Iberdrola, el titán mundial de la energía nacido en Euskadi
La multinacional que preside Sánchez Galán combina su ambición internacional con un íntimo vínculo con el PNV
Iberdrola son muchas cosas. Es la eléctrica más grande de Europa. Un líder global en energías limpias, redes y almacenamiento; una empresa sólida, sostenible y diversificada. En los tres primeros meses de 2024 ha tenido unas ganancias de 2.760 millones de euros. Iberdrola es también una multinacional con una deuda de casi 45.000 millones, la que amenaza con la deslocalización si alguien ataca su negocio (lo sabe bien Pedro Sánchez). La que tiene un presidente que gana 14 millones de euros al año mientras la plantilla hace huelga para conseguir una subida salarial equiparable al IPC. Y la eléctrica que fue juzgada (aunque absuelta) acusada de inflar el precio de la energía y condenada por modificar las condiciones de suministro.
También es una multinacional vasca. Su sede está en Bilbao y si por cualquier motivo se marchara de Euskadi (ya ha amenazado alguna vez con trasladarse a Madrid o fuera de España) provocaría un imponente agujero en las cuentas de la Hacienda de Vizcaya. Lo que une hoy a Iberdrola con la Iberduero creada en 1944 por Pedro Careaga Basabe oa la sociedad Hidroeléctrica Ibérica, fundada en 1901 por Juan Urrutia Zulueta con la ayuda del Banco de Vizcaya, es su ADN vasco.
Las empresas constituyentes del actual Iberdrola se crearon a principios del siglo XX fruto de la iniciativa de varios empresarios bilbaínos que descubrieron y aprovecharon las oportunidades abiertas para el nuevo negocio de la producción y distribución de la energía hidroeléctrica. En este marco, como recoge elEnciclopedia Auñamendi, se creó la Hidroeléctrica Ibérica con un capital social de 20 millones de pesetas. La empresa, que contaba inicialmente con varios saltos de agua en el cauce alto del Ebro y uno en el río Leizarán, pronto se extendería por España.
Al finalizar la Guerra Civil se desencadenaron los conflictos por el reparto del mercado entre las diversas empresas que operaban en el sector, lo que dio origen a una gran fusión en 1944: Unión Ibérica Duero, Iberduero. La nueva compañía se centró en ampliar su capacidad con la construcción de nuevos saltos de agua y la adquisición de numerosas pequeñas empresas en el norte y en el centro de España.
Ya en los 90, Iberdrola consolidó su posición en España y se lanzó al mercado sudamericano. Tras el fracaso de su fusión con Endesa en el 2000, un nuevo equipo, dirigido por Ignacio Sánchez Galán, impuso un cambio de rumbo a la sociedad, apostando por nuevas fuentes de energía como el gas y la eólica y por la internacionalización. Su crecimiento meteórico le ha llevado a la condición de gigante. Una consecuencia son los 44.998 millones de deuda de la compañía. Otra, su enorme ambición: la energética planea invertir 41.000 millones de euros hasta el 2026 para impulsar la electrificación de la economía. En cuanto al destino de las inversiones, el pasado año un 35% las hizo en Estados Unidos, un 20% en Reino Unido, otro 20% en España y un 15% en Sudamérica. La empresa también ha variado el sentido del negocio y ahora destina más de la mitad de su inversión a redes de transporte de energía. También destaca la inversión en la pata renovable del negocio, que subió un 50%, hasta los 994 millones, de los que 366 destinados a la eólica marina.
Batallas con las administraciones
Como todas las grandes empresas, y más en el caso de las estratégicas, Iberdrola tiene una relación muy especial con las administraciones públicas: yo te ayudo y tú me ayudas. Cuando ese vínculo se tensa, y aunque nunca llegue a romperse, llegan las presiones. Tales como amenazas de dejar de invertir o de llevarse la sede. Ésta es una dinámica frecuente en las relaciones con el gobierno central.
