Literatura

¿Qué es ser una víctima?

La periodista y escritora argentina Leila Guerriero reconstruye en 'La llamada' la peripecia de Silvia Labayru, torturada, violada y liberada durante la dictadura militar

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Alberto Lennie, Silvia Labayru y su hija Vera, en 1978 en España, en una foto extraída del libro 'Exilio 1976-1983'
  • Anagrama
  • 432 páginas / 20,90 euros

"Secuestrada. Torturada. Cerrada. Forzada a parir encima de una mesa. Violada. Obligada a fingir. Liberada, finalmente. Y entonces, repudiada, rechazada, sospechosa". Así resume la periodista Leila Guerriero (Junín, 1967) la peripecia de Silvia Labayru, secuestrada en Buenos Aires por los milicos cuando tenía veinte y años y estaba embarazada, y encerrada en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA).

De entre los muchos lugares de dolor que ha fabricado el siglo XX –empezando por los campos de concentración nazis–, ocupa un lugar relevante en el imaginario colectivo el ESMA, que durante la dictadura militar argentina (1976- 1983) fue centro de detención, tortura y exterminio. Unos cinco mil detenidos pasaron por allí, de los que muy pocos sobrevivieron. Quien no haya visto Garaje Olimpo que corra a verla.

Guerriero ha querido profundizar en este drama, que no sólo lo fue para los secuestrados y desaparecidos, sino para la sociedad argentina en su conjunto, al igual que las fosas llenas de republicanos en nuestros pueblos son una herida compartida. No es baladí citar nuestro drama porque, en La llamada, lo que hace Guerriero es hablar de esa salvajada, pero también de cómo se gestionó esa realidad casi inasumible. Haciendo un retrato de una de las víctimas desde muchos puntos de vista, realiza un retrato poliédrico de cómo se gestiona la barbarie. ¿Se asume, se niega, se disfraza, se impugna?

Hija de militar y muy atractiva, Silvia Labayru se educó en el Nacional junto a otros chicos y chicas de clase alta destinados a brillar. Fue allí donde se politizó y entró en los Montoneros, organización guerrillera simpatizante del peronismo nacida para boicotear la dictadura. Un día cualquiera de 1976, para esta joven empezó el calvario. Un año y medio después fue liberada y empezó para ella otro drama: no era tratada como superviviente, sino como traidora.

Romper el tabú de la violación

La habían creído muerta y ella volvía de la muerte. Por si fuera poco, había sido obligada a ayudar al enemigo en virtud de una supuesta “rehabilitación”. Y la gente se preguntaba: ¿por qué ella se salvó y tantos otros no? ¿Por qué entregaron a su hija a la familia y no la robaron? ¿Por qué le dejaban de vez en cuando pasar unos días con los suyos, con la hija que tuvo con su pareja de entonces, el padre de la actriz Bárbara Lennie? Labayru fue también la primera mujer en denunciar a los milicos por violación, y el tabú de la violación planeó sobre su gesto. No tuvo miedo al estigma y fue valiente, como demuestra este libro, que es, ante todo, otro paso de tuerca a la condición de víctima.

Leila Guerriero es uno de los grandes exponentes del llamado periodismo narrativo, junto con otros nombres, como Juan Gelman o Martín Caparrós, hijos por su parte del nuevo periodismo de Capote y compañía. Para ella, el periodismo narrativo es ver lo que todos miran pero que no todos ven. En La llamada utiliza el mismo método que ya usó en Opus Gelber, en este caso el retrato de un pianista de renombre: captar a alguien a través de la mirada de los demás. Evidentemente, hay también muchas horas de entrevistas en Silvia Labayru, sea en Madrid o en Buenos Aires. Su testimonio hace verdadero miedo. De entre tantos momentos, me quedo con estas palabras de cuando la sacaban de la casa de los horrores: "Miraba la calle a través de la ventanilla y sentía que no estaba viva ni muerta, que no me encontraba ni en un lado ni en el otro. Estaba en el limbo". Una obra convincente y muy respetuosa pero nada condescendiente: una denuncia reparadora. Quizás un poco demasiado larga.

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