicios en Portugal o en la Hungría del xenófobo Viktor Orbán. Pero el elemento con mayor peso lo tendremos muy cerca de casa. Francia celebra elecciones en abril, con un Emmanuel Macron dispuesto a revalidar el cargo para consolidar su liderazgo en el Elíseo y en Europa -Angela Merkel ya no está-. Delante tendrá dos nombres incómodos: la ya conocida Marine Le Pen y el nuevo paladín de la extrema derecha, el polemista Éric Zemmour, condenado por incitar la discriminación racial y religiosa. En el primer mitin, de hecho, ya se autoproclamó el hombre que “salvará” a Francia de “la guerra civil, la islamización y la extinción”. El rival que más inquieta a Macron es Valérie Pécresse, la candidata de los Republicanos, pero ya es seguro que el populismo de Le Pen y Zemmour marcarán el tono de la campaña.
Fuera del Viejo Continente, también habrá comicios en Brasil -con un Jair Bolsonaro peligrosamente imprevisible en caso de derrota-, las Filipinas, Corea del Sur, el Líbano, Senegal, Australia o México. Los Estados Unidos no quedan excluidos: tendrán las elecciones de medio mandato, una buena ocasión para plasmar qué apoyo tiene Joe Biden y saber hasta qué punto el trumpismo sigue vivo y con fuerzas para llegar con garantías a las presidenciales de 2024.
¿Pondremos fin al covid este año o continuaremos sufriendo nuevas olas?
GEMMA GARRIDO_ Más que una ola, las primeras semanas del año habrá un tsunami de contagios, y de momento nada hace pensar que este sexto embate pueda ser el último. Autoridades sanitarias y epidemiólogos anticipan que 2022 todavía será un año coronavírico, y a pesar de que calendaritzar el fin de la pandemia es prácticamente imposible, la comunidad científica aplaza este hito como mínimo hasta 2023. Esto no quiere decir que el comportamiento del virus y el impacto de las infecciones no pueda cambiar a lo largo de este año. Como ya ha pasado con las hospitalizaciones y las defunciones, que no han desaparecido pero sí que se han desvinculado de las cifras desbocadas de contagios, los expertos confían que la vacunación y la inmunidad adquirida de forma natural después de tantos meses conviviendo con el virus puedan suavizar la magnitud de los embates. En otras palabras, que a partir de ahora se produzcan olitas menos traumáticas de controlar con restricciones porque la población susceptible de infectarse o enfermar sea menor.
Ahora bien, este año que apenas empieza también tiene sus propios retos, como la posibilidad de que proliferen nuevas variantes. Ahora la amenaza es la ómicron, que se ha impuesto en cuestión de días, pero de mutaciones hay miles y se desconoce si puede irrumpir una más eficaz biológicamente, que sea más transmisible o agresiva, desde cualquier lugar del mundo. Precisamente por eso, también tiene que ser el año para romper con la desigualdad de acceso a las vacunas para los países de bajos ingresos y de resolver cuál es la mejor fórmula para hacerlo. Además, es prioritaria la consecución de dosis esterilizantes que no solo reduzcan la gravedad de la enfermedad sino que eviten los contagios. Mientras tanto, las medidas de prevención, como la mascarilla , y la reducción de las interacciones sociales continuarán siendo el camino para controlar el virus.
El año de los tratamientos
Aún así, cuesta creer que el covid-19 nos pueda devolver a la casilla de salida. Los expertos recuerdan que el objetivo no es hacerlo desaparecer, sino conseguir que se convierta en un virus más. El mundo que deja esta pandemia es muy diferente del que había antes de marzo de 2020, cuando nos cerraron en casa, y la ciencia es el ámbito donde la huella de esta crisis mundial es más profunda: el estímulo que ha representado este coronavirus para la comunidad internacional ha sido muy fructífero -como se ha visto con el arsenal de vacunas que ha puesto al alcance en un tiempo récord- y ahora los pasos de gigante se tienen que reproducir en el ámbito de los tratamientos. Primordialmente, para salvar vidas, pero también para minimizar el riesgo de colapso sanitario, que es el indicador clave para los gobiernos a la hora de desplegar las restricciones que nos alteran el día a día y nos frustran como sociedad cada vez más. De hecho, si 2021 fue el año de la vacuna, 2022 tiene que ser el de los tratamientos. Los hay de prometedores, como las píldoras que la gente con factores de riesgo se puede tomar en casa con los primeros síntomas, o los antiinflamatorios que se administran en el hospital y evitan la neumonía y la muerte.
