¿Seguirán encareciéndose la comida y las hipotecas?
La moderación de la inflación y la respuesta de los bancos centrales afectarán directamente a una economía mundial en plena desaceleración
BarcelonaCuánto se encarecerá el coste de la vida –en especial el coste de la alimentación– y hasta cuándo continuarán subiendo las cuotas de las hipotecas. Estas son las dos principales incógnitas económicas para los próximos meses para la mayoría de las familias europeas y que están directamente relacionadas con dos importantes indicadores económicos: la inflación y los tipos de interés.
El encarecimiento del coste de la vida ha sido la principal preocupación de los ministros de Economía de todo el mundo, pero especialmente de los europeos, donde la dependencia de la energía rusa hizo presagiar una fuerte subida de los precios con el inicio de la guerra en Ucrania. El pasado invierno algunos analistas previeron dificultades para hacer frente a la demanda energética, especialmente en los países del centro y este del Viejo Continente, mucho más dependientes del suministro de Moscú, pero finalmente, a pesar de los fuertes aumentos de precios, no hubo cortes de electricidad ni gas natural en ningún país.
Sin embargo, la guerra afectó a los mercados energéticos y de materias primas –el grano ucraniano alimenta una porción importante del mundo, sea directamente oa través de la fabricación de pienso por ganado–, mientras que los puertos ucranianos y rusos son exportadores del 28% de los fertilizantes agrícolas que se consumen en todo el mundo. Estas limitaciones se han notado en el bolsillo de los consumidores: con la inflación más moderada, el coste de los alimentos sigue creciendo mes tras mes.
La respuesta de los gobiernos desde marzo de 2022 hasta ahora ha llegado por la vía fiscal, con reducciones de impuestos como el IVA a los productos que más se han encarecido, subsidios al transporte público oa los carburantes o ayudas directas a los sectores más afectados por las subidas de precios, como la agricultura. Con la inflación más moderada, pues, estas medidas comienzan a desaparecer, pero habrá que ver a qué ritmo se normalizarán los precios en toda Europa para saber cuándo se abolen del todo.
Si la respuesta de los gobiernos tiene un impacto positivo en la actividad económica –ayudar a ciudadanos y empresas a reducir costes permite que tengan más dinero disponible para gastar e invertir–, la respuesta de los bancos centrales ha tenido un carácter totalmente opuesto. Tanto la Reserva Federal (Fed, el banco central de Estados Unidos) como el Banco Central Europeo –y otros bancos centrales del mundo, como el Banco de Inglaterra– han optado por subir los tipos de interés básicos a un ritmo que no se veía desde hacía décadas.
Un incremento de los tipos tiene como objetivo encarecer el crédito. Es decir, los préstamos pasan a ser más caros, lo que tiene un impacto directamente negativo en el crecimiento de la economía: endeudarse sale más caro y, por tanto, a las familias les cuesta más comprar casas con hipotecas y pedir créditos al consumo, mientras que a las empresas también les complica la obtención de préstamos para realizar inversiones, como adquirir maquinaria, vehículos, nuevas oficinas o naves industriales. Esto provoca una ralentización de la actividad económica que tiene dos vertientes, una positiva y una negativa.
La positiva es que, como cae la demanda, las compañías venden menos y, por tanto, se ven obligadas a reducir los precios de sus productos a fin de mantener el volumen de negocio, lo que lleva la inflación a la baja. La negativa, por el contrario, es que una contracción de la actividad es sinónimo a ralentización económica o, incluso, a recesión y, por extensión, a incrementos del paro y cierres de empresas.
La gran incógnita es hasta dónde subirán los tipos. En año y medio, el BCE y la Fed les han pasado del 0% al 4,25% en el caso de la zona euro y al 5,25% en el de EEUU. En una intervención en el simposio anual de Jackson Hole, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, anunció que se pueden esperar nuevas subidas, aunque admitió que la incertidumbre económica merece tomar decisiones "con precaución".
Desaceleración mundial
La incógnita que se plantean los bancos centrales es qué hacer si la inflación sigue alta, pero al mismo tiempo se mantiene la tendencia a la desaceleración de la economía mundial, causada parcialmente por las políticas de los bancos centrales, pero también por la incertidumbre ocasionada por la guerra de Ucrania y por la mala situación de algunas economías grandes, como China o Alemania. El Banco Mundial avisó que a partir del verano el crecimiento económico se frenará a escala global, lo que, según la teoría económica, debería llevar una caída de los precios o, como mínimo, un frenazo de la inflación, pero también incrementaría las posibilidades de una recesión, aunque el buen comportamiento de la economía española sitúa al Estado entre los países de la UE con menos probabilidades de sufrir una caída de la actividad económica.