'La herencia', una gran historia gay
Josep Maria Mestres da una lección de dirección de actores en el Teatre Lliure

'La herencia'
- Autoría: Matthew López. Traducción: Joan Sellent
- Director: Josep Maria Mestres
- Intérpretes: Dafnis Balduz, Ricardo Boyle, Francisco Cuéllar, Carlos Cuevas, Abel Folk, Eudald Font, Víctor G. Casademunt, Teresa Lozano, Luis Marqués, Carlos Martínez, Albert Salazar, Marco Soler, Ferran Vilajosana
El colectivo gay (y también el de los drogodependientes) fue la principal víctima de la pandemia del sida en los años ochenta. Tony Kushner retrató la hipocresía y el rechazo de la sociedad hacia los enfermos de sida en la magnífica Ángeles en América, de la que Josep Maria Flotats hizo una espléndida versión en el Teatre Nacional de Catalunya (1996) que le supuso el rechazo del matrimonio Pujol.
La Nueva York de Kushner es también la Nueva York del estadounidense Matthew López en La herenciapero cuarenta años más tarde, cuando la homosexualidad parece haber superado buena parte de la discriminación. Curiosamente, la obra de López, ganadora de los premios más importantes en Londres y Nueva York, tiene dos partes, como la de Kushner (Flotats sólo montó la primera) y una larga duración, que en el caso de La herencia sobrepasa las siete horas con entreactos incluidos.
Siete horas, dos partes y seis actos en una obra que comienza con diez jóvenes que quieren escribir pero que no saben cómo empezar (el gran reto de la hoja en blanco). Afortunadamente, se les aparece EM Forster, el autor de las novelas Howards End y Maurice para guiarles por una historia que es la misma que se representa. Una función con cinco protagonistas y un corazón que contribuye básicamente a la narración en una polifonía verbal, además de incorporar papeles bastante secundarios. El héroe maldito es el joven dramaturgo Toby Darling (Carlos Cuevas), marcado por una infancia desgraciada, pareja del bonás Eric Glass (excelente Albert Salazar) y amigo del pusilánime pero solidario Walter Poole (Carles Martínez, soberbio en el monólogo en el que cuenta quién es), que comparte , republicano, egoísta y contribuidor de la campaña de Trump, y Leo (imponente Marc Soler) un chaper de clase baja al que habrá que ayudar.
Más allá de las historias de amor y desamor, de las cocidas emocionales que llenan, con repeticiones incluidas, gran parte de la función, hay escenas muy didácticas y reflexivas que sin ser las más interesantes son las más importantes; escenas en las que se plantea si hay un retroceso en el sentimiento colectivo gay. Se habla sobre el pasado de la lucha del movimiento gay y de preservar las conquistas (una de las herencias), y se vislumbra la amenaza (ahora hecha realidad) de lo que podía venir con la presidencia de Trump (no se le cita), y sobre todo de la solidaridad del colectivo hacia sus miembros, que será muy necesaria tras los últimos decretos del sheriff.
En un espacio funcional y bastante neutro (Lluc Castells) para cobijar los diferentes escenarios de la historia, Josep Maria Mestres da una lección de dirección de actores y sobre todo de tempo, de ritmos y de precisión que, gracias al humor que brota con el drama, hacen más amena la larga duración de la historia.