El final del año es un momento que invita a la reflexión, a hacer revisión, a mirar atrás para poder seguir adelante. Es un punto y aparte imaginario que nos ayuda y nos motiva a realizar cambios en nuestros hábitos, sean laborales, personales, emocionales o bien de salud, esperando que el cambio de número en el calendario nos aporte mejores perspectivas en diferentes ámbitos de la nuestra vida. Aunque, realmente, nada es diferente del 31 de diciembre al 1 de enero, tendemos a esta actividad de reflexión o de anhelo de cambio y nos planteamos propósitos para el nuevo año que empieza.
“La revisión que hacemos a final de año de todo lo que hemos vivido en los últimos doce meses, probablemente se debe a la naturaleza reflexiva del ser humano, a la necesidad de entender y construir una historia de la propia vida que sea coherente y tenga sentido. Nuestra cultura, los medios de comunicación, las conversaciones con la familia y los amigos, refuerzan esta práctica, año a año, convirtiéndola en una tradición y, al mismo tiempo, en una oportunidad para actualizarnos. Es como el momento de la verdad, una oportunidad para hacer mejor las cosas”, explica Sylvia Mia, psicóloga experta en psicopatología y salud.
Los estudios muestran que la mayoría de estos buenos propósitos están directamente relacionados con un cambio de hábitos enfocados a la salud: mejorar la alimentación, perder peso, dejar de fumar o mantenernos más activos. "El deseo de sentirnos mejor física y emocionalmente es una motivación muy potente", puntualiza la psicóloga. "La sociedad y los medios de comunicación nos lo recuerdan muy a menudo, creando una expectativa cultural de mejora y autodesarrollo", añade.
Abandonar los objetivos
Del mismo modo, un estudio publicado en Science Direct concluye que las personas no somos particularmente buenas a la hora de cumplir nuestros propósitos de Nochevieja y que, cerca del 66% de los participantes en el estudio, abandonaron sus objetivos en enero. De hecho, varios estudios de los últimos años han constatado con evidencia científica que la falta de voluntad y control de algunos estímulos son los factores que más impiden alcanzar los objetivos marcados a principios de año.
La nutricionista Anna Grífols, la licenciada en actividad física y codirectora de Espai Salut Anna Farrés y la psicóloga clínica Sílvia Mia nos proponen un decálogo para conseguir que los propósitos de inicio de año se puedan transformar en una realidad duradera en el tiempo.
1.
Metas realistas
Adaptadas a cada persona y en cada momento vital
Si tenemos poco tiempo libre, no podemos proponernos ir cada día una hora al gimnasio, pero podemos encontrar una rutina de treinta minutos para hacer dos días a la semana en casa y procurar subir las escaleras en lugar de tomar los ascensores, pero ejemplo.
2.
Objetivos concretos
La importancia de los pequeños gestos
En lugar de plantearnos seguir una dieta para perder peso, nuestro objetivo puede reducir el consumo de pan en las comidas. Si conseguimos sacar el pan de cada comida, la reducción de carbohidratos y calorías al cabo de la semana y del mes será generosa.
3.
Constancia
No romper la rutina que nos hayamos programado
Adaptarnos a nuevos hábitos requiere un tiempo, si hacemos el esfuerzo de ser constantes unas semanas, después nos será mucho más fácil seguir.
4.
Progresión
No dejarse llevar por la motivación del inicio que puede hacernos morir de éxito
Más vale empezar con pocos cambios e ir sumando a medida que nos vayamos adaptando. Podemos empezar yendo un día al gimnasio o reducir el consumo de cigarrillos por día, o añadir una ensalada de primer plato a cada comida.
5.
Concentrarse en el proceso
No sólo en los resultados
La mayoría de estos propósitos requieren un cierto tiempo para notar sus mejoras y puede generar frustración si sólo nos fijamos en el resultado final que queremos conseguir. Si nos centramos en el día a día y en las pequeñas adaptaciones y cambios que vayamos adquiriendo, nos será mucho más gratificante.
