Entre la rata y el castor: el coipú se expande por Catalunya
Un gran roedor, autóctono de Sudamérica, se instala en ríos y cuencas como los humedales de l'Empordà, el Fluvià o la Muga
GironaEs como una mezcla entre una rata, un castor y una nutria. El coipú pesa entre 3 y 7 kilos, tiene membranas interdigitales y se diferencia rápidamente de las otras especies por dos dientes naranjas que sobresalen de los labios y que le sirven para roer dentro del agua con la boca cerrada. Su espacio preferido son los ríos y las cuencas fluviales, donde come todo tipo de vegetación. Vive en parejas o en colonias en unas galerías, no muy profundas, que construye al lado del agua. Los coipús provienen de Sudamérica (Chile, Argentina, Bolivia, sur de Brasil, Uruguay y Paraguay) y llegaron a Catalunya atravesando la frontera por las cuencas fluviales de la Albera.
Paradójicamente, en sus países de origen, como la Patagonia argentina, ahora son difíciles de ver: durante años fueron muy preciados por las calidades de su piel, y la cacería, junto con la desaparición de zonas húmedas, hicieron caer en picado el número de ejemplares. En cambio, el Alt Empordà está ahora lleno: se han extendido por la Muga, el Fluvià y el Ter, y ya han llegado hasta el Ripollès y la Selva, pasando por el Pla de l'Estany, el Gironès, el Baix Empordà y la Garrotxa. “No será extraño que, de manera muy abundante, se acaben repartiendo por todo el territorio, bajando por la Tordera o el Besòs”, augura el jefe de los Agents Rurals de Girona, Ignasi de Dalmases. Y el biólogo del servicio de Fauna y Flora del departamento de Acción Climática Santi Palazón coincide: “Seguramente se repartirán por la costa y la zona central más húmeda, y puede llegar alguno hasta la llanura de Lleida y el Segre”. “Pero no al Pirineo, porque no les gusta el frío”, puntualiza Palazón.
Sin posibilitados de frenar el avance
El coipú –o Myocastor coypus– cruzó el Atlántico en el siglo XIX importado por las granjas que se abrieron en Francia, impulsadas por la industria peletera. Pero cuando el sector desapareció, muchas granjas dejaron los ejemplares en libertad, de forma que estos roedores se fueron esparciendo hasta Bélgica, Alemania e Italia. En España, los primeros que los divisaron fueron los vascos, hacia los años 80, y se cree que entraron por la zona alta del Bidasoa. En Catalunya se vio algún ejemplar de coipú en la Vall d'Aran y la Cerdanya, pero fue a partir del 2012 que se tiene constancia de poblaciones establecidas en ríos del Alt Empordà y en zonas como el Parc Natural dels Aiguamolls. Precisamente en este espacio se han hecho campañas muy intensas para eliminarlo: está catalogado como especie invasora y puede comprometer los ecosistemas fluviales, además de cultivos como el arroz.
“Ha encontrado un lugar ideal para expandirse y se reproduce con mucha rapidez: cada hembra tiene entre 2 y 8 crías cada año. Tiene muy pocos depredadores –algún rapaz y el zorro– y es difícil de capturar”, indica De Dalmases. Desde el 2012, los Agents Rurals han sacrificado a disparos o con trampas 152 ejemplares, pero el jefe del cuerpo en Girona lamenta la dificultad de frenar su avance. “Hemos hecho campañas específicas en reservas como los humedales o al pantano de Banyoles, pero cuando están tan instalados es muy complicado o casi imposible devolver a la situación cero”. Además, según Palazón, se tiene que tener en cuenta que los recursos son limitados. “Aunque mates, su ritmo reproductivo es muy alto. Tenemos una partida para proteger las especies amenazadas y otra para eliminar las invasoras, y son muchas. Y si por mucho que destines dinero no consigues eliminarlo no habrá servido de nada todo lo que se ha invertido”.
Problemas en cultivos y campos de golf
Es difícil calcular cuántos ejemplares de coipú hay en Catalunya, pero OrnithoCat tiene cuantificadas 673 citas de observaciones de coipús entre el 2017 y el 2021. Las cuencas de la Muga y el Fluvià son las que más concentran, y ya se han visto en la Tordera, en el río Calonge y en el Onyar, en Girona. Hasta ahora, había pocos ejemplares y no creaban conflictos con la flora y fauna autóctonas, pero la alta densidad de las colonias está provocando cada vez más quejas porque se comen los brotes de maíz, de alfalfa o los del arroz de Pals, donde, a veces, al hacer las galerías, provocan que entre agua en los cultivos o bien, al contrario, hacen que se vacíe un campo que tendría que estar inundado porque los nidos actúan como drenaje. “Y tendremos más llamadas a medida que haya más, porque los daños se irán incrementando”, lamenta el jefe de los Agents Rurals, que también se ha encontrado con muchas colonias cerca de las depuradoras y en campos de golf.
Ahora bien, para el ornitólogo y ex director de Parc Natural dels Aiguamolls de l'Empordà Jordi Sargatal, no todo son desventajas. “Sería mejor que no estuviera. Pero puesto que lo tenemos aquí, miremos la parte positiva: está sirviendo para alimentar a los zorros, las garduñas y las águilas, que antes comían muchos conejos y ya casi no hay, de forma que los coipús lo compensan”.