La multinacional lleva tiempo quejándose de la fiscalidad del sector eléctrico en España. Por un lado, por la gran cantidad de impuestos y tasas que deben pagar, y por otro, por el impuesto temporal extraordinario a las energéticas aprobado por el gobierno Sánchez. Pero Iberdrola olvida los incentivos que se embolsa para impulsar la transición energética. De los 367 millones de euros de subvenciones públicas que recibieron las energéticas el pasado año, Iberdrola fue la principal receptora, con 107,9 millones.
Pero Iberdrola no ha dejado de manifestar que España es el país donde mayor presión fiscal sufre de todos los mercados en los que opera y que ya paga más de lo que le corresponde: 3.482 millones de euros el año pasado. Y Sánchez Galán ha advertido de que si el gobierno no da marcha atrás, España dejará de ser un mercado "atractivo" donde invertir.
Su huella en el País Vasco es enorme. La compañía cifraba en 2023 su impacto socioeconómico en 3.500 millones, lo que supone más del 3,7% del PIB de Euskadi. Además, Iberdrola realizó compras a cerca de 500 proveedores vascos por un valor de unos 1.700 millones y contribuyó al erario público vasco con 1.500 millones de euros.
Quizá por ello ninguna institución vasca discute por qué la multinacional no paga más por su impuesto de sociedades. En Euskadi este impuesto es del 24%, pero la mayoría de grandes empresas no paga ni el 7%, según estudios del sindicato ELA.
El impacto económico de este gigante energético en Catalunya es de 700 millones y el año pasado hizo compras a 440 proveedores del Principado por valor de más de 190 millones de euros, según los datos facilitados por la propia Iberdrola .
El PNV y una relación íntima
Cuando las cosas han ido mal, la empresa siempre ha encontrado en el PNV (en el gobierno vasco o en la Diputación de Vizcaya) a un aliado fiel. El ADN pesa. Los jeltzales fijaron una línea roja en su última negociación presupuestaria con el gobierno de Pedro Sánchez: la gestión autonómica del impuesto en la banca y las energéticas. ¿Por qué? Para abrir la puerta a las diputaciones forales a aplicar más deducciones que atenúen el impacto de los impuestos que paga Iberdrola. Y también los de Repsol, porque su consejero delegado (y antiguo presidente del PNV), Josu Jon Imaz, también amenazó con cortar el grifo de las inversiones. Imaz y Galán se pelean entre ellos, pero el PNV sabe que debe cuidarlos a ambos porque representan los dos ejes tractores de su economía. Ambas compañías tienen ascendencia jeltzale y quizá por eso Iberdrola es un gigante acostumbrado al apoyo institucional vasco en sus proyectos y con un control público suficientemente laxo.
La relación de Iberdrola con las instituciones tiene un nuevo polo con los fondos europeos, objeto de deseo de la compañía a través de los Next Generation y los Euskadi Next. La empresa trabaja en el Estado en 175 proyectos que están vinculados a estos fondos. Y en Euskadi lidera el proyecto de la Y vasca del hidrógeno verde para electrificar el transporte pesado, también con la ayuda de los fondos europeos.
Un presidente controvertido
La actual Iberdrola no se entendería sin José Ignacio Sánchez Galán (Villavieja de Yeltes, Salamanca, 1950), que lleva desde 2006 como presidente; cuatro años antes había entrado como consejero delegado. Llegó de la mano del todopoderoso Iñigo Oriol Ybarra, puro Neguri. Desde entonces acapara todo el poder ejecutivo. Aún no tiene sucesor, y eso que en el 2021 ya se decía que dejaría el cargo en el 2023.
En estos años su éxito empresarial es más que evidente, lo que no eclipsa los contrastes entre su trayectoria y sus salidas de tono. La más recordada, cuando en plena crisis de los precios energéticos dijo que los clientes que tienen la factura regulada eran unos "bobos". Recientemente ha acusado a Repsol de hacer green-washing. También se las tuvo con el gobierno de Rajoy y ahora con el de Sánchez. Fiel defensor del laissez faire, da igual atacar a un gobierno de derechas –y él lo es mucho– que uno de izquierdas.