6.
Apoyo y responsabilidad
Compartir los objetivos con otras personas
Podemos decidir salir a andar con amigos dos días por semana. O pactar con la pareja o los hijos que se comerán verduras en el horno tres vísperas a la semana. El hecho de comprometernos con otras personas hace que seamos mucho más fieles a la actividad compartida.
7.
Pedir ayuda
Dejarse acompañar por profesionales
Seguir las pautas de un nutricionista o de un preparador físico facilita el camino, porque los profesionales saben cómo adaptar las necesidades de cada momento a cada persona, evitando sobrepasarse o desmotivarse y de esta forma será más fácil adhesión a los hábitos.
8.
Celebrar las mejoras
La importancia de los pequeños pasos
Aunque el objetivo final sea poder correr cinco kilómetros, vale la pena que vayamos celebrando cada pequeña mejora que notamos en el camino. Que ya podemos correr dos y andar tres, porque ya es más que hace un tiempo atrás. Sintámonos orgullosos.
9.
Aceptar los errores
Sin culparse de forma excesiva
Va muy relacionado con la siguiente, porque el sentir que nos fallamos a nosotros mismos genera frustración y, con el tiempo, desmotivación y abandono.
10.
Saber ser flexibles
Sin perder los objetivos de vista
Hay que evitar sentirnos prisioneros de nuestras decisiones y propósitos. Tal y como explica el psicólogo de la UOC, Soler Labajos, en el artículo ¿Incapac de cumplir los propósitos de Año Nuevo? Pruébalo con los antipropósitos, podría considerarse como el propósito de dejar de hacer algo que hemos hecho toda la vida, sin saber ni por qué, pero que no nos resulta gratificante. Por ejemplo, en lugar de querer seguir una dieta, que es algo que llevamos mucho tiempo intentando sin mucho éxito, podemos proponernos cambiar todo lo que picamos entre horas por un puñado de frutos secos o por una pieza pequeña de fruta.
Pautas para mejorar la alimentación y la actividad física
Si tenemos claro que nuestros propósitos para el nuevo año incluyen mejorar la alimentación, la nutricionista Anna Grífols señala unos trucos que pueden ayudarnos: “Si tenemos que comer de restaurante de forma habitual, tratamos de pedir siempre un entrante basado en hortalizas o verduras, hacemos un segundo plato libre y que el postre sea fruta o yogur. Por otra parte, intentamos no llegar con mucha hambre a las comidas, si es necesario, tomamos un yogur o una fruta entre cada uno de ellos, esto nos evitará pedir o comer de forma irracional y, finalmente, procuramos no tener al alcance aquellos alimentos poco saludables que el cuerpo nos pide en momentos de ansiedad o aburrimiento”. También señala que no hace falta renunciar a algunos de los platos que más nos gustan cómo puede ser una paella, una fideuá el fin de semana o unas crepes o unas pizzas el viernes por la noche: “Lo que debemos cuidar son los ingredientes que ponemos y la forma de cocinar cada cosa. No es lo mismo hacer una masa de crepes con huevos, mantequilla, azúcar, harina y leche que con harina integral, un huevo y algo de leche desnatada. Y tampoco es lo mismo una sartén con mucho aceite y carnes grasas, que una elaboración con un sofrito de verduras más suave y con trocitos de pollo o de conejo”.
En cuanto a la actividad física, Anna Farrés aconseja que “para tener una vida activa completa y saludable vale la pena que introduzcamos el trabajo de fuerza entre uno y tres días a la semana, junto con trabajo de la movilidad, estiramientos y equilibrio ”. Todas estas capacidades se pueden llevar a cabo en la misma sesión, sobre todo si la hacemos de forma guiada por un profesional, y "sería ideal añadir una actividad aeróbica como andar, correr, montar en bicicleta o nadar".