"Dejar a tu hijo llorando en una escuela para ir a consolar al hijo de otra mujer": Las contradicciones de las maestras madres
Hablamos con mujeres que combinan maternidad y docencia para saber cómo se las arreglan para atender a niños las 24 horas del día y las contradicciones que a veces tienen
![Laura es madre y maestra, tiene una pequeña guardería en casa.](https://static1.ara.cat/clip/44a16c65-1f98-4fff-bb74-c9991df5b0fe_16-9-aspect-ratio_default_0_x2124y936.jpg)
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BarcelonaLa hija pequeña de Noèlia Morales cumplirá dos años. Desde antes de que naciera, Noèlia no trabaja: ha encadenado la baja médica con el permiso de maternidad y una excedencia que le ha permitido cuidar de las dos hijas hasta ahora. Lo ha combinado así con su pareja, que es autónomo y puede trabajar más, para estar más en casa con las niñas y disfrutar de la crianza. Con la mayor cogió excedencia hasta que tuvo un año y, a pesar de reducirse la jornada, recuerda la incorporación a la escuela en la que trabajaba como una época muy difícil y dura y ha preferido no repetir la experiencia.
Noèlia es maestra de educación infantil, sabe que tiene un trabajo muy exigente emocional y físicamente, y no lo ve del todo compatible con los primeros años de maternidad. Con su primera hija, vivía en Gavà y trabajaba en Barcelona. Concentró el horario en tres días y medio pero, sin embargo, los días que trabajaba mañana y tarde llegaba a casa agotada. Además, decidieron, en los primeros tiempos, no escolarizar a la niña y, por tanto, debían "hacer relevos" con su marido. "Salía para tumbarme en el sofá y tenía una niña que necesitaba toda mi atención, el pecho, jugar, moverse", explica Noèlia. "No tenía horas para nada", recuerda. Al año siguiente ya acercó el trabajo al pueblo donde vive y podía salir al mediodía, echar la siesta con la niña y pasar la tarde. Entonces sí que un día a la semana se le reservaba para hacer yoga. Ahora, intentará alargar la excedencia todo lo que pueda y se plantea poner en marcha un proyecto propio que le cambiaría la dinámica familiar, pero todavía está en pañales.
A Laura Moreno le ocurrió lo mismo. Es maestra de guardería y cuando hace once años tuvo su primer hijo, combinó la crianza del niño con su trabajo cuidando a niños de edades similares a la del suyo. "Tú te entregas toda la jornada y llegas a casa con la batería bajo mínimos para empezar otra jornada que te obliga a estar presente", explica Laura, quien admite que las necesidades eran muy similares. "Das energía y la paciencia no es infinita", lamenta.
El caso de Noelia y Laura es habitual entre las maestras que son madres y que ven cómo con la maternidad pasan a cuidar de niños todo el día: en casa y en el trabajo. "Es una etapa muy intensa", dice Laura cuando recuerda, por ejemplo, la época de las rabietas que gestionaba también a ambos lados. Tanto Noèlia como Laura reaccionaron hace unas semanas en la viñeta que la maestra e ilustradora Andrea Zayas dedicó a esta doble condición de madre y maestra en Criaturas. "¡Lo sorprendente es que mi hija también ha estado todo el día en la escuela y después continúa con energía!", comentaba Zayas en una publicación que acumuló más de un millar de likes y más de treinta comentarios, lo que demuestra que muchas se sentían representadas con la maestra de música que llega agotada a casa y, tumbada en el sofá, se cuestiona la energía que le queda por acabar el día… con la hija.
Cuidarse para cuidar
Buscar ratos para ir a nadar, para tener momentos de desconexión, para no hacer nada, aunque sea media hora a la semana fue, para Laura, la clave para sobrevivir a la doble maternidad y al trabajo. Con el primer hijo dice que no fue muy consciente de ello, pero con la pequeña entendió que si no se cuidaba, no podía dar. "El sistema emocional no es visible, no era fácil y tuve que aprender a priorizarme", explica Laura. "Toda la vertiente interna de sostener emociones y de acoger es la herramienta que debe cuidarse como un cocinero cuida de sus utensilios", añade. La reducción de jornada fue también la solución que encontró ella para evitar "el desgaste de la crianza". Ella recalca que siempre es necesario buscar espacios de descompresión, pero en su caso, es más necesario porque está al servicio de personas y no se puede trabajar bien "si no te cuidas ni te pones límites a ti misma". Para Laura es clave ser consciente de que no siempre se puede dar el 100% y que "hay que dosificarse".
