Opinión

La economía de los cuidados, un reto urgente para todos (y todas)

Cuatro manos se tocan, imagen símbolo de los cuidados.
09/11/2024
3 min

BarcelonaEn un contexto de envejecimiento de la población, la economía de los cuidados tiene una importancia primordial. Según las proyecciones demográficas del Idescat, la tasa de dependencia (personas de 65 años o más/población de 16 a 64 años) pasará del 29% en 2022 a superar el 50% en 2050. Para corregir este desequilibrio, una opción pasaría para aumentar la tasa de fecundidad, que actualmente en Cataluña es de 1,17 hijos por mujer, y que se sitúa entre las más bajas de la OCDE. Desgraciadamente, sin los recursos necesarios para acompañar los cuidados, la actual estructura demográfica puede tener importantes costes para el conjunto de la sociedad.

Los recursos para acompañar los cuidados incluyen los servicios que permiten cubrir las necesidades de la población dependiente, desde niños hasta gente mayor o población que no puede valerse por sí misma. Son, por ejemplo, las guarderías, las residencias o la atención domiciliaria a las personas mayores o con necesidades especiales, los permisos por nacimiento o adopción, la flexibilidad laboral y también la regulación del mercado de trabajo de los cuidadores profesionales.

Ante la carencia de recursos públicos para acompañar los cuidados, es el entorno familiar quien da cobertura a las necesidades de la población dependiente. Uno estudio reciente de la Cámara de Comercio de Barcelona señala que en Cataluña hay 150.780 personas que son cuidadores principales no remunerados de ancianos (un 2% de la población), y de éstas, un 63% son mujeres. En Cataluña y en el resto del mundo, son también las mujeres las que asumen gran parte de los cuidados a menores. Según uno estudio del Observatorio Social de la Fundación La Caixa, en promedio, las mujeres dedican 30 horas a la semana a la crianza, mientras que los hombres dedican 19, es decir, un 37% menos. Esta mayor contribución de las mujeres a los cuidados no remunerados tiene importantes consecuencias para sus trayectorias profesionales. Según datos de la Encuesta de Población Activa para el año 2023, la tasa de empleo de las mujeres con hijos menores de 3 años era del 73%, muy por debajo del 89% de la de los hombres con hijos en la misma franja de edad. Además, entre las mujeres con hijos pequeños que trabajan, el 22% lo hacen sólo media jornada, y de éstas más del 50% lo atribuyen a la necesidad de cuidar a algún familiar. Por lo que se refiere a los hombres con hijos menores de 3 años, sólo un 4% trabajan media jornada, y de éstos poco más del 20% lo atribuyen a las responsabilidades familiares.

Una inversión con retorno

Dada esta coyuntura, la inversión en recursos para acompañar a los cuidados podría tener importantes beneficios. Por un lado, favorecería a los cuidadores (mejor dicho, cuidadoras) informales permitiendo aumentar su participación en el mercado de trabajo y en otras actividades, como por ejemplo el ocio. Además, el incremento de la oferta laboral femenina y la reducción de la segregación de las mujeres en empleos que favorecen la conciliación podrían mejorar su eficiencia y favorecer el crecimiento económico. Por otro lado, el suministro de cuidados por parte de profesionales puede aumentar la calidad de los servicios y tener impactos positivos sobre el desarrollo de los niños y el bienestar y la salud de las personas mayores y dependientes.

Por tanto, es probable que el beneficio social de las inversiones en recursos para acompañar los cuidados vaya más allá del beneficio privado y que sea necesaria la intervención del estado para conseguir una dotación socialmente óptima. En el caso del apoyo a la crianza, el gasto en guarderías puede representar una parte muy importante del presupuesto familiar en un momento del ciclo vital donde todavía no se ha alcanzado el potencial máximo de ingresos laborales. Además, las familias pueden no anticipar el importante coste laboral que puede representar para los padres (y sobre todo madres) abandonar o reducir su implicación en el mercado de trabajo durante unos años para dedicarse a la crianza. También es necesario considerar el beneficio para el desarrollo de los niños de recibir cuidados formales por parte de los profesionales. Es por eso que la educación infantil de primer ciclo, de 0 a 3 años, gratuita (en Cataluña lo es a partir de los 2 años) y universal (en Cataluña lo es a partir de los 3) puede tener importantes benéficos tanto en términos de eficiencia como de equidad.

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