Salud mental

"Me eché a llorar y ya no pude parar, era un ataque de ansiedad"

Casi dos años de pandemia pasan factura emocional a los sanitarios: la demanda de atención psicológica crece un 30%

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Una enfermera de una CABEZA de Castelldefels preparando una dosis de la vacuna contra el covid

BarcelonaEra una pregunta inocente: “¿Cómo estás?” Però suficiente como para hacer derramar el vaso. “Me eché a llorar y ya no pude parar. Yo creía que estaba bien, pero tuve un ataque de ansiedad. Me enviaron a casa y estuve dos meses con ayuda psicológica”, explica Marta –nombre ficticio–, enfermera de urgencias del Hospital de Bellvitge. El aumento de la carga de trabajo, la fatiga y la incertidumbre impacta en la salud mental de los sanitarios después de casi dos años de pandemia. Marta trabaja en el bloque quirúrgico de urgencias, el único de los cinco bloques que durante la pandemia ha atendido todo lo que no era covid. “Y nos hemos encontrado con más carga laboral porque al pararse quirófanos, consultas externas y pruebas diagnósticas, las patologías han tardado más a diagnosticarse y los tumores más a operarse, y esto quiere decir más probabilidades de complicaciones”, explica. Asegura que la actividad todavía no se ha recuperado al 100%. “A cada ola, cuando se necesitaban camas por covid hemos tenido que parar la actividad. Y ahora, con la sexta ola, los enfermos no pueden subir a planta porque están ocupadas con pacientes covid y se acumulan en urgencias, es un colapso”. Después de dos meses de baja ya ha vuelto a su puesto de trabajo.

El agotamiento emocional de los sanitarios: el motivo de demanda de ayuda más frecuente durante 2021 es el de dificultades en el ámbito laboral (sobrecarga, cambios, conflictos...)

No lo ha hecho todavía Maribel, trabajadora de los servicios sociales de un ayuntamiento de un municipio de 20.000 habitantes que está de baja después de haber hecho un cuadro de burn out. “Hace 30 años que trabajo en servicios sociales y nunca había visto demandas tan duras, gente que no tiene para comer, por ejemplo, cuando esto lo veíamos poco. Faltan recursos humanos para atender el incremento de casos y recursos para las personas que atendemos. Sientes mucha impotencia, porque no son casos, son personas con problemas graves. Nunca me había sentido tan poco escuchada por mis superiores. «Que esta señora me está diciendo que no come, ¿lo entendéis?»”, explica Maribel, a quien la situación la ha sobrepasado. Dolores articulares, malestar, dolor de cabeza, sensación de ahogo, problemas para dormir o taquicardia fueron algunos de los avisos del cuerpo, que un día dijo basta. “Cuando empezaron las taquicardias ya vi que caería en redondo y me dije «O lo paras o te para a ti»”, dice esta psicóloga y educadora social. “Vas resistiendo hasta que un día explotas”, añade Marta, que reconoce que en su servicio han pasado por lo mismo profesionales de todas las categorías y turnos. “Todo esto pasa factura en el ámbito personal. Este ritmo no es sostenible, pero mientras lo haces no te das cuenta, porque el trabajo nos gusta”, añade.

Su situación no es aislada. Si la mayoría de la población estamos cansados de la pandemia es fácil imaginar cómo están los sanitarios. “Hace un mes y medio pensábamos que estábamos al final del túnel y el escenario ha cambiado muy rápidamente: volvemos a niveles de presión asistencial similares a los de hace unos meses”, dice Toni Calvo, director de la Fundación Galatea, una entidad creada por el Consejo de Colegios de Médicos de Catalunya para velar por la salud y el bienestar de los profesionales sanitarios. Esta presión genera entre los profesionales sentimientos de frustración, así como agotamiento físico y mental que se acumula a medida que se alarga la pandemia.

