Medicina

IAge, un nuevo reloj biológico para medir el envejecimiento

Esta nueva técnica se basa en la cuantificación de los niveles de inflamación de los tejidos, que aumentan a medida que pasan los años

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La inflamación es uno de los factores que contribuyen al desajuste entre las señales que se envían las células, y es característico de la edad avanzada.

Los humanos envejecemos de maneras diferentes. Mientras que algunos conservan un buen estado de salud hasta edades avanzadas, otras experimentan mucho antes las consecuencias de la degeneración de sus órganos. Así pues, se ha propuesto que habría dos tipos de edad: la cronológica, que es el número de velas que ponemos en el pastel de cumpleaños, y la biológica, que sería la que realmente tenemos desde el punto de vista de las células y los tejidos. Cuanto mejor llevemos el paso de los años, más se ensanchará la diferencia entre las dos edades. Ahora que cada vez una parte más grande de la población de los países desarrollados llega a la vejez, se está haciendo importante encontrar la manera de entender, y finalmente retardar, la pérdida progresiva de funciones que experimenta el organismo, sobre todo en los casos en los que esta degeneración es más rápida. Conseguir medir la edad biológica sería un primer paso importante en este proceso.

En este sentido, ya se han publicado varias propuestas interesantes. Quizás la más conocida es el llamado reloj epigenético, dado a conocer en 2013 por Steve Horvath, de la Universidad de California, a partir de unas señales químicas que se acumulan con la edad en el ADN. Mientras todavía se discute si este método es suficientemente fiable, además de técnicamente factible, se acaba de presentar un nuevo reloj, más simple de leer a partir de una muestra de sangre, esta vez basado en los niveles de inflamación de los tejidos.

Inflamación y envejecimiento

Tal y como lo entendemos actualmente, el envejecimiento lo definimos como la consecuencia de la compleja interacción de varios factores, que van de la pérdida de células madre a la acumulación de daños en el genoma. Uno de estos factores es la suma de los cambios que aparecen en la forma que tienen las células de comunicarse.

Para que un tejido funcione correctamente, todas las células que lo forman tienen que actuar de manera coordinada, y esto parece que se pierde con el paso del tiempo, porque las señales que se envían las unas a las otras dejan de ser esmeradas. Una de las causas del problema sería un nivel bajo pero constante de inflamación en todo el organismo, que interfiere en los sistemas habituales que utilizan las células para intercambiar información y dificulta esta sincronía tan necesaria.

A pesar de que tendemos a asociar la inflamación con la incomodidad del dolor y el abultamiento que causa, en realidad es una respuesta protectora dirigida por el sistema inmunitario que los tejidos ponen en marcha cuando algo no va bien. Se produce, por ejemplo, en una infección o un golpe. El objetivo principal del proceso inflamatorio es eliminar la causa del mal funcionamiento y reparar el daño que se haya podido hacer. Por lo tanto, la inflamación acostumbra a ser una respuesta aguda.

En algunos casos, sin embargo, se mantiene más tiempo de lo necesario, a menudo por culpa de una desregulación del sistema inmunitario. Esto pasaría, por ejemplo, cuando envejecemos: la mayoría de tejidos experimentan una inflamación sostenida que, aunque es relativamente leve, iría aumentando con el tiempo hasta que sería suficientemente intensa para dificultar el funcionamiento normal de los órganos. El proceso sería más evidente en personas en las que el sistema inmunitario deja de funcionar correctamente. Por esta razón, estas personas envejecerían más rápidamente que el resto.

El 'reloj inflamatorio'

David Furman, del Buck Institute, en California, uno de los centros de referencia a escala mundial en la investigación sobre el envejecimiento, pensó que si la inflamación está relacionada con los trastornos de la edad, se podría utilizar como marcador para medir la edad biológica. Para encontrar la manera de cuantificarla, reunió a un grupo de científicos que analizaron muestras de mil voluntarios de entre 8 y 96 años, y obtuvieron así un listado de marcadores que tenían en la sangre relacionados con la inflamación. De este modo nació iAge, una nueva forma de medir la edad biológica. Cuando los investigadores cuantificaron los niveles de los marcadores del iAge en personas que pasaban de los cien años, vieron que tenían una edad biológica cuarenta años más joven que la cronológica, lo que refuerza la idea de que los centenarios son gente que envejece más lentamente. Los resultados se han publicado este verano en la revista Nature Aging.

Aparte de medir el envejecimiento, iAge podría predecir el riesgo de desarrollar los principales trastornos que se relacionan con este, como las enfermedades neurodegenerativas y las cardiovasculares. Pero la principal ventaja de iAge sería que podría determinar quién se podría beneficiar de un tratamiento antiinflamatorio para prevenir algunas complicaciones derivadas de la edad. Ya hemos dicho que la inflamación es solo uno de los muchos componentes biológicos del envejecimiento, de forma que bloquearla no eliminaría del todo el problema. Ahora bien, si se tratara a tiempo, quizás sí que podría reducir en parte el desgaste que genera en las personas que la tienen más activada, lo que podría mejorar la calidad de vida de mucha gente.

No será fácil: los antiinflamatorios son fármacos con efectos secundarios que, a veces, pueden ser graves. Por lo tanto, usarlos en terapias crónicas requerirá mucha precaución. Sea como fuere, iAge podría ser una buena forma de identificar a las personas que envejecerán peor para que podamos actuar antes de que sea demasiado tarde.

Salvador Macip es investigador de la Universidad de Leicester y de la UOC

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