Discapacidades

"Ser sorda es cómo vivir en Japón"

Cataluña se impone facilitar el acceso a productos y servicios a personas con discapacidad física y sensorial de aquí a 2040

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Tania Galián y Ariadna Cardelús, frente a un mural pro diversidad, en la sede de la Asociación Catalana de Familias y Personas con Sordera (ACCAPS).

BarcelonaA simple vista, Ariadna Cardelús y Tania Galián se comunican sin dificultad alguna. Hablan y responden en una charla ágil. Pero ambas son sordas. La primera lo es de nacimiento y con dos años ya le pusieron un implante coclear que le traduce los sonidos a través de impulsos eléctricos. Ahora está terminando sociología en la UAB y le gustaría dedicarse a la lucha activista por los derechos de las personas sordas. El caso de Cardelús es distinto porque no fue hasta los 26 años cuando notó una pérdida progresiva de oído que, finalmente, le ha llevado a llevar dos discretísimos audífonos. Graduada en ciencias políticas, y con un master, no renuncia a tocar el piano con un programa de audífonos para la música.

La vida de una persona sorda en un mundo de oyentes y con excesos de sonidos y ruidos no es fácil. Sólo en los sitios diseñados para salvar a la discapacidad. “Es como si te fueras a vivir a Japón y no entendieras nada y, de vez en cuando, alguien pasara y hablara una lengua que conoces”, ilustra Cardelús. Ninguna de las dos utiliza la lengua de signos –utilizada sólo por el 2% del colectivo– y cuando se comunican leen los labios de los interlocutores y evitan tanto cómo pueden conversaciones cruzadas para no perder información. Y sin embargo, se pierde porque las dinámicas de grupo hacen que la gente no se dé cuenta de las dificultades que tienen para seguir una conversación o, sencillamente, en algunos momentos se acaba la paciencia. "Tú estás todo el día en Japón", insiste Cardelús.

Este sobreesfuerzo que deben hacer se repite –en diferentes grados y modos–, con los casi 700.000 catalanes con discapacidad y es el que intentará eliminar, o reducir al mínimo, el nuevo Código de Accesibilidad de Cataluña. Una guía que responde a las demandas de los colectivos de personas con discapacidad que exigían una actualización del del año 1995, basado sobre todo en la mejora del acceso físico, es decir, en la promoción de rampas y ascensores en sustitución de escaleras. El nuevo texto, que debía estar terminado en 2016, da un salto al ampliar la acción en accesibilidad comunicativa y cognitiva en diferentes ámbitos, como la cultura, el comercio, el transporte, la administración, los servicios educativos o los deportivos : desde el etiquetado con Braille a las audioguías, espectáculos con subtítulos en las webs adaptadas o la instalación de bucles magnéticos en mostradores. Además, también se fijan en qué plazos se deben realizar las adaptaciones, aunque en el redactado se utilizan expresiones demasiado vagas, señala Rubén Domínguez, responsable del área de accesibilidad de Ecom, una federación integrada por personas con discapacidad.

El símbolo del bucle magnético.
Teclado en Braille.

El primer paso es que los ayuntamientos hagan diagnosis de sus municipios sobre cuál es el grado de accesibilidad y detecten las barreras. Una vez que se tiene este mapa, se debe imponer al menos una corrección anual para que en ocho o quince años –dependerá de sus habitantes– tengan una localidad con “accesibilidad universal”, explica Domínguez. Esto significa que la eliminación de cualquier barrera que dificulte andar, hablar o sentir no sólo beneficiará a quienes tienen una discapacidad permanente, sino también a quienes tienen un problema transitorio de movilidad o sensorial y, por supuesto, la gente mayor.

Barreras saben mucho Cardelús y Galián, que cada día deben lidiar con problemas en el transporte público, en una tienda, en el trabajo o la facultad. Galián forma parte de Apunts en Blanc, una iniciativa que pretende visibilizar los problemas que tienen los universitarios para seguir las clases, llenas de ruidos. "Es muy cansado tener que estar apuntando y no perder de vista la cara de los profesores", se queja, y en la mayoría de días debe recurrir a la buena voluntad de compañeros. No se han instalado los bucles magnéticos ni es factible ir con las emisoras FM que se conectan a los audífonos y los subtítulos inmediatos no son hoy una solución. La joven se ha encontrado, incluso, profesores o conferenciantes que han rechazado tomar el micrófono de la emisora FM, un aparato caro y pesado. "Nunca nos entra el 100% de la información y no sabes qué te has perdido", añade Cardelús, que en un antiguo trabajo tuvo problemas para conseguir un teléfono compatible con su audífono o que le cedieran una sala sin reverberación.

Josep Maria Buscató y la mediadora Sara López en el encuentro de los 25 años del Apsocecat (Asociación Catalana pro Personas con Sordoceguera).

Sobre el papel, el Código de Accesibilidad debe corregir estas deficiencias. Herramientas para mejorar la audición las hay, pero son la excepción por desconocimiento, desidia o porque son caras. Al final son las personas con discapacidad que deben “espabilarse”, revela Galián. Ambas están dentro de la Asociación Catalana de Familias y Personas con Sordera (ACAPPS), para quien el nuevo Código debe ser “un antes y un después” porque debe hacer posible “la inclusión de la persona con sordera en la su trabajo, en las aulas, en los comercios”, afirma Raimon Jané, presidente de la federación. Pero de momento se está lejos.

Imposibilidad de improvisar

Una persona con discapacidad sencillamente "no puede improvisar" y decidir en un arrebato un plan de ocio o moverse de una punta a otra de la ciudad o el país. Ante todo hay que hacer un estudio de la situación, conocer qué está adaptado y qué no. Desde si la estación tiene ascensor y el autobús o tren están adaptados hasta si una sala de concierto o un teatro tiene “el bucle magnético activo porque no siempre funciona bien o te ponen en un asiento con buena cobertura”, dicen .

En Apsocecat (Asociación Catalana pro Personas con Sordoceguera) están de cumpleaños por sus 25 años. En la fiesta que han hecho esta semana en las Cotxeres de Sants, lo que ocurre en el escenario se traduce en lengua de signos para quienes conservan algo de visión y también a través del tacto y los gestos de las mediadoras, una figura básica para la comunicación con el mundo exterior que el Código reconoce como indispensable y, por tanto, subraya el derecho al acompañamiento en todos los trámites que se necesiten. Es el mismo trato que reciben asistentes personales, intérpretes de lengua de signos y transcriptores.

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