Ansiedad y depresión

Lo han notado en la Fundación Galatea, donde la demanda de ayuda psicológica se ha incrementado un 30% a raíz de la pandemia de covid –ya han atendido a más de 1.800 profesionales desde marzo de 2020, entre ellos a Maribel y a Marta– y a medida que esta se alarga también aumenta la complejidad de los casos. Si antes la media eran cuatro sesiones de terapia por cada usuario, ahora ya hacen falta seis o siete. “Y cuanto más complejidad hay, la intervención psicológica también se convierte en farmacológica”, apunta Calvo. Los motivos de consulta más habituales son ansiedad y depresión. “Y en algunos casos, no significativos pero sí importantes, con algún consumo de sustancias”. El desencadenante es, sobre todo, la sobrecarga de trabajo. “Hay mucha ansiedad vinculada a la reorganización y la reestructuración de los equipos, a la gestión de la incertidumbre y a la falta de recursos”, argumenta Calvo, que recuerda que los sanitarios están muy formados para cuidar a los otros y poco para cuidarse a ellos mismos. Y el impacto es transversal: médicos, enfermeras, celadores, administrativos, psicólogos, trabajadores sociales...

El peso, una vez más, sobre la primaria

La sexta ola ha impactado de lleno, una vez más, en la atención primaria: cribajes, test de antígenos, seguimiento de contactos, vacunas, certificados covid..., además de la actividad habitual de control de pacientes crónicos y visitas telefónicas, presenciales y a domicilio. “Realmente los profesionales están colapsados y con problemas de ansiedad y angustia. Las dotaciones de personal ya eran débiles antes y si ahora añades una pandemia con seis olas seguidas no es de extrañar que los profesionales acaben con ataques de ansiedad y tengan que coger la baja”, argumenta Glòria Jodar, directora del área de desarrollo del Colegio de Enfermeras de Barcelona y directora de la EAP Sant Andreu de la Barca. Entre un 6% y un 9% de los profesionales de la atención primaria han tenido que coger la baja médica entre octubre de 2020 y agosto de 2021, según datos del departamento de Salud.

Meritxell Sánchez-Amat, médica del CAP Besòs de Barcelona y presidenta de la FoCAP, reconoce que hay “agotamiento pandémico” también entre los sanitarios. “Está muy bien que la gente recurra a la atención primaria, pero nos han dejado muy solos y la cantidad de trabajo es muy grande”, admite. Y las medidas para reforzar el sistema durante la sexta ola –contratación de estudiantes de últimos cursos– son insuficientes. “Estoy haciendo el trabajo como lo quiero hacer, pero con un esfuerzo personal muy grande. Estamos asumiendo muchas carencias del resto de niveles asistenciales y esto desgasta mucho”, lamenta Sánchez-Amat. “Las visitas hospitalarias, pruebas u operaciones que se demoran me hacen sufrir por los pacientes y me generan trabajo y malestar porque no dependen de mí”. No obstante, cree que se tiene que cambiar el discurso hacia la atención primaria: “También estamos haciendo mucho trabajo y lo tenemos que poner en valor”.

La unidad covid  del Hospital de Sant Pau de Barcelona.

Las urgencias, desbordadas

En las urgencias hospitalarias también se ha incrementado el volumen de trabajo. Al aumento de casos derivados de la sexta ola y empujados por la variante òmicron se tienen que sumar infecciones respiratorias, pasas intestinales, insuficiencias cardíacas o patologías crónicas descompensadas. “Estamos en cifras de actividad un 8% superiores a las del invierno de 2019, cuando tuvimos más actividad que nunca”, dice Mireia Puig, jefa de urgencias del Hospital de Sant Pau, que alerta que los recursos “no son infinitos”. “Estamos cansados porque llevamos muchos meses con mucha actividad y no hemos desescalado nunca el covid ”, añade. Joaquín López-Contreras, jefe de enfermedades infecciosas de Sant Pau, también constata esta “sensación general de desaliento” entre el personal sanitario cuando ve que se reabren salas covid que ya se habían cerrado o se vuelve a desprogramar actividad no covid . “La gente está triste y preocupada porque todo lo que nos viene encima es perjudicial. ¿Cuántas semanas llevamos viendo que Europa está fatal? Esto es un déjà-vu para todo el mundo”.

Tanto Maribel como Marta han pensado en dejar el trabajo. "Pero me lo saqué de la cabeza porque me encanta", apunta Marta. Alrededor del 20% de todos los profesionales del ámbito de la salud les ha pasado por la cabeza alguna vez dejar el trabajo desde el inicio de la pandemia, pero solo un 2-3% se lo ha planteado seriamente. El componente vocacional pesa mucho. Maribel lleva dos meses de baja y su objetivo es reincorporarse a su puesto de trabajo: “Ahora estoy más preparada para volver, pero también me da miedo por si las condiciones no han cambiado y la ansiedad puede más que yo”, concluye.

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