Centenario Antoni Tàpies

Una exposición excepcional para entender y amar a Tàpies

El Museu Tàpies inaugura la gran retrospectiva del centenario con más de un centenar de obras

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La obra 'Ni puertas ni ventanas', de 1993, y en segundo plano 'Cames i AT', de 2011, en el tramo final de la exposición 'La práctica del arte'.

BarcelonaLa gran retrospectiva que inaugura este viernes el Museu Tàpies es como un viaje de reencuentro con un viejo amigo, tanto placentero como lleno de sorpresas. Para el público que domina el abecedario Tàpies es un festín excepcional, con 135 piezas, en las que se puede disfrutar de algunas de las obras más icónicas junto a otras jamás expuestas en Barcelona. El gran público que tenga nociones más superficiales de uno de los grandes artistas de la segunda mitad del siglo XX encontrará una ocasión única para recorrer, comprender y amar al conjunto de su obra. No hay ninguna pieza sobrante, todas son especiales y espectaculares, y ocupan toda la sede de la calle Aragó.

Manuel Borja-Villel, el primer director del Museu Tàpies y gran conocedor de la obra y el artista, es quien se ha ocupado de construir la exposición que culmina el centenario del Año Antoni Tàpies (1923- 2012). La muestra, titulada La práctica del arte, ya ha pasado por el centro de bellas artes Bozar de Bruselas y por el Museo Reina Sofía de Madrid (que es coproductor e impulsó la muestra cuando el propio Borja-Villel era director). Pero para aterrizar en Barcelona, ​​donde la obra de Tàpies se ha expuesto mucho más, necesitaba un giro de guión y un as en la manga: una docena de obras nunca vistas.

El comisario plantea al espectador un juego de pistas: descubrir cómo los motivos claves de la obra de Tàpies (burbujas, ojos, alas, pene...), sus materiales y formatos aparecen ya en las primeras obras de los años 40, 50 y 60 y reaparecen a lo largo de los setenta años de carrera con nuevas miradas e interpretaciones. "Tàpies va reflexionando continuamente sobre cuál es su papel, tanto en el mundo como en su obra, que tiene vida propia ya veces se le escapa", explica Borja-Villel. "Empecé pintando ojos y acabaré pintando ojos!", escribía Tàpies para explicar los motivos que van reapareciendo con diferentes formas.

Manolo Borja-Villel ante 'Record' (1988) en la exposición que ha comisariado en el Museu Tàpies.
'El espíritu catalán', una de las obras más políticas de Tàpies.

La mirada a toda una obra completa desde la distancia del tiempo la dota de mayor sentido, incluso la hace más próxima y diáfana. "Su obra es de total actualidad, Tàpies podría haber nacido en 1993. Es un artista humanista, que no separa sujeto y materia, y, por ejemplo, habla de espiritualidad, que hoy es un tema que tiene mayor interés que nunca" , expone Borja-Villel. La muestra espera levantar un gran interés popular hasta el 12 de enero de 2025 y va acompañada de un programa de actos intenso, que incluye dos simposios internacionales, un concierto de Jordi Savall y una pieza documental de Albert Serra, además de talleres y actividades familiares.

El tiempo espiral

El comisario invita a hacer una especie de "coreografía" por las salas del museo, rodando por ese "tiempo espiral" que permite realizar conexiones temáticas, simbólicas y políticas. Por ejemplo, se puede observar la mirada directa de cejas pobladas de Tàpies en los primeros autorretratos figurativos, y después reencontrar los mismos ingredientes en una pieza sobre cartón de 1988, pero donde el artista ya reputado y maduro tiene los brazos deformados, los ojos cerrados, nublados y lluviosos. Es el mismo juego de espejos que se puede trazar entre el cuadro iniciático de Personaje con gatos (1948), donde se ve una pintura rabiosa de un hombre desnudo con el pene en primer plano, y la obra sobre madera Piernas y AT (2011), fechado poco antes de morir, en el que se ve un cuerpo de cintura hacia abajo envejecido y con dos piernas-pilares: Antoni y Teresa.

La muestra comienza redescubriendo algunos de los cuadros más imprevisibles de Antoni Tàpies, el de la etapa figurativa y surrealista de Dau al Set. Está el toro alado y la montaña-asesina deHomenaje a Federico Garcia Lorca, que viajó a Milán en pleno franquismo, en 1951. O Somac, el león (1949), un cuadro que ni el comisario había visto nunca en directo. El paso del artista hacia la materia supuso su estallido internacional inmediato, y apenas con 39 años le dedicó una retrospectiva el Guggenheim de Nueva York. La exposición ha logrado reunir cuadros poco o nunca expuestos en Barcelona porque justamente están en museos como el Guggenheim (Gran pintura, 1958) y el MOCA de Los Angeles, en centros de Colonia, Basilea y Dinamarca, además de museos estatales y colecciones privadas de todo el mundo. "Su obra vuelve a revalorizarse internacionalmente", afirma el comisario, y museos como el MoMA han devuelto su obra a la colección permanente.

