Oriol Magrinyà: "Aún exigimos más a las escritoras, a la hora de canonizarlas"
Director de la editorial Barcino
BarcelonaDesde que a principios del 2019 empezó a dirigir Barcino con el encargo de "sacar el polvo de los clásicos y hacerlos accesibles", Oriol Magrinyà (Barcelona, 1973) ha liderado la transformación de la emblemática editorial, creada en 1924 por Josep Maria de Casacuberta y arropada desde hace décadas por la Fundació Carulla. En menos de seis años el trabajo de Magrinyà y su equipo ha logrado reinventar el catálogo de Barcino y acercarlo a las nuevas generaciones de lectores gracias a iniciativas como la colección Imprescindibles, que publica algunos de los mejores libros de la tradición literaria catalana con diseños golosos y estudios preliminares impecables, desde el Tirando lo Blanco de Joanot Martorell hasta la poesía completa de Bartomeu Rosselló-Pòrcel. Este lunes celebran la fiesta de los 100 años con la participación de Enric Casasses, Roger Mas y Laura Aubert, entre otros.
Se licenció en filología catalana en 1996. ¿Por qué eligió esta carrera?
— Cuando entré en COU cambié de escuela y allí conocí a gente nueva. Tuve la suerte de coincidir con un grupo de gente con la que enseguida compartimos la afinidad por la lectura. Salíamos y nos emborrachábamos, pero también leíamos Rimbaud.
¿Esta afinidad por la lectura había nacido de su casa?
— Mi padre era abogado. Mamá, psicóloga. Han sido y siguen siendo buenos lectores, y en casa teníamos colecciones enteras como las Mejores obras de la literatura catalana (MUY) o las Mejores obras de la literatura universal (MOLU). También elEnciclopèdia Catalana. Pero ni una ni otra me inculcaron la lectura de un modo programático. Un detalle curioso es que mi padre a menudo me leía cuentos de Joan Amades antes de acostarse.
A Barcino le habían publicado bastantes libros, en Amades.
— Sí.
Pero ni la licenciatura de filología catalana ni el posgrado de edición posterior, ni los cuentos de Joan Amades, le acercaron a Barcino profesionalmente.
— Entré en el sector editorial en 1996 como comercial de McGraw Hill. Editar libros de texto es complicado: mueve mucho dinero, pero al mismo tiempo es un trabajo de gran responsabilidad, porque lo que publicas acaba yendo a las escuelas ya los institutos. En McGraw Hill me pasé 16 años, y aprendí muchas cosas, como que los libros deben hacerse bien hechos ya tiempo, y que deben venderse.
Entonces pasó una temporada en Cruïlla.
— Era un modelo de empresa muy distinto al de la multinacional de la que venía. Me encontré con tensiones con Madrid, porque a la hora de realizar los cambios que la editorial necesitaba la dirección no se les acabó de creer. Entré en Cruïlla a finales del 2012 y salí a principios del 2015.
¿Qué hizo los años entre Cruïlla y Barcino?
— Fundar a una empresa de servicios editoriales, Go Books, que todavía está en activo. Cuando entré en Barcino, me interesaba poder compaginar el trabajo con la academia o con otras actividades profesionales como las que ya realizaba.
Aun así, será un trabajo intenso.
— Sí. Ahora mismo publicamos entre 13 y 15 novedades al año.
Las colecciones compaginan el rigor filológico deNuestros Clásicos y la Biblioteca Barcino con la vocación divulgativa de los Imprescindibles y del Cata de clásicos.
— He procurado hacer de puente entre el mundo académico y un mundo que entiende la cultura como agente transformador, que debe estar al alcance de todos. Es muy importante que ambas entiendan el valor de la otra. No se puede renunciar a ninguna de las dos, si quieres que los clásicos sigan llegando a los lectores.
¿Qué editorial se encontró cuando entró?
— Un proyecto prestigioso e importante pero que había quedado algo arrinconado. Es cierto que para unos cuantos seguía siendo una editorial sagrada e intocable, pero si la sacabas del núcleo más académico había poca gente que la conociera.
La colección Imprescindibles, que arrancó en el 2021 con Tirando lo Blanco, de Joanot Martorell, y La puñalada, de Marian Vayreda, ha sido un gran acierto.
— Es una colección que añade tres o cuatro títulos por año y que tiene vocación de continuar mucho tiempo más. tres años, del Tirante hemos vendido 1.500 ejemplares, y de La puñalada acabamos de poner en marcha su tercera edición. El título de la colección puede inducir a creer que los Imprescindibles son los mejores, pero no es así. Desde el inicio nos marcamos realizar una colección de textos buenos y que fueran hitos en la historia literaria, y hemos ido sumando tres o cuatro títulos al año, sin marcarnos un número concreto. También hemos querido publicar autores de todos los territorios de habla catalana, y también incluir a más mujeres que en anteriores colecciones con vocación de canon como la MOLC.
A mí me descubriste La fabricante, de Dolors Monserdà, una novela vivísima sobre la Barcelona industrial de principios del siglo XX.
— Monserdà fue una autora que abrió caminos y esta novela hacía tiempo que no podía leerse.
También ha publicado Carme Karr.
— Las narraciones de Clichés funcionan bien, pero no pueden ponerse al mismo nivel que Vida privada de Sagarra, que también tenemos en la colección. Si repasamos la historia de la literatura catalana hasta el siglo XX vemos que hay muchos más hombres que mujeres, pero exigimos aún más a las escritoras a la hora de canonizarlas, y esta idea debe corregirse.
¿Es un buen momento para publicar clásicos en catalán?
— Sí. Hemos perdido el miedo a leer a los clásicos. Barcino ha trabajado para que esto ocurra, pero también Club Editor, Adesiara, Viena y Edicions 62, entre otros. Hay que editar los clásicos de forma atractiva y al mismo tiempo con rigor. En este sentido, la colección Cata de clásicos, que desde 2011 adapta textos medievales al catalán actual, es un buen ejemplo. Acabamos de publicar La condesa fiel y otros amores turbios de la edad media. Por otra parte, el hecho de contar con el paraguas de la Fundació Carulla nos permite trabajar con tranquilidad y pensando en el largo plazo.
En Barcino también encontramos Miradas, una colección de ensayos sobre literatura con libros de Mercè Ibarz, Miquel de Palol y Mireia Vidal-Conte, y Traducciones, que recupera en edición facsímil traducciones históricas de la literatura catalana, como La muerte de Ivan Ílitx de Tolstoi, a cargo de Francesc Payarols, o los Poemas de Edgar Allan Poe, versionados por Agustí Esclasans.
— Con Miradas, la idea era poner autores actuales ante la tradición y que reaccionaran, como hizo Ibarz con Rodoreda o ha hecho Vidal-Conte siguiendo la huella de Virginia Woolf en la cultura catalana. La colección de Traducciones tiene que ver con la idea de que nuestra tradición literaria se ha hecho también a base de traducciones, que a veces influyen en las propias de los autores, como puede verse con Esclasans, que tiene algunos cuentos en los que se reflejan los poemas de Poe que antes había traducido en prosa.
¿Qué trabajo queda por hacer en el ámbito de los clásicos?
Debemos seguir haciendo crecer a los lectores, sobre todo en las generaciones más jóvenes. De momento hemos conseguido volver a poner a los clásicos en los mostradores de novedades, pero ahora falta que los libreros se los crean lo suficiente para ponerlos en las baldas de fondo. Autores como Narcís Oller, Josep Maria de Sagarra o Mercè Rodoreda deberían poder encontrarse siempre sin dificultades.