Sin un perfil único detrás la violencia de los macrobotellones

Los expertos hablan de unos actos condicionados por el ánimo festivo y de una generación que se siente discriminada

Miles de jóvenes en el primero macrobotelló en la plaza España de Barcelona durante las fiestas de la Mercè.

BarcelonaLa última noche de la Mercè se ha cerrado sin ningún macrobotellón, pero la pregunta que planea sobre las fiestas de Barcelona es qué perfil de jóvenes había detrás de la violencia que se vio en las jornadas anteriores. La respuesta no es única ni fácil, porque los disturbios son muy recientes y han involucrado a miles de personas. El ARA ha consultado a expertos de diferentes perfiles para comprender las causas de un fenómeno que ha dejado decenas de heridos, vehículos quemados y restaurantes saqueados.

¿Por qué hay violencia en los macrobotellones?

El presidente del Colegio de Criminólogos de Catalunya, Daniel Limones, admite que detrás de los macrobotellones del fin de semana, en los que había jóvenes de Barcelona y también de municipios vecinos, hay perfiles “diferentes”. La mayoría salían de fiesta con los amigos, pero el consumo de alcohol –y otras drogas– acababa provocando que tuvieran “una realidad distorsionada”. A pesar de que el 99% “no cometieron ningún delito”, Limones explica que los actos masivos –40.000 personas la noche del viernes en Plaça Espanya y 30.000 la del sábado en la playa de Bogatell– generan un anonimato que anima a la gente a actuar con violencia y destrozar coches o incendiar contenedores: “Parece que el anonimato dé protección, aunque no haya relación entre los asistentes”.

Con él coincide el psicólogo y educador Jaume Funes, que advierte que la violencia entre los jóvenes es un tema “complejo” que muy a menudo se intenta “simplificar demasiado”. Según Funes, una parte de la violencia que se produjo durante la Mercè es “contextual”: vendría dada por el solo hecho de que se reuniera tanta gente en un solo lugar, fuera por la noche y hubiera alcohol. “Algunos fenómenos violentos se generan por su propio formato”, dice. Funes coincide al asegurar que “hay múltiples violencias” y que “cuando alguien empieza a provocar un incidente se suman otras personas que pueden ser muy diferentes: puede haber quien esté frustrado, sin expectativas sociales, y también quien esté aburrido o incluso el chico superpijo que ya no sabe como divertirse”.

El profesor de la UAB y experto en movimientos sociales Jordi Mir también considera que el solo hecho de juntar a tanta gente lo hace “incontrolable” y recuerda que “cuando se celebra el título de un equipo de fútbol también acostumbra a haber disturbios”.

¿Toda la violencia es igual?

No. Los Mossos piensan que entre los violentos los hay que están de fiesta y, empujados por la multitud, lanzan objetos contra la policía o causan destrozos, y otros que aprovechan para robar. La policía también diferencia la primera noche con disturbios –en Plaça Espanya– de la segunda –en Bogatell– porque en la playa se vio un grupo organizado de entre 20 y 30 miembros, vestidos de negro, que se vincula con la delincuencia de aquella noche. Un testigo explica al ARA que un chico que iba con una sudadera negra le robó el móvil a una amiga suya: “Vino corriendo y cuando lo cogió continuó corriendo”. A continuación el supuesto ladrón se juntó con un grupo de unos cinco chicos, también vestidos de negro y de entre 18 y 20 años, con los cuales él y su amiga no se quisieron enfrentar.

Tanto el director de los Mossos, Pere Ferrer, como el teniente de alcaldía de Seguridad de Barcelona, Albert Batlle, han atribuido a una minoría “de oportunistas” los robos y los saqueos de los macrobotellones de la Mercè, como pasó con las protestas por Hasél. En RAC1, Batlle ha dicho que “son gente muy marginal”. En cuanto a los 14 heridos por arma blanca en la plaza de España, a los cuales se había referido como "apuñalados", los Mossos revisan si realmente fueron por navajazos o por cristales rotos, y si fueron producto de actos intencionados o fortuitos. De los 66 detenidos –19 de ellos menores de 18 años– entre las dos noches, los de la primera ya han quedado todos libres y los de la segunda todavía tienen que pasar a disposición judicial.

Mir cree que es “excepcional” que se produzcan “fenómenos delictivos” durante estos encuentros de jóvenes, a pesar de que apunta que “cuando desaparece el turista a quien hasta ahora se podía robar, hay que encontrar una alternativa para sobrevivir”.

¿Qué relación tiene con el ocio nocturno?

El conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, ha pedido no identificar la juventud con la delincuencia y ha hecho un llamamiento a “reflexionar” sobre el modelo de ocio nocturno. Según el catedrático de antropología social de la Universitat Pompeu Fabra Carles Feixa, el fenómeno del botellón, a pesar de que nació hace unos 20 años, ahora es “estructural” debido al cierre de las discotecas “pero sobre todo por la falta de alternativas en el uso del espacio público”. Feixa considera que el ocio nocturno de Barcelona, “dirigido a un modelo turístico”, ha expulsado los locales del centro a la periferia. También apunta que los jóvenes, que sufren la precariedad laboral y la dificultad de acceder a una vivienda, no tienen suficiente capacidad adquisitiva para pagar el ocio formal.