Consolar a un niño mientras el tuyo lo consuela otro
"La sensación como madre de dejar a tu hijo llorando en una escuela para ir a consolar a otro hijo que su madre ha tenido que dejar para ir a trabajar es macabro". La maestra de guardería, Laura Moreno, cuando tuvo a sus hijos, que ahora tienen once y ocho años, experimentó una de las incongruencias del sistema. "Fue un poco perverso", reconoce. Recuerda que estos primeros años, cuando la edad de sus hijos coincidía con la de los niños a los que atendía en la guardería, de cero a tres años, son los más intensos porque requieren "mucha entrega y energía". "Son criaturas muy dependientes", recuerda Laura.
Pese a la fama de ser una de las profesiones que más posibilidades de conciliar ofrece, la realidad no siempre es así y, por ejemplo, si las maestras no llevan a sus hijos a su misma escuela, difícilmente pueden llevarlos ni recoger -los, tampoco pueden liderar las adaptaciones en las guarderías respectivas, cuando sus hijos se ponen enfermos lo tienen muy difícil para poder ausentarse del trabajo y se pierden la mayor parte de actividades abiertas a los padres porque no pueden dejarla su aula. "El concierto de Navidad te lo pierdes porque tú estás haciendo el concierto de otros niños", lamenta Laura.
Ni madre en la escuela ni maestra en casa
Precisamente, esta faceta es la que peor ha traído Núria Argilés, maestra de infantil y primaria con dos hijos que ahora ya son mayores. En su caso, no pudo hacer reducción de jornada porque cuando tenía a sus hijos pequeños apenas estaba en la bolsa de sustituciones e iba encadenando contratos después de estar dos años en una guardería. Núria reconoce que la situación les ha acompañado porque, además de tener dos hijos fáciles, ha tenido a los abuelos cerca y dispuestos a ayudar. Así, recuerda que no era extraño tener parte de los sábados por ella y su pareja y, por tanto, la situación nunca le ha sobrepasado. Entiende a las compañeras que pueden sentirse desbordadas, pero también ve que la clave es saber diferenciar lo que se vive en el aula de lo que se vive en casa.
Esto también lo vio Eva Sargatal, maestra de guardería, formadora y secretaria en la Asociación de Maestros Rosa Sensat. "Con la primera hija se me rompieron todos los esquemas al ver que todo lo que hacíamos en la escuela funcionaba y en casa no surtía efecto", explica Eva, que ve mucho más fácil poner límites a los niños con los que no se tiene vínculo que a un hijo. El secreto, como dice Núria, es no ir de madre a la escuela ni de maestra a casa. "Se educa desde otro sitio", asegura Eva. A Laura, la experiencia la ha hecho, dice, mejor profesional y admite mayor seguridad en las decisiones que toma como educadora: "La maternidad te vuelve más confiada".
Más allá de todo esto, a Noelia, la maternidad también le ha provocado cambios en la manera de ver el trabajo y le ha hecho "desencantar" de la escuela. Es maestra por vocación, pero con sus hijas ha visto que "la estructura escolar no encaja con las necesidades de los niños que no necesitan estar con otros 25 niños en un aula y una sola maestra tantas horas". "Incluso en las escuelas más respetuosas, este encaje es artificial", considera Noèlia, que tiene en mente apostar por un proyecto propio cuando tenga que volver a trabajar.
No todo son inconvenientes
Combinar la maternidad con el trabajo de maestra también les da, a las madres maestras, otra forma de entender tanto la profesión como la maternidad. Laura, que ahora tiene un proyecto de madre de día en su casa de Vallbona d'Anoia, reconoce que la crianza de los hijos le dio más empatía hacia las familias de las criaturas que acompañaba. "Como tú vives lo mismo, ves que todo el mundo hace lo que puede y acabas, incluso, dando un abrazo y diciendo «tranquila, te entiendo»", explica Laura. A Núria le ocurre al revés: es más empática con la maestra. "Cuando siento que alguien critica a un maestro pienso que quizá con los veinte niños en el aula no lo ha podido hacer mejor", ejemplifica Núria. Sabe ponerse en el lugar de las profesionales y, aunque sabe que siempre hay opciones de mejora, intenta entender la decisión o situación que se ha dado en la escuela. Eva, ahora que se dedica a la formación y ofrece cursos y charlas a maestros de guardería, recomienda tanto en casa como en la escuela observar mucho a los niños y niñas y observarse a sí mismas; y concluye: "La maternidad destapa muchos miedos e inseguridades y quieren convencernos de que debemos ser madres perfectas".