Para encajar en la élite de Neguri es necesario contar con un peculiar sentido de pertenencia, y Galán lo tiene, porque se adapta en función de sus necesidades. Con ocasión de la inauguración en 2012 de la Torre Iberdrola destacó que la empresa era "independiente, global, española y con sede en Bilbao". Años más tarde, este comendador de la Muy Excelente Orden del Imperio Británico declaró que la empresa es "más británica, mexicana o estadounidense que española" y que estaría contento si su sucesor se llamara Smith o McCain.
Imagen y condenas
La compañía, por supuesto, cuida bien su imagen. Nadie duda de que a través de su fundación "desarrolla iniciativas que contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas", como dice su web. Becas e investigación, biodiversidad y cambio climático, desarrollo cultural, cooperación y solidaridad son sus áreas de actuación y definen sus principios.
Pero tiene otra cara, menos conocida. Iberdrola ha sido condenada por el Tribunal Supremo por modificar unilateralmente las condiciones de suministro eléctrico. También es la empresa que ha vaciado pantanos en Extremadura por producir electricidad en plena sequía, comprometiendo el abastecimiento del equivalente a una población de 600.000 habitantes durante un año.
Iberdrola es una multinacional que, como todas las que forman parte de un oligopolio, toma sus decisiones en función del negocio y el mercado. Una de las campañas de Iberdrola hablaba de una compañía que trabaja "Para ti. Para el planeta". Quizás también debería decir que trabaja para ella y para su planeta. Y siempre, claro, con ADN vasco.
Ahoztar Zelaieta Zamakona (Bilbao, 1972) es periodista de investigación y criminólogo. Ha publicado Euskadi SA: el gen corrupto del PNV (Hincapié, 2017); La trama del 4%. Las comisiones del Caso De Miguel (Hincapié, 2018), y El narco oasis vasco (Txalaparta, 2019).
–¿Hay puertas giratorias entre el PNV e Iberdrola?
–Sin duda. Estas puertas giratorias forman parte de lo que se conoce como oasis vasco de clientelismo, protagonizado por el PNV.
–¿Quiénes son esas personas?
–Tenemos a Xabier Sagredo, que fue tesorero del PNV antes de ser elegido presidente de la BBK y hoy es el representante de Kutxabank en Iberdrola. Y Roberto Otxandio, exalcalde de Basauri y director del Euskotren, persona de total confianza del partido. O Alfonso Basagoiti, exconsejero de Hacienda del gobierno vasco. También Juan Mari Atutxa, exconsejero de Interior y expresidente del Parlamento vasco. En su caso entró en el consejo de administración de Iberdrola cuando todavía era presidente de la Fundación Sabino Arana, la fundación del PNV. O el caso de Javier Balza, también exconsejero de Interior, y después secretario de una filial de Iberdrola, que compaginó con el cargo de letrado asesor de Petronor (Repsol). En ninguno de estos casos la autoridad ha visto conflicto de intereses, aunque parecen claros.
–¿Ha sido siempre así?
–Sí. Cuando lo estudiamos vimos que el tráfico de altos cargos del PNV hacia Iberdrola y Repsol se intensificó cuando Patxi López (PSE) accedió a la presidencia: ante la pérdida de poder, el PNV recoloca los cargos públicos y la gente de la estructura en los consejos de administración, donde, por cierto, ganan más dinero.
–¿Entre el PNV e Iberdrola hay un quid pro quo ?
–Claro, la permanencia aquí tiene contrapartidas y el partido lo paga legislando o votando, tanto en el congreso como en el Parlamento vasco. El PNV, a través del gobierno vasco o de sociedades privadas con una fuerte participación pública, favorece los intereses de negocio tanto de Iberdrola como de Repsol.
–¿Qué piensa del ADN vasco de Iberdrola?
–Para hacer negocios con el PNV no es necesario tener ocho apellidos vascos. Sánchez Galán es el presidente ejecutivo, pero Iberdrola no la controla él, controlándola una serie de familias de raíces vascas, de Neguri, que pueden ser nacionalistas o no. Estas élites están en el consejo de administración, son los grandes accionistas, y si las sumas todas, ellas son el poder.