¿Se conseguirá poner freno a la emergencia climática en 2022 o será otro año medio perdido?
SÒNIA SÁNCHEZ, ELENA FREIXA_ Una predicción segura para este 2022 son los nuevos episodios extremos que nos reserva la crisis climática. Los científicos de la ONU nos advirtieron en 2021 que nos tenemos que preparar para inundaciones, sequías e incendios sin precedentes. Este 2022, sin duda alguna, veremos más. Pero también tenemos una nueva oportunidad para pararlos.
La Cumbre de Glasgow de noviembre consiguió mantener vive el objetivo de los 1,5 ºC: los gobiernos del mundo continúan comprometidos con tomar medidas para evitar que el calentamiento global supere esta cifra fatídica (ahora ya hemos subido 1,18 ºC, según la NASA). Pero para conseguirlo hay que reducir las emisiones de CO de manera mucho más drástica. Esto es lo que tiene que conseguir la nueva Cumbre del Clima de la ONU, la COP27, que se celebrará en Egipto en noviembre. Todos los países se han comprometido a presentar nuevos planes de reducción (NDC, en terminología de las negociaciones climáticas), una prometida que por sí misma es un adelanto, puesto que había que presentarlos hasta el 2025. Pero la urgencia de la situación no permite cantar victoria, todavía. Y menos cuando algunas de las grandes potencias ya han advertido que les será muy difícil cumplir esta promesa. El mismo John Kerry, enviado climático de los EE.UU., salió de Glasgow diciendo que no veía posible ir a Egipto con un compromiso diferente al del 55% de recorte de emisiones para el 2030 que ya presentaron en Glasgow. Y en cuanto a la Unión Europea, con las resistencias de los países del Este, “los acuerdos en esta materia también son muy complicados, de forma que costará mucho poder llegar a Egipto con un nuevo NDC”, como apunta Marie Vandendriessche, especialista en cambio climático de EsadeGeo. Quizás una nueva alerta científica les forzará a moverse. Justo antes de la Cumbre de Egipto se publicarán dos nuevos informes del IPCC. La búsqueda científica más avanzada disponible nos aclarará con más detalle que nunca cuáles son los impactos previstos de la crisis climática, en el primer informe, y cuáles son los caminos de mitigación (reducción de emisiones) que habría que seguir para frenar estos impactos. Dos nuevos informes que añadirán urgencia a la transformación energética y al cambio de hábitos que nos corresponde a todos.
Prisa por hacer la transición energética
En España, la hoja de ruta la forman la ley de cambio climático y el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 (PNIEC), que fijan unos objetivos ambiciosos y que ahora hay que acompañar con políticas que aceleren de verdad la transición energética. Catalunya lleva un atraso especial en renovables, y en 2022 demostrará si el decreto acabado de aprobar es o no el urgente solucionador del crecimiento del sector.
En paralelo a la aplicación del decreto, el Gobierno tiene que terminar una ley de transición energética que incluya una planificación territorial, que tendría que llegar al Parlamento este año. En el primer semestre, además, la promesa de una energética pública tendría que tomar forma con detalles básicos como su formato jurídico. La reciente moratoria a la incineración también se tiene que dotar de contenido y de un cálculo sobre el alcance que tendrá y cómo se hará efectiva. En materia de fiscalidad verde, tiene que ser el año de la aprobación de los dos impuestos pendientes que prevé la ley de cambio climático: uno para grabar los cruceros contaminantes y el otro para las actividades económicas que emiten más emisiones.
¿Aguantará la coalición de gobierno en Catalunya? ¿Y en Madrid?
