Hoy hablamos de
Alves
28/03/2025
2 min
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Si por casualidad lees esto quiero que sepas que yo sí te creo y que sé que no soy ni mucho menos la única. Que no estás sola y que somos muchas las que no dudamos jamás de tu testimonio. Que hiciste muy bien en confiar en los que en un primer momento activaron el protocolo contra las agresiones sexuales, igual que en acudir al Hospital Clínic que es el centro de referencia en estos casos. Que tu iniciativa al principio de renunciar al dinero de la indemnización me conmovió porque sentí como propio tu deseo feroz de ser creída, pero que me alegré muchísimo cuando cambiaste de opinión porque ser resarcida económicamente era, es, tu derecho y comprendí que estabas ganando fuerza y aumentando la confianza en ti misma y en tu abogada.

También me gustaría decirte que no puedo imaginar lo que debiste sufrir cuando el entorno de Dani Alves difundió con la ayuda de la manosfera imágenes tuyas, tu nombre y apellidos y que seguir viviendo tu vida, salir, bailar, disfrutar y reírte pese a las secuelas psicológicas que te ha causado la agresión -que no niega la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya- demuestra las ganas enormes que tienes de vivirla, no la ausencia de daño. Y que a partir de aquí hagas lo que tú quieras, lo que te salga, lo que te pida el cuerpo y te deje la cabeza. No tienes por qué ser ejemplo de nada ni de nadie, no estás obligada a ser la víctima perfecta tal y como te están exigiendo.

La sentencia del caso Alves fue calificada como modélica por los argumentos jurídicos esgrimidos en los que se colocaba el consentimiento en el centro. El tribunal consideró probado que “el acusado cogió bruscamente a la denunciante, la tiró al suelo y evitando que pudiera moverse la penetró vaginalmente, pese a que la denunciante decía que no, que se quería ir”. Alves cambió hasta cinco veces de versión; pasó de no saber quién era a afirmar que ella se le había abalanzado, pero la credibilidad de la víctima es la que se cuestiona ahora. Nos alientan a denunciar porque si nos callamos, mal, si utilizamos las redes sociales de forma anónima, mal y si no acudimos a los juzgados, mal, pero cuando lo hacemos los estándares y normas que debemos cumplir son tan rígidos, tan estereotipados, tan imposibles que no mal, sino peor. Así que termino como empecé. No lo dudes: hermana, yo sí te creo.

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