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Le Pen, el trumpismo y la paradoja de la ultraderecha

Marine Le Pen durante el acto en protesta por la sentencia que le inhabilita celebrado el domingo 6 de abril en París.
06/04/2025
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La alianza de la ultraderecha global volvió a realizar ayer una demostración de fuerza en el mitin de apoyo a Marine Le Pen celebrado en París. El acto, que fue menos numeroso de lo previsto por la organización, se había convocado en protesta por la sentencia que condena a la líder de Reagrupament Nacional (RN) a cuatro años de prisión y cinco de inhabilitación por malversación por unas contrataciones falsas en el Parlamento Europeo, lo que impediría que se pudiera presentar a las próximas elecciones presidenciales. Si la semana pasada, nada más conocerse la sentencia, Le Pen ya recibió el apoyo incondicional de Donald Trump, Elon Musk y JD Vance, que insistían en la caza de brujas contra la libertad de expresión que a su juicio se vive en Europa, ayer con vídeos durante el acto le dieron calor Santiago Abascal, Javier Milei, Viktor Orbe.

Es, ciertamente, una sentencia incómoda en estos momentos, porque sitúa a Le Pen como "víctima" en un contexto en el que el discurso iliberal y antieuropeísta está ganando adeptos. La líder de ultraderecha, pionera en ese espacio que casi había liderado en solitario durante muchos años, había intentado moderar su discurso en los últimos años para conseguir aumentar su techo electoral y romper el cordón sanitario que hasta ahora le había logrado situar fuera del poder institucional estatal. Sin embargo, las próximas presidenciales eran su gran oportunidad para llegar al poder, y esta sentencia la ha interpretado como una manera de cerrarle el paso. Por eso desde sus filas han aumentado los ataques a las instituciones del estado y también a la justicia, a quienes acusan de estar politizada y no ser neutral. Sus argumentos se acercan cada vez más a los de Trump y radicalizan aún más su discurso.

Estamos en un momento complicado de analizar. Todos estos movimientos ultras comparten a grandes rasgos la misma ideología conservadora y ultraliberal, con una mayoría que defiende sin complejos el supremacismo blanco y que ataca el estado del bienestar como lo hemos conocido hasta ahora. Comparten también un nacionalismo identitario propio, y el proteccionismo arancelario de Trump les deja en entredicho y da alas a la oposición para situarlos como antipatriotas. Está por ver hasta qué punto podrán combinar el acatamiento de lo que dice el sheriff global con la defensa de los intereses nacionales. Y también está en entredicho cómo podrán sobrevivir los mismos valores europeos que dicen defender con el ataque constante a las instituciones troncales del estado.

Pero lo cierto es que tienen apoyo popular y también un acompañamiento económico, mediático e internacional que no tenían hasta ahora. Pueden ir ganando poder. En la Unión Europea ya gobiernan en Italia y en Hungría, y son segunda fuerza en muchos países más. Hay que tenerlo en cuenta y plantear qué cortafuegos se pueden poner para, en su caso, evitar que todos estos ingentes presupuestos y medios en armamento y tecnología que supuestamente se están activando para proteger a Europa y sus valores acaben en manos de quienes, precisamente, tienen como objetivo destruirlos.

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