DAVID MIRÓ_ El 2022 está destinado a ser un año de transición antes de entrar en el superaño electoral de 2023, con municipales, autonómicas en muchas comunidades, entre las cuales Madrid, y generales españolas. Pero podríamos decir que los años de transición los carga el diablo, puesto que tanto los ejecutivos de España como de Catalunya se sustentan en alianzas muy frágiles. Aún así, la salud del pacto PSOE - Unidas Podemos parece más sólida que la del de ERC y Junts en la Generalitat. El motivo es que así como ni PSOE ni Unidas Podemos tienen alternativa a su pacto y solo discrepan en el calendario electoral (los lilas, o al menos Pablo Iglesias, querrían avanzar las elecciones para hacerlas antes de las municipales y autonómicas porque el previsible desastre que sufrirán no lastre la candidatura de Yolanda Díaz), en el caso de Catalunya ERC tiene la posibilidad de pulsar el botón rojo y expulsar a Junts del Govern. En este escenario, que es defendido en privado por no pocos consejeros republicanos, Pere Aragonès se podría plantear un gobierno monocolor en solitario con apoyos puntuales de los comuns e incluso del PSC.
De qué dependerá que Aragonès tome esta decisión? Pues de multitud de factores, pero el principal es el relato. Expulsar a Junts del Govern aprovechando alguna de las crisis entre socios que viviremos en 2022 tiene el coste de aparecer como el que rompe la unidad del independentismo y, además, supone pasar a depender de los socialistas, cosa que a ERC le restaría poder de negociación en Madrid. Al otro extremo hay quien piensa que un Govern monocolor permitiría aplicar a fondo la estrategia de ERC sin interferencias y sumiría a Junts a una fuerte crisis interna, puesto que haría aflorar las discrepancias entre sus diferentes sectores. Además, Junts tendría que afrontar el problema de perder de golpe varios centenares de cargos de confianza. Los defensores de este tipo de Big Bang independentista están convencidos de que es un paso necesario para acabar de emancipar el proyecto de ERC de los herederos de Convergència.
Mirándoselo desde la barrera está el nuevo primer secretario de los socialistas, Salvador Illa, que se ha marcado como prioridad hurgar en las divisiones del Govern y no vería con malos ojos su implosión. Sus reiteradas ofertas a pactar los presupuestos demuestran que el PSC no rechazaría ser socio de Aragonès desde fuera.
Otro factor que acabará decantando la balanza será lo que pase finalmente con el expresident Carles Puigdemont. Si el líder de Junts gana su batalla judicial contra el Parlamento Europeo y recupera la inmunidad, se puede plantear un regreso que pondría a España entre la espada y la pared y que sería una bomba política de efectos imprevisibles. De alguna manera, la estabilidad en Catalunya está en manos de Aragonès y Puigdemont, que tienen cada cual su particular botón rojo.
En España, Pablo Casado confía en continuar cabalgando hacia la Moncloa sobre la oleada de victorias electorales en Castilla y León y Andalucía. El problema son estos aliados incómodos que le han salido: la extrema derecha. No es lo mismo pactar con Vox que con Cs, un partido que ya solo aspira a la supervivencia.
¿Los fondos europeos harán avanzar de verdad la recuperación económica?
LEANDRE IBAR_ La respuesta a esta cuestión es un claro y rotundo ojalá. Los cálculos de la ministra de Economía, Nadia Calviño, y del conjunto del ejecutivo Sánchez prevén que el maná europeo pueda impulsar una recuperación que por ahora sigue siendo tímida.
Los datos prueban que, a pesar de que España es el país europeo que más tarde saldrá de la crisis derivada de la pandemia, el gobierno español ha optado para aparcar los estímulos de su presupuesto y fiarlo todo a la llegada de los Next Generation, una decisión que cuenta con el visto bueno de Bruselas. En este sentido, el Estado es, con diferencia, el país de la zona euro que menos dinero destinará a medidas de apoyo a la recuperación en su presupuesto estatal para 2022. Así, mientras que el gobierno de Italia -un país mucho más endeudado que España- abocará el equivalente al 3% del producto interior bruto (PIB, el indicador que mide la actividad económica) a apoyo directo a la economía y la media de la zona euro será superior al 2%, los presupuestos del Estado no destinan a ello ni el 0,5%.
Además de saber si se mantendrá a la cola de la recuperación, la otra gran incógnita de cara al 2022 será saber quién se beneficiará más de la llegada de los fondos. Algunas entidades empresariales ya han advertido que su diseño favorece a los grandes proyectos impulsados por multinacionales y grandes empresas de la Íbex, mientras que autónomos y pequeños empresarios quedarán al margen, a la vez que han criticado el poco poder de decisión que el Estado ha cedido a la Generalitat. España espera recibir en 2022 unos 27.600 millones, según los presupuestos del Estado, en ayudas directas de los fondos europeos Next Generation, el paquete de estímulos aprobado por la Unión Europea destinado a la digitalización y modernización de la economía. Es con esta cifra que el gobierno español espera compensar el bajo gasto en apoyo directo a la recuperación que ha dedicado a las cuentas públicas.