Algunos de los jóvenes que participaron en el primer macrobotellón, en Plaça Espanya.

¿Por qué se ataca la policía?

No es el primer fin de semana que se ven lanzamientos de botellas contra los agentes. Hace solo una semana, en Tiana, la policía tuvo que huir de un grupo de jóvenes. Mir hace hincapié en “la falta de respeto hacia la policía”, donde sí que cree que ha habido un cambio. Según dice, “del mismo modo que se tiende a generalizar a los jóvenes o los menas, también se generaliza a la policía”, y el papel de algunos agentes en la represión de manifestaciones o episodios racistas ha provocado que algunas personas los perciban “como un elemento de inseguridad más que de seguridad”.

Limones también cree que la crispación contra la policía “ha aumentado”, pero lo atribuye al hecho de que durante el último año y medio ha sido “la vía política para controlar la pandemia”, porque sancionaba los incumplimientos de las restricciones del covid. “Se ha enviado el mensaje de que es el elemento en contra del cual ir”, considera. Feixa añade que la policía “no deja de ser la autoridad que tienen delante”.

¿Son más violentos los jóvenes?

Mir no cree que estemos viviendo un aumento de la violencia: “Si lo miramos con perspectiva histórica encontraremos otros episodios más violentos en los 80 o en los mismos 2000 en otro botellón”, asegura. Esta percepción, sin embargo, vendría dada por el hecho de que “es cierto que hacía tiempo que no se veía esta violencia” y ahora sorprende. Destaca que actualmente se están viviendo episodios similares en otros países como Noruega, también este mismo fin de semana, o en los Países Bajos hace siete meses, pidiendo el fin de las restricciones.

Funes tampoco ve claro que estemos ante un incremento de la violencia y pide superar “el discurso antijóvenes” e intentar comprender lo que les está pasando. Por un lado está el hecho de que “hace tiempo que para un sector la violencia es diversión” y que hay jóvenes que se apuntan por aburrimiento cuando ven que hay disturbios. Por otro, está también la “frustración de una parte de la sociedad a quien ofrecemos un caramelo, como un iPhone, y después le decimos que no es para ellos y que además se tienen que portar bien”.

El educador social y profesor Carles Vila cree que “la sociedad es violenta y por lo tanto los jóvenes también lo son, pero no como un grupo aparte del resto de la sociedad”. Aun así, avisa que “la violencia no es representativa del movimiento juvenil”, puesto que es “una minoría” quien lo ejerce. Desde su punto de vista, también es violencia “que un porcentaje importante de jóvenes no puedan acceder al mercado laboral o a una vivienda digna”. En este sentido, considera que entre los jóvenes “puede haber cierto descontento, puesto que no paramos de decir que son las generaciones mejor preparadas de la historia y son la primera que vive con menos calidad de vida que sus padres”.

Varios jóvenes en las playas de Barcelona durante la noche.

Limones coincide al decir que no solo en Catalunya, sino en todo Europa y en todo el mundo, se viven reivindicaciones que acaban con violencia. Feixa apunta que los macrobotellones son el tercer momento de violencia protagonizada por los jóvenes en Catalunya de los últimos dos años –después de las protestas postsentencia y por Pablo Hasél–: a pesar de tener motivos políticos e ideológicos diferentes, cree que “obedecen a un malestar muy generalizado que es generacional”, porque “sienten que no se los escucha ni tienen voz”. También apunta a que la diferencia salarial con los adultos “ha aumentado de manera extraordinaria”. Según él, “periódicamente” habrá situaciones similares: “Ahora estaremos tranquilos porque viene el invierno, pero en verano volveremos”.

¿Se está abordando la raíz del problema?

Después de ver que este fin de semana ha habido actos masivos sin ninguna organización clara detrás –la convocatoria ha circulado por chats de Telegram y otras aplicaciones–, Feixa alerta de que es “un grave error” que la única respuesta de las administraciones sea policial. Por eso define la juventud como una generación que está discriminada y que si continúa sin unas condiciones laborales, de vida y de ocio dignas “persistirá” en la violencia.

Funes es muy crítico con el hecho de que el fenómeno se intente entender solo desde una “lógica adulta” y defiende que “hay que aceptar la violencia para poderla canalizar”. De hecho, resalta que parece que socialmente haya “una violencia buena, como la quema de contenedores después de la sentencia del Procés, y otra violencia mala como la del botellón”. Mir coincide en que hay diferentes causas detrás de la violencia de los jóvenes y destaca también “el perfil de las personas que tienen poco que perder, que no tienen expectativas porque saben que tendrán trabajos precarios o soluciones habitacionales precarias”.

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