El traslado a un mayor estudio a la calle Zaragoza y los encargos públicos posteriores a la Documenta de Kassel de 1964 hicieron que desplegara la materia, las formas y las pinturas ocres y azules. Su obra se volvió monumental.

'La gran cadena blanca' (1969-170) en la exposición de Antoni Tàpies 'La práctica del arte'.

Un artista político

"Tàpies no era un artista fuera de la sociedad", dice Manuel Borja-Villel. Un aspecto que se puede seguir a partir de los años 60 y 70 es un firme posicionamiento político sobre su tiempo. En El espíritu catalán (1971) ha grabado, sobre las cuatro barras, palabras como "democracia" y "derecho al tiranicidio". En un monotipo se lee Asesinos (1974), y también hizo una pintura dedicada En la memoria de Salvador Puig Antich (1974). En la exposición está la que consideraba su obra más política: la Pila de platos (1970) que evocaban los hechos de Capuchinada, en la que participó en 1966. El artista quedó impactado por la vida frugal de los monjes que les servían la comida.

En paralelo a estos muros-proclama, que el artista quería utilizar como "un grito contra la tiranía", Tàpies también aborda los mismos conceptos de una manera más metafórica y poética para liberarse de la " tiranía de lenguaje". Al lado de El espíritu catalán hay Caja de la camisa roja (1972), un jersey rojo colgado sobre un fondo negro en una caja de transporte que parece un ataúd. En Gran relieve negro (1973) directamente esconde un objeto debajo de la manta negra como si fuera un mago.

Una obra íntima y juguetona

El artista trabajaba en sus grandes estudios de la calle Zaragoza y de Campins de forma paralela en diferentes obras a la vez. Esto se puede observar en las notas con cifras que pasaba a su mujer y colaboradora, Teresa Barba, que se ocupaba de comprar los lienzos, y también en los esbozos que hacía antes de ponerse a trabajar y que se exponen por primera vez.

Las referencias a su esposa son constantes a lo largo de la obra de Tàpies, pero en La práctica del arte se puede ver una de las piezas más íntimas, la Serie Teresa (1966), una serie de dibujos que se despliegan como un diccionario, lleno de símbolos íntimos y alusiones explícitas al sexo ya la vida compartida: pene, vulvas, culos, copas, escatología... El sentido del humor y el dadaísmo de la obra de Tàpies tampoco puede pasarse por alto. Mientras era capaz de realizar las obras más sublimes y abstractas, también podía estampar su culo como una huella en un cuadro o jugar con otros símbolos irreverentes.

La obra 'Silla y ropa' (1979) en la exposición de Antoni Tàpies 'La práctica del arte'.
Detalle de 'Estora', una obra de 1994 de Antoni Tàpies.
La obra 'Silla y ropa' (1979) en la exposición de Antoni Tàpies 'La práctica del arte'.

Artista de luces y sombras

"En los años 80 ya era el artista reconocido, serio y trascendente que conocemos", recuerda Borja-Villel. Es cuando aparece el hombre que reflexiona sobre la muerte y el amor con "melancolía e introspección". Uno de los grandes cuadros que es nuevo en Barcelona es Pintores malvados (1988), fruto de su interés por Ramon Llull, donde se encuentra el símbolo de la cruz. En el tramo final de la muestra, los lienzos enormes acercan al visitante a un mundo lleno de luces y sombras: las luces son sus fondos blancos formales, y las sombras, los temas que trata, como la vejez y la muerte. La luz es ganar el León de Oro en la Bienal de Venecia, y la sombra es que a pocos kilómetros de allí estuviera la Guerra de Bosnia, que tanto le recordaba a los fantasmas de la Guerra Civil. El comisario incluso cree que no se puede desatar el uso de los barnices marrones de la epidemia del sida que a finales de los 80 y los 90 causaba estragos.

Es aquí donde vemos de nuevo la figura enorme de una cama y una sábana, Ni puertas ni ventanas (1993), pero ya sin escapatoria. La cama ya aparecía en los primeros dibujos, en recuerdo del niño tísico que fue, pero también en una de sus instalaciones más conocidas, Rinzen, colgada en el Macba. Y, sin embargo, Tàpies creía que la pintura sutura. "Refleja la tragedia de la sociedad, pero no se recrea en el dolor, sino que utiliza el arte como un luto que nos transforma. Es un artista con esperanza", dice Borja-Villel. También por eso necesitamos que Tàpies todavía nos hable cómo lo hará en los próximos meses en su museo.

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