Los 27.600 millones representan un dato un 3,6% superior al previsto en 2021 y un 38% de los cerca de 73.000 millones de euros en ayudas directas de los fondos que Bruselas puede desembolsar entre 2021 y 2026. Además, hay que añadir que España tiene derecho a acceder también a 63.000 millones más en forma de créditos que, por lo tanto, tendría que ir devolviendo con los años. De momento, todas las peticiones enviadas por el gobierno español son para subsidios directos.
En 2021, el gobierno de Pedro Sánchez también había previsto la llegada de aproximadamente 27.000 millones de euros de subsidios directos. La cifra, sin embargo, ha acabado siendo de unos 19.000 millones, a pesar de que el Estado -utilizando la jerga comunitaria- hizo los deberes y cumplió las exigencias iniciales de la Comisión Europea y el Consejo . De hecho, de este dinero, Bruselas abonó 10.000 millones apenas la semana pasada, un golpe cumplidas la cincuentena de hitos que había impuesto en España.
Así mismo, el Estado espera recibir dinero europeo por los diferentes PERTE, los macroprogramas sectoriales que ha impulsado con la participación de grandes empresas, como el que ya ha enviado a la Comisión Europea sobre el sector de las energías renovables. También la Generalitat ha presupuestado ingresos adicionales fruto de los Next Generation: este año espera obtener unos 2.142 millones de euros de más en comparación con el 2020, el último ejercicio con presupuesto aprobado.
Reformas obligatorias
De cara a 2022, España llevará a la UE dos leyes necesarias para seguir cobrando de los fondos: la nueva reforma laboral -pactada dos días antes de Navidad entre el ejecutivo, los sindicatos y las organizaciones empresariales- y una reforma del sistema de pensiones que no sumó la patronal. Si el gobierno español cumple las demandas, tanto Bruselas como Madrid aseguran que en 2022, ahora sí, será el año en que llegará el grueso de ayudas.
¿El Barça de Xavi conseguirá alzar el vuelo o 2022 será un año de purgatorio?
XAVI HDEZ. NAVARRO_ Le costó, pero finalmente, y para alegría de muchos culés, se rindió a la evidencia. Joan Laporta apostó por Xavi Hernández como relevo de Ronald Koeman a principios de noviembre, con el equipo con un pie fuera de la Champions y con mala dinámica en la Liga. Hasta aquel momento, el presidente del Barça había mostrado dudas sobre las capacidades del técnico de Terrassa. De hecho, y a pesar de las presiones de buena parte de su junta, la afición, el entorno e incluso el núcleo duro del vestuario, ya lo había descartado en mayo, a finales de la temporada 20/21, cuando decidió buscarle sustituto a Koeman y no pudo ejecutar ninguna de las vías que a él más le gustaban: Nagelsmann, Flick, Rangnick... La escuela alemana, vaya. La falta de consenso (y de previsión) llevaron a la continuidad del neerlandés, que acabó cayendo víctima de los malos resultados, sí, pero sobre todo de un discurso derrotista y de una alarmante carencia de recursos tácticos.
A media temporada, y como todos los caminos llevaban a Xavi, Mateu Alemany y Rafa Yuste lo fueron a buscar a Doha, donde el jeque del Al-Sadd se hizo el remolón en la negociación, molesto porque Laporta evitó hacerse la foto con él. Sea como fuere, el ex mediocampista del Barça, ilustre representante del ADN culé y del juego de posición, cogió las riendas de un equipo con varios ex compañeros -Busquets, Piqué, Jordi Alba, Sergi Roberto y Ter Stegen-, futbolistas devaluados -Umtiti o Coutinho-, jugadores pendientes de acoplarse -De Jong, Dest o Memphis- y un patojo de jóvenes muy preparados y con ganas de comerse el mundo: Ansu Fati, Pedri, Gavi, Nico, Eric Garcia, Araujo y también Abde. De Qatar vino con su staff de confianza. También pidió el regreso de Ricard Pruna para acabar con la plaga de lesiones.
