Montse Alcoba: "Hay quien planta un árbol o escribe un libro; yo he conseguido llegar a unos Juegos Paralímpicos"
BarcelonaMontse Alcoba (1981, Sabadell) contesta la videollamada desde la Villa Olímpica de Tokio con una sonrisa enorme detrás de la mascarilla que se le refleja en los ojos. "Todavía estoy asumiendo estar aquí", explica entusiasmada. La catalana disputará sus primeros Juegos Paralímpicos y, por qué no, espera colgarse una medalla más pronto que tarde. Su vida no ha sido un camino de rosas, pero desde el accidente aceptó su realidad y no dejó nunca de luchar por sus sueños. En Japón cumplirá el último que le quedaba.
Ahora que estás aquí, miras atrás y ¿qué ves?
— Con 15 años tuve un accidente de moto y tuve que aprender a vivir de manera diferente. Ni mejor ni peor, simplemente tuve que cambiar mi estructura mental. Siempre me han gustado los retos. Antes del accidente era deportista y lo tuve que aparcar, pero con 40 años ya tenía mi vida encaminada con los estudios acabados, trabajo de maestra y dos niños. Llegó el momento de acabar de cumplir todos mis sueños. Hay a quien le da por plantar un árbol, otros escriben un libro y yo decidí intentar llegar a unos Juegos. Y lo he conseguido.
El accidente te cambió la vida.
— Me rompí el peroné con una herida abierta. Me pusieron un yeso y, por un cúmulo de circunstancias, cogí una gangrena y me tuvieron que amputar la pierna. Desde el primer momento no entré en depresión ni nada, era la vida que me ha tocado vivir. Vengo de una familia con muchas discapacidades: visual, sensorial, intelectual... La discapacidad era una cosa del día a día. Todavía no nos había tocado con la física y me tocó a mí [ríe].
¿Cómo fue reformularlo todo?
— Para mí el accidente no fue ningún shock. Durante dos minutos en el hospital, cuando me dijeron que me habían cortado una pierna, estaba recuperando la conciencia y fue un poco duro. Piensas que te la han cortado por la ingle, pero según me fui despertando me di cuenta de que es un trocito de nada. ¡La vida continúa!
Y el deporte fue importante para ti desde que eras pequeña.
— Desde los 15 años hago baloncesto en silla de ruedas y cuando empecé la universidad, con 25, un amigo me enganchó a la halterofilia paralímpica. Practiqué durante la carrera, un par de años, y enseguida tuve a mi hijo y vi que era incompatible. Él requería muchos recursos, tanto personales como económicos. Después del niño tuve a la niña y cuando mi hija empezó P3 pensé que era un buen momento de volver. Ella hacía extraescolares y no requería mi atención al 100% y el mayor también tenía sus actividades. Era mi momento.
¿Por qué eliges la halterofilia?
— El baloncesto lo seguía practicando, a pesar de que no a nivel paralímpico, pero la halterofilia era más laxa: menos competiciones y menos concentraciones. Era mucho más viable por tema de horarios. Me dijeron que si levantaba 97 kilos me llevaban al Europeo y lo hice. Ahí gané la medalla de plata. Entonces me enganché.
¿Qué papel ha tenido tu entrenador?
— Ahora tengo a Toni Vallejo conmigo y he hecho una explosión de mi potencial. De ir sola a tener un entrenador que me lo secuencia todo y me ayuda en la progresión gracias a sus conocimientos... ha hecho que tenga una mejora abismal. Yo en 2020 no estaba clasificada para los Juegos, pero gracias a algunas competiciones extra y a él estoy hoy en Tokio.
Para ti el aplazamiento de los Juegos ha sido un regalo.
— ¡Exacto! Yo el año pasado no habría entrado seguro. En febrero había una competición en Manchester y yo estaba en muy buena forma. No estaba dentro de los Juegos y, por lo tanto, la Federación no me pagaba el viaje, pero mi marido y yo decidimos hacer una inversión para ver si podía clasificarme para Tokio. Ahí me colgué la medalla de bronce levantando 100 kilos, una marca histórica en España porque ninguna chica lo había hecho en una competición internacional. Estaba dentro.
¿Cómo fue el momento en el que te confirman que irás a los Juegos?
— Fue el 12 de junio, lo recordaré siempre. No me planteaba que pudiera pasar. Fue muy emotivo, pero hasta hoy no he sido del todo consciente. Justo cuando volvía de entrenar y hemos llegado a la Villa, me he emocionado. Ostras, ¡es que estoy en los Juegos! En su momento lloré y fue muy emocionante, pero pensé más que era por casualidad, siendo octava. Pero ahora veo que es una suma de todo. No existen las casualidades, sino el trabajo y el esfuerzo. Cuesta de creer porque la mejora es tan impresionante que es difícil digerirla. Hay mucho trabajo detrás y al final este trabajo tiene sus recompensas.
¿Para ti estos Juegos son una recompensa a todo lo que has vivido?
— He cumplido 40 años y he cumplido todos los sueños de mi vida: tengo un trabajo que me gusta, he acabado una carrera, dos hijos maravillosos y un marido que me apoya en todo lo que necesito para perseguir mis sueños. Me quedaba llegar a unos Juegos y ya lo he hecho. Al final, siempre quieres algo más y ahora que ya he llegado quiero una medalla [ríe]. Siempre tienes que tener un objetivo para trabajar en la vida y este es el mío.
Los valores de la superación y la resiliencia son inherentes en ti.
— No es que quiera ser el ejemplo de nada, pero sí es cierto que los niños necesitan referentes. Yo soy maestra y madre, y soy consciente de que para mis hijos soy un referente de que la lucha y el esfuerzo tienen recompensa. Para mis alumnos también. Ellos ven que el sacrificio y el esfuerzo tienen premio, que las cosas no llegan gratis. Esto es más importante que todo el resto. Está bien tener como referentes a Messi o Cristiano Ronaldo, pero como ellos hay dos en todo el mundo. Gente como Jordi Morales, como yo o como la mayoría de deportistas que están aquí en la Villa lo hacen como un además de su trabajo, o de los olímpicos como Saúl Craviotto, que lo compagina con ser guardia civil. Esto son referentes reales. Los niños necesitan referentes cercanos y que sean realistas. Es necesario que sean conscientes de qué realidad hay y a partir de aquí luchar para conseguir sus metas.
¿Para ti la vocación es el motor principal de tu vida?
— Nosotros no nos dedicamos a esto. Tenemos nuestros trabajos y después dedicamos todo el tiempo que podemos rascar de otras cosas al deporte. Yo me considero una deportista de élite porque dedico muchas horas. No soy profesional, porque no vivo de esto, pero cada minuto que tengo lo dedico a los pesos en vez de tomarme un café tranquilamente. Si puedo, me saco treinta minutos de sueño para poder entrenar.