Las enfermeras antifascistas que fueron silenciadas
El testimonio de las mujeres que trabajaron en los hospitales de las Brigadas Internacionales no hablan tanto de combate como de pérdida y resistencia
Barcelona"Ha sido imposible profundizar en el recorrido que hicieron las enfermeras catalanas y españolas que trabajaron en los hospitales de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil. No he podido saber de dónde venían ni qué recorrido hicieron. No he encontrado nada ni en los archivos de Salamanca ni de Ávila. Se puede identificar algún nombre, pero nada más. Cuando Franco ganó la guerra, optaron por el silencio por poder sobrevivir o por proteger a las familias", explica M. Cinta Sadurní, que ha escrito con Xavier Bardolet Enfermeras en guerra (Eumo Editorial). "No haber podido explicar quiénes eran me da mucha rabia", lamenta Sadurní, que sí ha podido indagar en la vida de 95 enfermeras de otros países que trabajaron en Vic, una de las ciudades escogidas por las Brigadas Internacionales para establecerlo uno de sus hospitales, entre abril de 1938 y enero de 1939.
Fueron mujeres que trabajaron hasta la extenuación. Algunas fueron injustamente castigadas por motivos políticos porque los hospitales a menudo también debían servir a la formación y agitación permanente para la lucha antifascista. Hubo capítulos especialmente terribles, como un brote de fiebre tifoidea entre abril y mayo de 1938 en el centro médico de Vic. Apenas había empezado a funcionar, y tuvieron que confinar a 1.700 ingresados y 200 trabajadores. Hubo mujeres que se rompieron. Dorothy Fontaine, jefe de laboratorio, acabó acurrucada, en una escalera, abrigada con una capa y llorando porque ya no podía más. Quería volver a casa, pero no pudo. Entre el 25 de abril y el 29 de mayo de 1938, prácticamente todos los ingresados y miembros del personal del hospital habían sufrido alguna alteración gastrointestinal. Algunas murieron, como Chrissie Wallace, una joven enfermera escocesa de 23 años.
La mayoría habían decidido ir a España por motivos políticos. "Eran mujeres muy motivadas, casi todas eran luchadoras antifascistas y la Guerra Civil fue un paso más en su historia de activismo", detalla Sadurní, que también es enfermera. "Dejaron atrás a la familia, y la mayoría desconocía adónde iba y qué se encontraría. No eran enfermeras militares y se encontraron inmersas en una situación de guerra", añade.
Para sobrevivir a todo ello, la solidaridad era importante, pero la mayoría no tenían mucho tiempo de hacer amistades. La enfermera Fannny Bré (Cǎlǎraşi, Rumanía, 1907-Drap, Francia, 1993), que escribió parte de su experiencia, repetía constantemente que las enfermeras no debían reparar tan sólo los cuerpos de los soldados sino también su moral. En Vic, por ejemplo, se organizaron diferentes actividades culturales para animar a los pacientes. Luego también participó en la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial. Sally Khan trabajaba en El Romeral (Toledo) de siete de la mañana a siete de la tarde e igualmente debían llamarle la atención porque quería trabajar por las noches. Estaba casada con el brigadista Jack Liffland, que murió durante la batalla del Ebro, y eso le afectó profundamente. La acabaron repayendo en septiembre de 1938, pero no se sabe qué le pasó después.
"Las enfermeras se movían con el ejército republicano y no estaban mucho tiempo en el mismo sitio. Era muy difícil establecer vínculos entre ellas, pero, aun así, intentaban ayudarse, porque había muchos momentos de soledad y de angustia", detalla Sadurní. Además, algunos vivieron sus embarazos trabajando en el hospital. Una de ellas fue Juanita Justo Poveda, que parió sola y perdió a su hijo cuando tenía tan sólo dos semanas de vida. "Las únicas que pudieron consolarla fueron las compañeras enfermeras", asegura Sadurní.
Stefania Wenzlová fue otra enfermera que se quedó embarazada y quiso tener a su hijo en Francia. Su idea era parir, dejar al hijo con unos amigos y volver, pero no pudo porque se desmantelaron las Brigadas Internacionales. Se unió a la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial, y su marido fue detenido en Berlín por la Gestapo y ejecutado. A ella la repatriaron a Checoslovaquia.
Los casos de violencia
Muchas de las enfermeras sufrieron toda la vida las secuelas psicológicas y físicas de la guerra. Una de ellas fue la estadounidense Ave Bruzzichesi que trabajó en Vic y también en el tren-hospital número 12 que sirvió en la batalla del Ebro. Denunció la desidia y descontrol en las intervenciones quirúrgicas a los heridos que llegaban del frente ebrense. "Generalmente, todos los restos se tiraban fuera del tren, y era un verdadero esfuerzo hacer que los sanitarios vagos cavaran agujeros para enterrar a los miembros amputados", escribió Bruzzichest. Antes de regresar a Estados Unidos formó parte del operativo que coordinó la retirada hacia los campos franceses.
La maternidad no era el único que las diferenciaba de sus compañeros. Sufrieron también violencia por el hecho de ser mujeres. En la plaza de los Mártires de Vic había una casa que acogía a las enfermeras que trabajaban en el hospital internacional. Un grupo de estas mujeres pusieron una denuncia en el comisario político del hospital, explicando que un coche oficial se había detenido ante la casa. Habían descendido un grupo de hombres y habían pedido tener relaciones con las enfermeras mientras tiraban dinero sobre las camas. Afortunadamente, las enfermeras se deshicieron sin que pasara nada más. Otra enfermera relataba cómo un médico había obligado a las enfermeras a bailar con los oficiales. "Algunos hombres abusaban de su poder", relata Sadurní, quien ha podido encontrar mucha información en el archivo Estatal Ruso de Historia Sociopolítica de Moscú y en la colección Abraham Lincoln Brigade Archives (ALBA) de la Universidad de Nueva York.
Una fuente importante han sido los testigos que recogió la jefa de enfermería de Vic, Frederica Martín. "Después de la Guerra Civil salieron diferentes publicaciones, pero a Martín no le gustaba cómo trataban el tema, porque creía que era una visión masculina y no quedaba bien reflejado todo lo que hicieron las mujeres. En los años sesenta se dedicó a entrevistar médicos, enfermeras, enfermos, técnicos...", explica Sadurní. "No ha encontrado ningún dietario de ninguna enfermera que relatase su día a día", añade.La historia de la enfermería va muy ligada a la historia de las mujeres, todo el trabajo que realizaron en la retaguardia tiene un papel secundario, porque el protagonismo lo tuvieron los hombres. "No creían que tuviera el mismo valor y, por tanto, consideraban que no era necesario escribir prácticamente nada. Además, el trabajo pasaba por delante de explicar lo que hacían", dice la autora.