Con estos argumentos, y con los que Laporta pueda proporcionarle en este decisivo mercado de invierno, Xavi tendrá que transformar en buenos resultados sus honestas intenciones, que pasan por colocar bien las piezas en el césped, encontrar pasillos interiores, abrir mucho el campo y presionar con nervio para robar rápido la pelota. El vallesano recuperará lesionados y tendrá una vuelta entera a la Liga, toda la Copa y la Europa League -consolación de la eliminación de la Liga de Campeones- para iniciar la resurrección deportiva que el club necesita para poder reavivarse a todos los niveles. Con el Real Madrid lejísimo en la clasificación de la Liga y el objetivo prioritario de volver a la Liga de Campeones, es evidente que su Barça vive una temporada de transición, por mucho que desde el palco se emperren en rechazar este término. De lo que pase desde ahora hasta junio, y también de las decisiones deportivas y económicas que se tomen, dependerá que esta transición sea más o menos larga. De momento, Xavi tiene la confianza de la culerada y de la junta, así como el ascendiente que necesita el vestuario después de demasiados años de autogestión. Ahora solo falta sumar presente entre las herramientas que pertenecen a un pasado glorioso -empezando por Dani Alves- y las que aventuran un futuro esperanzador -Gavi, Ansu y compañía-. Laporta soñará con Haaland mientras Ferran Torres, primer gran fichaje de su mandato, empiece a hacer faena.
¿Sobrevivirán las salas de cine o el cambio en el audiovisual ya será irreversible?
XAVI SERRA_ A pesar del retorno de los blockbusters a la cartelera, la recaudación de los cines en 2021 todavía se sitúa alrededor del 40% de la taquilla que se hizo en 2019. Las ayudas de las administraciones a las empresas exhibidoras han paliado hasta cierto punto la bajada acumulada de ingresos y han permitido mantener abiertos la mayoría de locales pero el panorama es muy preocupante: en relación a la situación prepandémica, los costes de las salas son los mismos -de hecho, han aumentado por el encarecimiento de la factura de la luz- pero los ingresos han caído en picado. Si la taquilla no se recupera durante 2022, muchos cines tendrán que cerrar.
¿Aún es posible la recuperación? El éxito de taquilla de Spiderman: sin camino a casa, con unas cifras de récord que evocan la realidad prepandémica, da a pensar que sí. Después de los resultados tibios de estrenos como Sin tiempo para morir, Dune o Fast & Furious parecía que el techo de ingresos del blockbuster había quedado tocado, pero Spiderman ha demostrado que el público sigue dispuesto a llenar los cines. Y en 2022 no faltarán títulos con poder de convocatoria: más franquicias de Marvel (Doctor Strange en mayo y Thor en julio ), el Batman de Robert Pattinson en marzo, Jurassic World 3 en junio, Missión Imposible 7 en septiembre y Avatar 2 en diciembre .
Pero la desazón que recorre el sector no tiene que ver solo con la capacidad de los blockbuster por seguir tirando del carro de la taquilla sino con la pérdida de hábito de los espectadores. A los recelos iniciales del público para volver a las salas hay que sumar el impacto de las plataformas en la manera de consumir contenidos audiovisuales. “¿Cuando lo estrenan en plataformas?” es la pregunta que más inquieta a los cines, porque deja claro que el interés por las películas no decae pero que verlas en casa gana puntos como opción preferida de una parte del público. Esto, sin duda, acabará teniendo un impacto en las ventanas de exhibición que, hoy por hoy, determinan la orden y periodos de explotación del cine en los diferentes canales (cine, pay per view, plataformas, vídeo y televisión en abierto).
Otro de los factores que preocupa a las salas es que el público maduro, el que hacía viable abrir los cines los días laborables, no está recuperando el hábito de ir al cine al mismo ritmo que los jóvenes. Esto hace peligrar especialmente los cines que basan su programación en una dieta variada de géneros, y no en el monocultivo de las superproducciones de Hollywood.
Si la situación actual no cambia durante 2022, la exhibición cinematográfica podría acabar adaptándose al público joven con la consecuente pérdida de diversidad de la cartelera, que se concentraría en un puñado de títulos y, quizás, también en los días del fin de semana. Los grandes perjudicados de este escenario, claro, serían el cine europeo en general y el cine de autor en particular. Es por eso que algunas voces reclaman que una parte de los fondos europeos se destine a luchar por la supervivencia de los cines.