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Neurociencia

Dormir poco hace que tengamos pensamientos intrusivos

Un estudio afirma que dormir bien por la noche favorece la activación de las zonas del cerebro que nos permiten gestionar de forma correcta los pensamientos negativos intrusivos y evitarlos

Centrar los pensamientos en el momento presente es una gran ayuda
25/02/2025
3 min
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Hay personas a las que les cuesta librarse de los pensamientos o recuerdos emocionalmente incómodos, mientras otros pueden hacerlo con mayor facilidad. Normalmente, a los primeros les aparecen de forma repentina, involuntaria e intrusiva, a menudo de forma persistente, e interfieren con su actividad mental o emocional. Suelen ser de contenido negativo, preocupante o estresante, y pueden ser difíciles de controlar o ignorar. Los pensamientos intrusivos son característicos de diversas enfermedades psicológicas como la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático y el obsesivo-compulsivo; y, al mismo tiempo, tenerlos favorece estados mentales de tristeza, ansiedad, angustia y depresión. A escala neuropsicológica todavía no se tienen demasiados datos de por qué hay personas que tienen muchos más pensamientos intrusivos que otros, especialmente en lo que se refiere a la capacidad que podemos tener de bloquearlos de manera consciente.

El psicólogo británico Scott A. Cairney y sus colaboradores, de diversas universidades y centros de investigación del Reino Unido, han analizado qué relación existe entre la calidad del sueño y la recurrencia de los pensamientos intrusivos, especialmente en lo que se refiere a la capacidad de inhibirlos de forma querida. Según han publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, dormir bien por la noche favorece la activación de las zonas del cerebro que nos permiten gestionar de forma correcta los pensamientos negativos intrusivos, y evitarlos. Según dicen, este descubrimiento puede permitir mejorar las terapias conductuales y farmacológicas de las personas que se ven afectadas de forma recurrente, lo que les puede afectar la salud mental de forma grave.

Amígdala, hiperactivada

Antes de empezar este estudio, ya se sabía que tanto los pensamientos intrusivos como la ruminación, que es la tendencia a pensar de forma repetitiva y persistente sobre experiencias negativas o preocupaciones, se deben a un desequilibrio entre los circuitos neuronales de la corteza prefrontal y la amígdala. La hiperactivación de la amígdala, que es la estructura cerebral responsable de procesar las emociones negativas, combinada con una deficiente conectividad con la corteza prefrontal, que es la que permite reflexionar y gestionar los estados emocionales de manera consciente, dificulta la regulación emocional, haciendo que el cerebro tenga dificultades para interrumpir el flujo.

En este trabajo, Cairney y sus colaboradores tomaron un grupo de 85 voluntarios adultos sanos y los separaron en dos subgrupos equivalentes desde la perspectiva sociodemográfica. A los miembros de uno de los subgrupos les dejaron tener un sueño normal mientras los monitorizaban para contrastar su buena calidad. A otros no les dejaron dormir, para conseguir una condición que fuera radicalmente opuesta. Antes, les habían mostrado a todos una serie de caras de personas vinculadas a imágenes de situaciones emocionalmente incómodas, como accidentes o agresiones.

Después de haber dormido bien toda la noche o alternativamente de haber estado despiertos, volvieron a mostrarles sus caras pero sin las imágenes incómodas. En algunas de las caras les pidieron que recordaran la escena traumática asociada inicialmente, mientras en otras les pidieron que hicieran el esfuerzo de no recordarla. Durante este proceso, les escanearon la actividad cerebral mediante resonancia magnética funcional.

Las diferencias entre ambos subgrupos fueron claras. Cuando les pedían que evitaran pensar en las escenas traumáticas, las personas que habían dormido bien mostraban una actividad muy superior en comparación con los que habían estado despiertos en la corteza prefrontal dorsolateral, que es donde están las redes neuronales que nos permiten controlar los pensamientos, las acciones y las emociones de forma querida. También mostraban una disminución de la actividad en el hipocampo, que es la zona que permite recuperar los recuerdos, lo que indica que los estaban inhibiendo correctamente. Dicho de otro modo, el sueño nocturno reparador contribuye a evitar los pensamientos intrusivos y la ruminación, haciendo que podamos inhibirlos con mayor eficiencia.

Además, también vieron que las personas que, habiendo dormido bien, habían tenido una fase REM más activa, eran más eficientes inhibiendo los pensamientos emocionalmente desagradables. La fase REM es una etapa del sueño que se caracteriza por movimientos oculares rápidos y actividad cerebral similar al estado de víspera, y sirve para consolidar la memoria, procesar las emociones y restaurar las funciones cognitivas, por lo que es esencial para la salud mental y emocional.

En su trabajo, estos investigadores indican otro factor clave: la implicación en los pensamientos intrusivos del llamado modo de funcionamiento por defecto del cerebro, un sistema de regiones cerebrales especialmente activo durante los estados de reposo o introspección. Cuando el modo de funcionamiento por defecto está hiperactivo, especialmente en personas con ansiedad o depresión, es más probable que el cerebro se centre en preocupaciones internas o recuerdos incómodos, lo que facilita la ruminación. Esta hiperactividad está a menudo asociada a una disminución de la capacidad para redirigir la atención hacia estímulos externos, una función que depende del control cognitivo de la corteza prefrontal dorsal. De ahí la importancia crucial de favorecer un sueño nocturno reparador para la salud emocional y mental.

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